21 noviembre 2009

¿Un ERE para el gallego o un céntimo lingüístico?

Todos los idiomas son una industria y el que se atreva a negarlo que tire la primera piedra. Podría ser que tuviesen los mismos problemas que todas las industrias y las mismas soluciones que todas las industrias. Pero no se crean que hablamos sólo de la industria cultural o editorial, de la industria educativa o de la cinematográfica, de la industria radiofónica o televisiva. Estamos hablando de algo más amplio, extenso y complejo. Seamos claros, aquí del asunto de los idiomas vive mucha gente, como mucha gente vive del aluminio, del juego o de la hostelería y todo esto independientemente de que cada una de esas personas ame la ruleta, la cocina o la carpintería metálica más que a la madre que lo parió. Pero el idioma, como cualquier industria, depende del mercado, de la oferta y de la demanda, puede ser triste pero es así. Los que no lo quieren dejar todo ad libitum saben que al mercado hay que introducirle mecanismos correctores de los desequilibrios que conlleva para que los que no tengan acceso a las prestaciones básicas, les sean garantizadas por el Estado. Por eso el Estado legisla y cada año propone unos presupuestos que se votan y se ejecutan, para cubrir las necesidades básicas de sus ciudadanos, por eso, en Galicia, pagamos un céntimo sanitario; es decir, el combustible que compramos está gravado con un céntimo para cubrir el déficit del Sergas. ¿Sería descabellado proponer un impuesto especial para sufragar los gastos lingüísticos? Pero el Estado también tiene otros mecanismos legislativos para tratar de evitar las debacles industriales. Por ejemplo, cuando una empresa entra en crisis porque no vende, porque no puede soportar los gastos salariales, porque los proveedores no le suministran, porque los costes energéticos son insalvables? tiene varias soluciones, puede proponer a sus trabajadores un ERE, una regulación de empleo, puede proponerles una rebaja salarial o puede acudir a un concurso de acreedores. Aunque también puede acudir a proponer reformas y apoyos económicos como en el caso de la construcción, la banca, el automóvil o la lata de atún deslocalizada en el Índico que nos sale a precio de oro. Todo indica que la proliferación de las múltiples plataformas lingüísticas da a entender que el gallego tiene problemas de supervivencia, se le puede tratar como al lince ibérico en peligro de extinción o como a una empresa en crisis a punto de entrar en ERE; pero también podríamos repensar si la legislación en vigor desde 1981, 1983 y 2004 es la adecuada. Los sectores de progreso, los que cultivan el método científico, deberían ser autocríticos y preguntarse si todas esas normas han llegado a la ciudadanía y le han servido para algo; podría ser que el abismo existente entre los intereses y voluntades de los dirigentes sociales y las necesidades populares sea más grande que lo que pensamos y haya un mundo virtual, ajeno a las guerras lingüísticas, en el que viven aisladas las opciones políticas radicalizadas para pescar mejor en el río revuelto. Se hacen continuos llamamientos al consenso político perdido desde la ley de normalización o el decreto del gallego, pero la sociedad civil ya había llegado antes a sus propios acuerdos de convivencia sin contar con sus preclaros gurús. Si dejamos que todo fluya, seguramente no harán falta ERE ni céntimos suplementarios en los impuestos.

