30 agosto 2011

...Y del mazo recibiendo muy fuerte

Comentaban impresionadas muchas personas su asombro al ver la cantidad de jóvenes que hace días llenaron Madrid en manifestación religiosa respondiendo a la llamada de la jerarquía católica, con sus plegarias y rosarios. No vi muchas discusiones sobre las cifras de manifestantes, parece que las únicas que importan son las de los euros que presuntamente se dejaron en las cajas registradoras de los comerciantes madrileños de la hostelería y el hospedaje, amén de las insólitas subvenciones de los populares en los medios de transporte y otras hierbas. Creo que diferentes asociaciones de panaderos y traficantes en calamares congelados reclaman un evento similar cada mes para salir de la crisis.

Ese espíritu emprendedor que se respiraba pareció hacer olvidar las crisis particulares tatuadas en las vidas privadas de cada uno de los participantes, es imposible que, no ya los españoles, sino los participantes del tercer mundo, estén conformes con la vida que les tocó vivir, con los tiempos que están padeciendo, con los esfuerzos que muchos están haciendo para prepararse académicamente, para formarse y que la sociedad de los mercados lo único que les oferte es una palmadita en el hombro y un patadón allí mismo. Es difícilmente comprensible que el único aliciente que encuentren los manifestantes madrileños sea el recogimiento religioso, el sometimiento, la resignación y no la rebeldía, la lucha por cambiar las reglas de juego de una sociedad que los oprime y esclaviza, que los denigra y les niega el derecho a realizarse como personas. Su dios y sus profetas y ministros les llevan al matadero de las falsas ilusiones basadas en recompensas irreales que les hacen levitar en éxtasis y olvidarse de los problemas del mundo real. Cada uno es muy libre, pero no me negarán que muchos de ellos deberían darle una pensada racional a sus circunstancias y subirse un poquito la autoestima.

Pero parece que no todo ha sido en balde, seguramente tanta plegaria influyó de manera sobrenatural, con gran intensidad en las deliberaciones del consejo de ministros próximo pasado y, fruto de tales debates, surgieron dos propuestas que mejorarán sus condiciones vitales, una trata del contrato en formación con el cual tendrán un 25% del salario y otra macanuda según la cual los contratos temporales basura que antes tenían un límite de encadenamiento de dos años para ser fijos en contrato basura indefinida, ahora están dispensados de ese límite y la temporalidad será perpetua. Como ven rogando están, pero con el mazo les dan y fuerte, pero siguen rezando y sin protestar.

Pero tanto empapado y tanta plegaria es imposible que solo diesen esos buenos frutos. Hubo más y mejores resultados; al final parece que los dioses se ablandaron y escucharon las mundanas peticiones de los gobernantes europeos, sus deseos de paz, amor y comprensión para los tipos de interés de la deuda y hete aquí que tal coyunda amorosa llegó a Zapatero y a Rajoy que en una confluencia de intereses celestiales y terrenales pactaron bajo la mirada del ángel exterminador - o de Ángela- una reforma exprés de la Constitución para que en el futuro no se vayan a creer ustedes que el estado les protegerá, si vienen mal dadas, y sus pensiones, su sanidad, su educación ...corren peligro, cuando eso les pase, recen o protesten, ustedes verán.

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25 agosto 2011

Ante la reconquista, las barbas a remojo

Estos días de sotanas y banderitas multicolores, las guitarras afinadas en las sacristías para acompañar cursis melodías, en vez de anunciar cambios en los movimientos religiosos pensando en su futuro como organizaciones de masas influyentes, nos retrotraen al pasado más rancio, desde este presente en el que se encuentran incómodos y solo acompañados por una minoría de fanáticos y una mayoría de seguidores de convencionalismos sociales aderezados de costumbrismo santero que no parecen ser capaces de asumir los límites que han de separar al Estado de la Iglesia. Seguimos considerando la del Papa una visita de Estado, un encuentro entre dos jefes de estado, con la ocupación de Madrid y el aparato del Estado al servicio de una confesión religiosa con sede en la catedral de la Almudena (por cierto, palabra árabe para designar a una pequeña ciudad).

