30 noviembre 2017

¿Qué tendrán los uniformes?


http://www.laopinioncoruna.es/opinion/2017/11/28/tendran-uniformes/1239967.html

"Todos los reyes llevan el uniforme militar y se conceden las mayores recompensas al que ha matado más gente... Los soldados se reúnen para matarse unos a otros. Se matarán y se mutilarán decenas de miles de hombres y, después, se celebrarán misas de acción de gracias porque se ha exterminado a mucha gente". León Tolstoi

Dicen que hay tantas fobias como personas, seguro que no es exacto tal aserto, porque yo me sé de alguno que aparenta tener seis o siete a cada cual más extravagante. Sí, parece estar cada vez más extendida la aprensión a los uniformes; allá cada uno que apande con ella, si no sabe de dónde le viene la manía, habrá de consultarlo.
Supongo que algo tiene que proceder de cuando las tribus se daban más estopa que hoy, entre vecinos, y tendrían que diferenciarse de alguna forma para evitar daños colaterales. Ya estoy asociando uniforme y violencia, también tendré que hacérmelo mirar.
Mientras tanto, recuerdo las viñetas de Romeu, La liga de los sin bata y su protagonista, Miguelito, fue una de las metáforas más logradas de la transición, los tiernos infantes que se rebelaban contra la imposición de la prenda aparentemente igualatoria, eran imagen de la resistencia antiautoritaria desde los últimos años setenta.
Esta uniformidad forzosa parecía chocar con los uniformes voluntarios, en general, que servían y sirven de parapeto, de coraza protectora, en resumen, de símbolo de autoridad, real o simulada.
Cuando vemos la bata blanca del médico ya nos tememos lo peor, cuando vemos los chalecos verdes fosforito ya adivinamos la presencia de la policía, aunque solo sea un deportista que quiere evitar accidentes o el jardinero que adecenta el césped de la rotonda. No piensen tampoco en túnicas, pijamas de cirujanos, hábitos, sotanas, togas con sus puñetas, no siempre traen buenos augurios.
Sin ánimo de comparar, la estética de las tribus urbanas y las pandillas callejeras no me provoca ninguna simpatía; incluso creo recordar imágenes en las que los probos ciudadanos, autodenominados "la manada", usaban como símbolo una camiseta corporativa en San Fermín, pero anunciando la violencia de los atributos que tienen por enseña.
Seguramente podemos observar con simpatía el uniforme con el que se protege el bombero armado con extintores, escalas y mangueras; pero no olvidemos que asociadas al uniforme muchas veces van las armas y lo que representan. Podemos ser biempensantes y sospechar que siempre nos defenderán, que estarán siempre manejadas con prudencia y gobernadas por cerebros bien amueblados; pero las realidades, con frecuencia, nos llevan por otros derroteros que conducen al conocimiento de energúmenos uniformados y armados con delirantes discursos incivilizados como los vertidos por unos guardias madrileños la semana pasada y que parecen gozar de amplio consenso entre sus semejantes, pues pocas y dignas han sido las voces que han osado denunciarlos. Ahora nos alarmamos porque la mensajería telefónica nos lo pone a tiro, pero conocer lo que se dice in vino veritas en las cantinas cuarteleras no es muy difícil, aunque no todo se claree en las redes

21 noviembre 2017

Cinco personas agreden a otra


http://www.laopinioncoruna.es/opinion/2017/11/21/cinco-personas-agreden/1237761.html