10 noviembre 2009

Atenea y el espectrómetro no viven como gallegos

Atenea, Azenaia, nació de Zeus, de su cabeza abierta por un hachazo. Desde entonces, armada de pies a cabeza, vela por las Ciencias, aunque parece que este rincón del noroeste le quedó olvidado. Pese a que ahora está de moda vivir como gallego, ahora que resulta que el banco más viejo del lugar, el que lleva más tiempo exprimiendo las cartillas de los abuelos, se galleguiza por mercadotecnia; ahora que se llora por la galleguidad de las cajas al tiempo que se les echa en cara el dinero invertido en ladrillo levantino en vez de en leiras del país, este hombre no sé yo si quiere vivir como gallego o qué le pasó por la cabeza. Me refiero al investigador de la UDC -sí la universidad de aquí, la mejor de La Coruña-, para abandonar los Estados Unidos de América con un futuro seguro como científico de prestigio, de universidad en universidad, con todos los medios a su alcance, para dar con sus huesos aquí. Pues bien, sabrán que ese hombre salió un día a formarse como geólogo por el mundo adelante y, ya consolidado en la comunidad científica, se le ofrece la posibilidad de venir a esta Universidad a seguir trabajando y, de mil amores, se ofrece a partirse las neuronas en sus proyectos de investigación. El bueno del hombre encuentra acogida en el Instituto Xeolóxico Parga Pondal y consigue fondos europeos y nacionales -nada gratis, todo bien justificado- para financiar un artilugio cuyo nombre no me atrevo a repetir, porque eso de medir espectros suena a encuentros en la tercera fase, viajes en el tiempo? incluso alguna foto publicada semejaba algún túnel por el cual se transmutasen las partículas, brujería fina al fin y al cabo. Lo de menos es que el cacharro costase un millón de euros, que haya ocho en todo el mundo y que si el bueno de su usuario pilla la gripe no hay un interino en toda Europa que le cubra la baja. Pues bien, todo parece indicar que si no resucitan Ramón y Cajal, Severo Ochoa o el mismísimo Parga Pondal este buen hombre se verá obligado a marcharse y su maquinillo será saldado en una feria de segunda mano. Las razones son de lo más peregrino a los ojos de cualquier lego, son puramente administrativas y burocráticas. Nos están rompiendo la cabeza con la ley de la ciencia en proyecto y resulta que no hay un duro para la investigación, que va a ser la cenicienta de los presupuestos de la crisis en todas las administraciones. Los investigadores tendrán que irse otra vez y que les saquen jugo los países listos, que aquí no hay normas ni reglamentos para que se les pague el sueldo cutre con el que se les mantenía hasta ahora, y que conste que yo creo que les da lo mismo que les pague la universidad, la Xunta o el arzobispo. Si supiesen hablar portugués y jugar al fútbol sería otra cosa. Siempre pensamos que eran los poetas, los autores teatrales, los que se morían en la indigencia real o moral, pero sigue habiendo desgraciados también entre los descendientes de Atenea.

05 noviembre 2009

Gabilondo ¿camina o revienta?

La semana pasada el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, sorprendió a la audiencia en los maitines informativos con lo que algunos calificaron como ¡otra ocurrencia! Hablaba el ministro de la posibilidad de ampliar la escolarización obligatoria a los 18 años, como otros países europeos -Portugal entre ellos-; los primeros comentaristas de su propuesta, hecha sin voluntad de inmediatez, son absolutamente ignorantes de que este debate ya es por lo menos tan viejo como el de la LOE, ley que nació coja de presupuestos, como todas. Entonces ya se discutió la posibilidad de esta ampliación, como también se debatió la posibilidad de hacer obligatorio el ciclo de 3 a 6 años, ya prácticamente universalizado. A partir de la supuesta ocurrencia comienzan las especulaciones sobre qué es lo que propone el ministro; como las explicaciones han sido más bien parcas, especulemos un poco con las posibilidades. ¿Cuántos y qué alumnos no están escolarizados hasta los 18 años? La respuesta requiere una pregunta más matizada, porque la madre del cordero está en el adverbio que falta: BIEN, es decir, el problema es si están bien o mal escolarizados. Un alumno normalmente termina a los 17 años su bachillerato con unas expectativas más o menos claras puestas en una titulación universitaria o en un ciclo formativo, las cosas le saldrán según su esfuerzo, sus habilidades, los recursos familiares, las becas o los profesores desaprensivos que se haya encontrado en su camino. Convengamos que aquí entra la mitad de la población escolar sujeta a debate, sabemos también que un porcentaje menor fracasa en la ESO, a los 16 y a trancas y barrancas, con Programas de Diversificación Curricular alcanza la titulación para entrar en un Ciclo de grado medio de FP. Seguramente no el de sus deseos, seguramente no el que tenga salida profesional en su entorno inmediato, pero está escolarizado ¿De quién hablamos entonces? Podemos estar hablando de la posibilidad de volver al bachillerato de tres años, que los profesores del pasado BUP añoran y los de la universidad echan en falta. También podemos hablar de la posibilidad de hacer el bachillerato en 2 ó 3 años, sin fomentar el fracaso voluntario y favoreciendo el esfuerzo de quien no alcance el rendimiento medio. Pero seguramente estamos hablando del fracaso de verdad del que fracasa en secundaria, del que ya no supera la primaria porque no ha tenido los apoyos suficientes. Pero claro, no faltará quien ya esté en estos momentos clamando por la limpieza de supuestos indeseables, de gandules redomados, de discapacitados, retrasados escolares, de inmigrantes, de las aulas de la secundaria y que allí sólo queden JBSP, es decir, jóvenes blancos sobradamente preparados. Las administraciones han de poner todos los medios para que a los 18 años el mayor porcentaje de la población haya superado la secundaria y tenga las herramientas y la oferta necesaria para encauzar su futuro laboral. La teoría ya está inventada, no hay que modificar leyes, hay que hacer realidad el apoyo a la diversidad, con los medios necesarios, hay que potenciar los PCPI, para formar alumnado capaz de terminar con éxito la FP y que no se conviertan en almacenes de fracasados del sistema. El ministro Gabilondo camina, al parecer, por esa senda, puede ser que reviente solo o que las comunidades autónomas, que son las que mandan, le revienten las propuestas. Si logra alcanzar el Pacto por la Educación será buena señal.