El hastío de tanto simplismo doctrinal en el que se le dice al joven preparado y culto que ya sabemos que estás jodido, pero no te preocupes, sé buen fiel y haz propaganda entre los tuyos, ya verás cómo así llevas mejor lo del paro, si no te sirve así siempre tendrás la salida de meterte a cura, que es una especie de funcionario. Este hastío, decía, me lleva a recordar lo leído sobre la Barcelona de 60 años atrás, los años 51 y 52.

Recuerden una España sin salir de la autarquía, sin reconocimiento de EEUU y sin concordato vaticano. España de penuria y miseria en la que Barcelona ya apunta maneras para sobresalir. Dejando a un lado al residual maquis en la montaña y sin esperanzas de que los aliados occidentales nos perdonen y dejen de apoyar a la dictadura, no quedaba otra que empezar la oposición. En 1951 se produce una de las primeras manifestaciones, un aumento brutal del precio del tranvía provoca un boicot de dos semanas, la policía no puede actuar, el ejército no tiene contra qué. Al final se anula la subida y alcalde y gobernador son cesados.

Hay venganza, como siempre, y un puñado de anarquistas son fusilados en el campo de la Bota. Hay más reacciones e inmediatamente se aceleran los pasos para la organización en Barcelona del Congreso Eucarístico Internacional al año siguiente (los peor hablados le llamaron La Olimpiada de la hostia). No hay mejor guía para esos momentos que Juan Goytisolo, él mismo reconoce al presentar sus Obras Completas que en su Don Julián trata de recrear un espacio virtual entre el Paralelo y Montjuic durante los fastos y ceremonias del Congreso del 52; lógicamente ni intenta pasarlo por la censura franquista pese a que es oblicua la crítica religiosa, política y social, pero no deja al margen el lavado de cara de la ciudad para turistas y peregrinos, la destrucción de las chabolas próximas a la Diagonal y al trayecto del Nuncio, todo sirve de hilo conductor para las correrías de los personajes por el puerto y la Barceloneta.

Ejemplo clarísimo de simbiosis triunfante entre dictadura y jerarquía católica que se retroalimenta en el Concordato del 53, en del 79 y que sigue vigente como si en este país nada hubiese cambiado. Pero el problema es que esos tratados internacionales no han cambiado, pero la sociedad sí, y hay que reconquistarla. No tendría que haber razones para el pesimismo, pero vemos a los creacionistas del Tea Party, el talibán que nos rodea, los nórdicos zumbados y nos encontramos aislados, resistiendo, pero a ver si empezamos a hacernos notar y ponemos las barbas a remojo.

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16 agosto 2011

Varitas mágicas en Londres

Dicen las malas lenguas malintencionadas que los males causados por los malditos revoltosos británicos hay que cortarlo de raíz. Es exactamente lo mismo que argumentan los defienden la situación establecida en Siria, Israel, Chile, Egipto, Túnez... Marruecos, como hace unos pocos años ya en la banlieu de París. Pero lo que proponen todos es cortar las manifestaciones, no las causas de las protestas, múltiples y variadas. Es el caso del médico que con el antitérmico corta la fiebre, pero no busca la infección que la produce.

Postúlese usted como mago de cuento y que con su varita mágica de ciencia ficción pudiese cambiar la sociedad a su antojo. Usted diseñó una sociedad perfecta, aparentemente, en la que el mercado y los medios de comunicación funcionan a la perfección como difusores de los magníficos productos de consumo, caros, eficaces, adictivos. Pero olvidó usted el pequeño detalle de que el acceso a ese consumo está muy limitado, al final sólo unos pocos tienen posibilidad de disfrutar de esos bienes en forma de tecnología, el resto, los no privilegiados, lo tienen vedado, no pueden acceder y, lo que es peor, no ven una posibilidad verosímil de llegar a ello aunque sea con todo el esfuerzo del mundo.