Las páginas de sucesos en los informativos periódicos ya no se prodigan sacando a la luz las descabelladas animaladas de unas personas contra otras en secciones independientes. Parece que se lleva mucho más el amarillismo sensacionalista y vendedor, que discrimina entre unos crímenes y otros.
Es, seguramente, otra cosa que tendremos que hacérnosla mirar los lectores y lectoras; somos poco congruentes como consumidores de drama y sangre, el regocijo con las vísceras de las víctimas es cada vez más repugnante.
Los que sean aficionados a rebuscar en las crónicas de muchas décadas atrás y que contengan descripciones de esas conductas violentas, fatalmente violentas, comprobarán que los delitos, llamados de honor, con víctimas de ambos sexos se ocultaban y disimulaban cuando la herida o asesinada era ella. Las luchas entre machos eran otra cosa, como la gran berreá de ciervos o corzos turrándose con sus cuernos en la época de celo; pero estamos en tiempos de lenguaje políticamente correcto y administrativamente normativizado, normalizado, para quien lo acepte y use en su coloquio habitual, oral o escrito; por lo tanto, parece que tenemos que hablar de personas agresoras y agredidas en su integridad física, psíquica o en ambas.
Últimamente parece que las agresiones entre congéneres de la misma especie toman el aspecto de la jauría frente a la presa. Eso pensaba hace días; pero, ya lo sospechaba, he llegado a la conclusión de que esa congregación de depredadores no son canes; sino que se trata de una auténtica piara de cerdos del país; que no les vengan a echar las culpas ahora a los jabalíes famélicos que invaden barrios periurbanos buscando el agua y el sustento que les falta porque los castaños o los robles no han conseguido producir menú suficiente.
También estos días comprobamos cómo alguna de estas piaras ha trashumado y demostrado su antinatural comportamiento atacando a los humanos.
Otra rebelión en la granja de Orwell, si me permiten retorcer un poco la sátira contra la tiranía en la que esos cerdos consiguen sostener su poder, creer ser el cerdo Napoleón, con el cerdo Chillón o el caballo en sus papeles de tontos útiles formando una manada frente a las ovejas y las gallinas acríticas con el poder establecido, una masa obedeciendo a los cerdos, una masa bien dominada también por el cuervo Mosés que promete el cielo, ayudada por el burro Benjamin, el intelectual que todo lo justifica, siempre y cuando los perros guardianes educados desde cachorros por el poder del pernil lo consientan. Mientras tanto, la yegua Mollie escurre el bulto pues ve cerca el fin de sus privilegios y los grandes, poderosos controladores, Napoleón y el señor Pilkington se alían, ambos con el rey de espadas en la manga, demostrando la misma catadura moral, cerdos y humanos juntos para así representar la brutalidad que sufren en la Granja. La joven violada en Pamplona está conociéndolos, otra vez, en el juicio que vuelve a sufrir; ahora son los humanos, también, los depredadores.

14 noviembre 2017

¿Qué se oculta tras un bigote? Dalí, Chaplin, Carpanta, Groucho...


http://www.laopinioncoruna.es/opinion/2017/11/14/oculta-bigote-dali-chaplin-carpanta/1235480.html