27 octubre 2009

Otra más de minifundio localista

Una vez cautivo y desarmado el bipartito, renacen las baronías que nunca habían desaparecido; ni desde las rifas entre boinas y birretes, pasando por las rifas entre las familias socialistas y entre quintanistas y upegallos. No es que vayamos a descubrir ahora algo extraordinario, ni que nos encontremos ante la polémica del siglo, pero da pena que a estas alturas del XXI estemos con las viejas discusiones localistas ya, casi, decimonónicas. No sé a cuántos de ustedes les da alergia la polémica por las facultades de medicina, que si una o tres o dos o si en Cee y Monforte ha de abrirse otra por aquello de los hospitales. Pero claro, es como lo de éramos pocos y la abuela?empezamos con el maldito tema de la capitalidad y a partir de ahí empiezan los tripletes Coruña, Santiago y Vigo. Hacen falta médicos, hay hospitales donde pueden aprender. No hacen falta mafias que se repartan las cuotas de poder en las especialidades para que puedan tener las consultas privadas repletas y compitiendo a ver quién tiene la lista de espera más larga . Todo empezó con la autonomía aeroportuaria, la guerra de los tres aeropuertos fue la más caciquil, pailana y minifundista que se pueda conocer. Los usuarios de, por ejemplo, Alvedro, aún no tenemos una carretera que nos lleve sabiendo cuánto tiempo nos va a llevar. Es una especie de túnel del tiempo, nos podemos poner en Londres o en Barcelona por cuatro duros, pero no sabemos con cuánto tiempo de antelación hemos de dejar el coche en el aparcamiento o cuánto nos cobrará el taxi por la carrera. Los próceres localistas se llenan la boca de soflamas reclamando inversiones localistas, olvidando que no vivimos en una ciudad-estado, ni siquiera tenemos un área metropolitana, un consorcio, una mancomunidad de municipios... somos un gran puzle de aldeas rellenas de cemento gobernadas por las promotoras de la construcción y por las multinacionales del comercio y sus grandes superficies, ahora espacios de pseudoocio, que no tiene ni una línea de autobuses que permita ir al médico desde Sada hasta el Ventorrillo. El presidente Feijóo apuntó maneras cuando esbozó una especie de programa unificador del servicio de las tres terminales aeroportuarias para optimizar las ofertas y los servicios, se le cayeron encima coruñesistas y viguistas, pero es que lo suyo tenía delito, no quería que le costase un duro. Ahora el lío quiere ser continuación de lo que fue el minifundio universitario. Flaco favor nos hicieron las cabezas pensantes que se dedicaron a sembrar Galicia de campus, que campo ya había bastante, a triplicar titulaciones, a mantener multiplicadas algunas con míseras matrículas y todo por pruritos personales, políticos y clientelistas. Se ha demostrado que fue un despilfarro, que los estudiantes lo que tienen es que ver mundo y no quedarse mirándose el ombligo en su terruño y que tienen que favorecer la política de becas. Trasladen esa vieja polémica a la posibilidad de que se duplique la titulación de medicina y será como lo de hacer dos puertos exteriores frente a frente. No sería más lógico aumentar la capacidad de la existente, aprovechar las posibilidades de formación durante el segundo ciclo en los hospitales de referencia, allí donde los hubiere y que los poderes fácticos que mantienen el numerus clausus pierdan influencia, a favor del servicio público.