Como su facultad de mago se lo permite, puede escarbar un poco y encontrar que esos chavales no tienen tablet ultramoderno ni el superteléfono ni la más elemental formación, ni la más mínima vivencia en valores ciudadanos, que son el producto de lo que se ha sembrado desde un par de generaciones hacia atrás, generaciones de infrapoblación marginada, con padres marginados, también sin educar, que puede ser que aún no tengan hambre física de forma generalizada, pero les falta un cuarto de hora.

El desmantelamiento de los servicios públicos británicos fue tan salvaje que sólo se podría haber esperado lo que hoy sucede, la solución policial, sí, pero ¿qué más?

Personalmente creo que por muy poderosa y valiosa sea su varita mágica, poco podrá hacer para deshacer los desatinos perpetrados, el daño es mucho mayor y lo veo irreparable con reformas de medio pelo y sacudidas con el código penal en ristre, ellos no saben calcular lo que puede significar el código penal y usted no puede meter a una generación en la cárcel con su varita mágica.

Podría suceder que, como en otras crisis, empiece a llover dinero cuando se vea la luz de la salida y que esa lluvia calme a las fieras, pero me da en la nariz que eso no va para pasado mañana. Si nos fiamos de lo que la historia nos enseña, esos países siempre se fueron al garete, pero lo malo es que antes eran naciones independientes, empresas nacionales, economías y monedas bastante independientes y hoy ya no es así, el que caiga, arrastra y si la burguesía que mandó hasta ahora y que lo hizo mal, tal y como se ve, se cabrea, ya tenemos al fascismo, con otras formas, pero fascismo real, con formas grotescas a lo Berlusconi o Intereconomía, o con las de verdad.

Por lo tanto ojo avizor a los que se le llena la boca con lo copagos sanitarios, los cheques escolares y la atención a las dependencias con decretos de juguete. Como decía el sabio, les puede salir la cocha mal capada, con perdón de la cara de usted.

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09 agosto 2011

Cumpliendo años con Juan Marsé

Me van a permitir que en este folio les embauque y les confunda. Me gustaría hablarles de los cumpleaños y también de la última novela de Marsé.

No hace mucho me comentaban que era una buena costumbre felicitarse en el cumpleaños, pero no unos a otros, eso es lo habitual, sino felicitarse a uno mismo, hacerse un pequeño o gran homenaje, sin sustituir lo que les salga de dentro de los prójimos, y seguir el estado de ánimo de cada cual.

Es verdad que no hacen falta grandes gastos ni autoinvitarse a un crucero, sino simplemente darse un capricho; pero no comparto estas celebraciones a plazo fijo porque suelen traer aparejados recuerdos, acontecimientos que poca alegría atraen, van asociados a personas y vivencias que en pocas ocasiones reconforta recordar, es más, los regalos asociados a los recuerdos traen a remolque culpas, desgracias, el propio destino. Seguramente los jóvenes actuales tampoco tendrán un gran recuerdo de sus cumpleaños, puede ser que el año que llegó la ansiada consola en medio de una fiesta en casa, como siempre o, si son más jóvenes, en la fiesta en la pizzería, después del cine. Lo normal es que el recuerdo del paso del tiempo te lleve a la nostalgia y a los recuerdos compulsivos. Aquí es donde entra Caligrafía de los sueños, la última novela de Marsé. Evidentemente no tengo la certeza, pero sí la convicción, de que las retrospecciones de Marsé, su memoria vital grabada con martillo y cincel en las páginas de sus novelas enmarca sus ficciones y nos obliga a refrescar nuestra memoria, nuestros cumpleaños inmediatos, o nuestro imaginario más próximo formado a golpes y desengaños acompañados de sus primeros personajes, desde Pijoaparte o Teresa hasta hoy. Comentando ya, les diré que el mismo Marsé se reconoce en el personaje que a mediados de los cuarenta centra la novela, Ringo tiene quince años y se nos presenta como habitante casi perpetuo en el bar de la señora Paquita, allí ensaya tecleando sobre la mesa las partituras de piano que ya no puede tocar porque su familia ya no puede seguir pagando las lecciones. En esa taberna del barrio de Gracia, se nos muestra la historia de amor entre Vicky Mir y el señor Alonso: ella, una mujer madura, masajista de profesión, fantasiosa e idealista; él, un hombre mayor resultón que empezó sus visitas para curarse un pie y ha acabado formando parte del escenario doméstico. Allí viven junto a Violeta, la hija de la señora Mir, hasta el domingo fatídico en el que Vicky se echa a las vías de un tranvía intentando un suicidio imposible y patético, mientras el señor Alonso desaparece para no volver. Lo único que queda de él es una carta que prometió escribir y que Vicky estará esperando y deseando hasta la locura, mientras Violeta se luce por el barrio, rechazando admiraciones e indiferente a los halagos.