De niño recuerdo que mi padre tenía bigote. En una cena familiar -creo que Nochevieja- se levantó de la mesa, fue al baño y, después de un buen rato, regresó afeitado; solo argumentó tal arrebato diciendo que le había salido una cana en aquel bigotillo recortado propio de la época. No podía soportarlo. Creo que fue una disculpa y sigue sin él.
Desde entonces tuve una ligera obsesión con el bigote, aunque no tenía ni pelusilla bajo la nariz. Con la llegada del primer televisor a casa, también lo hizo el bigote de Dalí y los comentarios de los adultos, que si estaba loco, que si era un extravagante; el caso es que yo no me enteraba de quién era el personaje. Después supe del genio surrealista, claro, de la leyenda de su alopecia subnasal y de los supuestos postizos, dicen que ocultos en alguna sala del Louvre. El de Chaplin ya nos había llegado con el cine, aunque El gran dictador me haya dejado recuerdos agridulces.
Sí conservo en la retina el de Carpanta, personaje de tebeo que retrataba el hambre en la España franquista de la posguerra, que solo soñaba con pollos asados para mover su bigote. No sé si el código penal de hoy condenaría tal asociación de ideas, la de los pelillos con la pobreza alimentaria que dibujó con toda su mala leche un Escobar represaliado para dejar claro que solo escapaban del racionamiento los de siempre.
Las gafas, la nariz y el bigote de Groucho han sido iconos, aunque hubiesen empezado siendo simple maquillaje; en contra de lo que dicen del bigotillo nazi, bien recortado para adaptarse sin dificultad a las mascaras de gas. Su socio, Franco, dicen que trataba de ocultar su voz aflautada, poco varonil.
Para los tercos, parece que el premio se lo lleva el de Nietzsche, aunque le resultase incómodo, llegando a sentenciar desde su lógica: "He decidido que nunca más me recortaré el bigote. Es demasiado esfuerzo".
Pero apenas hemos hablado de cocina y de bigotes. Cuando George Orwell deja el ejército en 1928, llega a Francia y nos cuenta en la desternillante Sin blanca en París y Londres, sus andanzas como lavaplatos ( plongeur) luciendo bigote en un restaurante de postín cuando le obligan a rasurarse, puesto que sólo el cocinero podía lucirlo, eran sus galones, su superioridad frente a los subalternos.
Quizá sea lo que le haya pasado al subalterno huésped penitenciario, apodado el Bigotes, que revivo en el magín, mostacho rampante, cuando hizo el paseíllo del Escorial en la boda los Aznar-Agag, sin vergüenza. Esta semana pasada declaraba ante Las Cortes valencianas, que investigan la Gürtel, mal afeitado y reivindicativo pues no se le deja seguir pochando en sus trajines con los puerros o, vaya usted a saber, si con suprasueldos ensobrados para mayor gloria de sus populares protectores. Eso sí, ya sin bigote, redimido, sin la protección del camuflaje.

07 noviembre 2017

Si dejas pelos en la gatera, ¡ponte peluca ya!


http://www.laopinioncoruna.es/opinion/2017/11/07/dejas-pelos-gatera-ponte-peluca/1233307.html


Si pierdes tu pelo es muy normal
los árboles pierden sus hojas también
tú no te preocupes por tal estupidez
pero si de ello te quieres curar 
Ponte peluca, ponte la peluca ya
Orquesta Mondragón (1980)
No sé si cuando Gurruchaga cantaba este estribillo en 1980 se acordaba de alguien, es probable que sólo hiciese referencia al paso del tiempo y las formas de disimularlo. Seguramente el camuflaje de don Santiago -ya no le pueden llamar zombi- fue el más inocente de la España contemporánea, lucía aquella horrible peluca que le proporcionara Teodulfo Lagunero para cruzar la frontera en 1976, forzar la legalización del PCE, convocar una rueda de prensa en Madrid el 10 de diciembre y provocar su detención el 22 por Rodolfo Martín Villa. Un desencuentro pactado para entrar en España, recuperar la normalidad política, partidos, sindicatos, elecciones, reuniones, manifestaciones para sacar a los presos de las cárceles, que no estaban allí de electorales vacaciones con garantía letrada, sin tortura. Es decir, acciones todas muy cívicas y pacíficas que no son patrimonio de las derechas que estos días se arrebujan en todas las banderas; afortunadamente sin acompañar féretros de abogados, de obreros alaveses ni de estudiantes cazados a tiro limpio.
Sirva esta digresión sin nostalgia para leer con otra perspectiva lo acontecido los últimos días en lo que algunos llaman país; otros, España; otros, estado y otros no lo mentamos, por si las moscas nos infligen más vituperios de los soportables con salud.
Siendo lego de solemnidad en el discurso forense no osaré tratar de poner en tela de juicio las opiniones ni los autos de la magistratura competente en asuntos penales que afectan a nacionalistas catalanes, por mor de sus decisiones. Podría arriesgar a pronunciarme sobre sintagmas redactados por fiscales que rezan sobre lo dura que sería la caída desde supuestas alturas, pero no creo que merezca la pena, ni lo de rezar ni lo de las penas.
Hablando de penas, algunos las disfrutan a todo trapo en los medios, otros agazapados en tierras de chocolate y mejillones, en un artificial país tan garantista como xenófobo. El resto estamos condenados a penas de trabajos forzados para entender las campañas electorales de cara al 21 de diciembre, llenas de puñaladas y traiciones en las que se ven envueltas las derechas catalanas y españolas, mientras que alguna presunta izquierda sigue mirando al dedo y no a la luna. Supongo que hoy ya sabremos qué será de nosotros.
Olvidaba decir que me importa un bledo si el expresidente catalán tiene peluca o se afeita el cráneo "previlegiado"; solo deseo que alguien le explique qué fue la Asamblea de Catalunya, desde la Capuchinada de Sarriá en 1966, la Caída de los 113 en octubre de 1973, hasta las elecciones de 1977.