Debates legislativos pervertidos en la calle

Miles de personas se han manifestado este fin de semana en Compostela y en Madrid, la palabra libertad lucía con esplendor en todos los lemas y consignas coreadas. Pero en un caso se reclamaba libertad para hablar gallego -se supone que en la intención de nadie cabría la posibilidad de que se pudiese vetar ninguna lengua- y en el otro se reclamaba la libertad para seguir pateando los derechos de las mujeres a ser madres cuando lo deseen. Como todas las libertades, la mejor es la que empieza por uno mismo, pero siempre es preciso aunar, animar a los adeptos para lo que hay que argumentar, coordinar objetivos que permitan urdir un entramado asequible y aceptado por la mayoría silenciosa. Para ello nada mejor que buscar una buen y falso debate que soliviante la polémica y descerraje la caja de las iras del susceptible de ser soliviantado. Esa mayoría silenciosa siempre fue en realidad una mayoría acongojada y controlada con el fútbol bien programado y con grandeshermanos consumidos con abundante desequilibrio psíquico. Los debates que provocaron las manifestaciones del sábado y domingo fueron precedidos de actuaciones o amenazas legislativas, fuere por la posible pérdida de poder editorial del gallego en la enseñanza o fuere la aclaración y actualización de la ley del aborto. En ambos casos se aprovecha para pedir la dimisión de los gobiernos, por si acaso. En el caso del idioma podría ser muy fácil llegar a acuerdos lógicos, aceptables por todos, pero va a resultar que las minorías lo estropeen y por lo tanto el personal siga inorando las leyes que se crucen en su camino. En el caso del aborto es distinto, los poderes más o menos visibles, la jerarquía eclesiástica, nunca tuvieron enfrente un gobierno que les recordase cuáles eran sus sacristías o cuarteles y su ámbito de influencia, que les obligase a respetar las normas, como a los niños. Tanto es así que se creen poseedores del derecho a legislar en materia sanitaria. El acuerdo es lógicamente imposible. La educación afectiva, emocional, sexual no se encuentra en niveles mínimamente aceptables, hubo avances, seguramente, comparada con la del nacional catolicismo, pero seguimos teniendo un porcentaje de embarazos no deseados altísimo, y no sólo de adolescentes, que terminan con abortos alegales, clandestinos y peligrosos. Ante tales fechorías sólo caben educación o represión. La clave de bóveda suele estar en el entorno familiar y escolar, ambos pueden poner límites y reglas o pueden prohibir. Creo que ya está bien de tanta hipocresía sobre la tutela paterna a los 16 años para abortar o usar la píldora poscoital. Si esa joven no puede, porque no se atreve, hablar con sus padres antes de tomar esas decisiones, ¿de qué puede servir que el Estado le obligue a ello? Los jóvenes pueden ser irresponsables, pero sus padres lo son mucho más. Manejar a una masa informe e incivilizada es lo que reclamaban los manifestantes el pasado sábado en Madrid, someter conciencias. Por lo demás, y para terminar con el domingo, seguro que a pocos les importa el idioma en el que les entregan la carta de despido, pero los que quieran ejercer ese derecho deben reclamarlo sin desánimo.

13 octubre 2009

Xan María Castro, un hombre de respeto

El próximo viernes Comisiones Obreras organiza un homenaje a Xan María, no creo que sean juegos florales ni una despedida, sino que espero se trate de una de esas oportunidades de encuentro, que cada vez escasean más. Aprovechando el evento no quiero dejar de contarles alguna anécdota. Galopaban los alrededores del 74 o 75 cuando un jovenzuelo desgarbado y exaltado predicaba a diestro y siniestro sus apologías izquierdistas y se esmeraba en tildar poco menos que de beatas ursulinas a veteranos demócratas, sufridos comunistas y sindicalistas curtidos en mil conflictos que buscaban de forma realista una salida del franquismo viable, el salto a la democracia. Ese despistado, en una ocasión, osó contar sus verdades delante del añorado Pita quien, pese a su talante pacífico, a su bonhomía y a su independencia, ciertamente incomodado, le espetó al jovenzuelo en sus mismos hocicos algo así como ¿pero tú de verdad te crees que Juan María no es una persona de izquierdas? Ni que decir tiene que por vergüenza torera el jovenzuelo desgarbado agachó la cabeza e hizo mutis por el foro, supongo que algo habrá reflexionado y habrá llegado a la conclusión de que Xan María es un hombre de respeto. Me sé de campeadores negociadores, de fortachones empresarios, de escurridizos leguleyos que ante la perspectiva de enfrentarse a Xan María en una mesa de negociación temblaban como una vara verde, pero también sabían del valor de la palabra y del compromiso adquirido en caso de acuerdo. Eso es respeto. Peces-Barba, Marín y otros le reprochaban no hace mucho a Zapatero que no contase con el consejo y colaboración de veteranos políticos, que sólo se quedaba con los resultones que le regalaban la oreja con chascarrillos graciosos. No digo yo que los jóvenes no hayan de tener oportunidades ni que los mayores tengan que estar a pie de obra en primera fila hasta la extenuación, pero entre un extremo y otro hay una escala de grises muy variada. Seguramente lo que queda de la izquierda en este país fue y sigue siendo muy injusto con las personas que escribieron la historia de la transición y mucho más injusto con los que siguieron construyendo progreso, derechos sociales y democracia sin parar ni para tomar aliento desde entonces. Este es el caso de Xan María Castro. Tampoco tenemos en las baldas de las bibliotecas obras rigurosas, no tanto memorias, como reflexiones personales serias sobre el próximo pasado de la vida política y sindical; yo sólo lo digo aquí? No sé si, además de la cultura gitana, alguna sigue conservando el viejo espíritu de los senados; para ellos el hombre mayor, experto, es ante todo el hombre de respeto. Algo de esto falta en nuestra sociedad y sin caer en banales cultos a la personalidad, pienso en Xan María, sobre todo como hombre de respeto y respetado. En coherencia con esto lamentaría que, no sólo ya su organización, sino las aulas pobladas por bachilleres y estudiantes de historia, derecho, economía o ciencias políticas, puedan desperdiciar la posibilidad de compartir con Xan María charlas, debates, seminarios; porque no es una de esas figuras de cera al uso, ni una momia de museo, es de los que comienza siendo un trabajador de banca y a partir de ahí no se le escapa ni un ápice de lo que significa estar en la vanguardia del progreso social en Galicia. Por eso le seguimos necesitando, para que nos vaya surtiendo de herramientas para armar un futuro de progreso, para salir de esta crisis, que no es sólo económica.

De posibles pactos educativos

Desde la semana pasada están leyendo, otra vez, letra pequeña sobre el Pacto por la Educación, si han pasado por encima de las noticias, no les culpo, ya huele a podrido desde hace años. Si se han detenido en ellas es porque son optimistas históricos o masoquistas recalcitrantes. Pero el caso es que Cospedal y Gabilondo se han reunido y no se han peleado, quedaron en volver a verse y seguir hablando ¿alguien habrá hecho alguna propuesta de las que no se pueden rechazar, como en El Padrino? Dicen que la sociedad reclama el Pacto puede ser; pero los tertulianos cotidianos siguen hablando de la LOGSE, aunque hace años que no existe. No sé, creo que puede haber razones para la esperanza, pero no hemos empezado por el principio. Con luz y taquígrafos o a oscuras, hay que pactar primero con la jerarquía eclesiástica; sin untarla previamente no hay pacto que valga, se vistan de lagarterana, Gabilondo, Cospedal y el mismísimo Zapatero. Aquí no hay problemas de equidad, hay que garantizarla, pero hemos dado pasos de gigante. Hay problemas de calidad; pero claro, la calidad no es lo mismo para unos que para otros. Si los contertulios de los grandes partidos hicieron un buen análisis, habrán hablado del abandono escolar, de la calidad de la Formación Profesional, de la escasa educación infantil en sus primeros años, del nulo reconocimiento de la función docente y de la precisa carrera profesional... Después de ese análisis seguramente llegaron a una conclusión de cajón, es precisa una mayor inversión en educación; pero seguramente discreparon en dónde invertir los cuartos. Si la raya roja se colocó en la Educación para la Ciudadanía, en las notas de religión o en los galones de los profesores, seguramente nos esnafraremos otra vez en el intento. Es decir, hay abandono prematuro, sin cualificación profesional adaptada al mercado de trabajo, por lo tanto se nos puede llenar la boca de que los chicos no estudian, que no se esfuerzan, o podemos poner los medios -con las vestiduras sin un desgarro- para solucionarlo. Es muy fácil, adaptemos lo que hay que enseñar a lo que el alumno necesita, no a lo que guste examinar el profesor. Dicen que las leyes educativas no se pueden evaluar hasta pasados 25 años, hasta que una generación haya dado paso a una nueva ley; la Ley de 1970 comenzó a ser sustituida en 1990, sin estar plenamente evaluada, pero la necesidad era acuciante, no podíamos seguir con la escolarización obligatoria sólo hasta los 14 años, el mercado no lo soportaba. Su sustituta acaba de nacer y no representa grandes cambios, sólo retoques de maqueo y ya hay que cargársela ¡poco sentido! Seguramente hace falta desarrollo normativo, adaptación y que no haya 17 sistemas educativos diferentes; pero no sé por qué me da en la nariz que los únicos intereses de los que han hablado algunos en estas conversaciones giran en torno a la ampliación de los conciertos educativos a los 18 años, el posible cheque escolar que reclama Aguirre, es decir euros para la privada, esa es la madre del cordero, el resto son sólo disfraces. Esto en Madrid, pero en Galicia se podrían ir dando pasitos adelante, siempre y cuando el conselleiro se baje del guindo y abandone esa política de gestos y titulares fáciles.