03 noviembre 2017

¿Por qué dicen relato, si en realidad es cuento?


http://www.laopinioncoruna.es/opinion/2017/10/31/dicen-relato-realidad-cuento/1231161.html


"Cuando siento que voy a vomitar un conejito me pongo dos dedos en la boca como una pinza abierta, y espero a sentir en la garganta la pelusa tibia que sube como una efervescencia de sal de frutas.(?) El conejito parece contento(?) parece satisfecho de haber nacido".
Carta a una señorita en París. Julio Cortázar
A pocos les ha pasado inadvertido que los nacionalistas llamen "relato" al mito, al cuento. ¿Qué relato? ¿Hay un relator-autor conocido? ¿Hay varios? La verdad es que desde el inicio simbólico promovido por los sectores burgueses de toda la vida, me han sorprendido varios anuncios; pero, sobre todo, el del llamado "relato".
Hasta ahora el "relato" no era más que una narración breve, de menor extensión que la novela, en la que el autor contaba una breve anécdota, más o menos verosímil, más o menos fantástica, para el goce y entretenimiento de los lectores; en resumen, consiste en relatar una determinada historia, pero sin reflejarla en toda su extensión; sino más bien en presentarla compactada y solamente haciendo hincapié en algunos detalles y momentos que serán en los que más énfasis ponga el autor o relator a la hora de ofrecérnosla, él considera que son los decisivos y dejará a la libre imaginación de los lectores los detalles superfluos para que estos los compongan y completen la historia como más les plazca, porque la idea es lograr el impacto verosímil; a diferencia de lo que ocurre con el cuento, en el cual todos los indicios irremediablemente deberán llevarnos al nudo y finalmente al desenlace, exigiendo un diseño previo del autor, es decir, ficción.
Es posible, por lo tanto, que los protagonistas del llamado proceso nacionalista no nos estén relatando nada, sino que, en realidad, nos estén contando un cuento. Benditos cuentos de Julio Cortázar que cuando escribió el que encabeza, él mismo estaba padeciendo su neurosis, que, más o menos como narrador, se le calmaba cuando escribía, cuando vomitaba conejos o palabras, para terminar trágicamente.
Desde hace tiempo, del cuento sabemos cuál es la introducción, el meollo lo hemos ido conociendo y el desenlace lo dejaremos a los demiurgos, esos seres que etimológicamente trabajan para el pueblo, que dominan un arte, oficio o profesión, autores, artífices que, a menudo, formaban una asamblea de notables, por supuesto, restringida. Desengáñense, haberlos haylos, aunque en el BOE sean sustituidos por otros de su misma calaña y las mismas intenciones de hacer caja con los votos, caiga quien caiga. Sigo sin fiarme de los salvadores, ni de caperucita ni del lobo, sapos y príncipes azules; al final solo son contables de votos, relatores épicos del desencuentro pactado en el que ocultarán los casos Palau y Pretoria con Macià Alavedra y Prenafeta en el candelero bajo la sombra de Pujol.