Ringo -Marsé- recrea su vida, escucha, lee, y finalmente empezará a escribir las palabras de lo que será un relato. La vida de Ringo y la historia de los amantes se cruzará y allí aparecerán las razones de las tristes caligrafías, de los tristes cines, de la triste ciudad y su triste periferia, de triste futuro. Marsé reconoce sus cumpleaños y sus tristes recuerdos.

Seguramente no sea la norma y ustedes puedan disfrutarlo felices, pero recuerden aquel otro relato de Luis Sepúlveda, Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, en el que se nos cuentan las fatigas de los gatos encargados de la custodia de un huevo de gaviota y de enseñar a volar al poyuelo que nacerá. Solo vuela el que se atreve a hacerlo.

02 agosto 2011

El optalidón de ayer y hoy

La tía Matilde nunca se levantaba de su sillón, en aquel piso señorial del centro burgués del ensanche, de aquella acomodada familia venidera a tal situación por favores agradecidos de los poderes asentados en la ciudad y por el beneficio oscuro e inmoral del estraperlo en la posguerra.

Allí se iba a rendir pleitesía, a pedir favores, económicos -mayormente de urgencia vital- , concedidos siempre con la venia del consorte, practicante en cirugía menor y corrupción al por mayor.

Pero bueno, no estamos hoy para analizar memorias históricas, sino para hablar de optalidones. Aquellas pastillitas rojizas se despachaban en las oficinas de farmacia, sin recetas ni gaitas, eran drogas baratas y, sobre todo, eran un remedio efectivo e imprescindible. No sé si la tía Matilde tomaba optalidones, pero cuando la familia más cercana visitaba a la tía Matilde, sí tenía que tomarse un par de grageas más de las ordinarias con el carajillo de sobremesa. Los días en los que había que humillarse ante la tía Matilde la dosis tenía que ser mayor. Eran así los efectos secundarios de la historia con minúsculas que se sufrían así, día a día, ellas condenadas a la dependencia de las anfetaminas y a barbitúricos varios en la composición del optalidón, para aguantar penas, penas de mujer, de mujeres desgraciadas por hombres desgraciados; penas como las de hombres, también desgraciados naufragando en el vaso de licor madrugador.

Los que lo pueden recordar no tienen conciencia de consumo legal de drogas durante los años 50 y 60, eran principios activos indispensables para mantener activa a la población femenina, su sometimiento y docilidad eran indispensables, pero su actividad también lo era, si en aquel momento se hubiese cambiado la composición -tal y como se hizo en los 80, reduciendo y cambiando ciertas maldades químicas- el país se hubiese hundido, muchas familias se hubiesen caído en el pozo sin fondo, sin el sostén femenino, la célula social por excelencia hubiese hecho aguas.

Años después pareció que hubiese sido Francisco Umbral el que pusiera de moda el optalidón y la copita de acompañamiento, la sociedad bienpensante se escandalizó, pero sus aspavientos solo sacaron a la luz lo que la realidad alumbraba desde décadas atrás de rancio franquismo. Poco han cambiado las cosas, se sigue sobreviviendo en cualquier taberna de pueblo bajo los efectos del vino del año y de los cuatrocientos euros que pueden venir del más allá de la realidad palpable de la misericordia y se sigue viviendo porque el bueno del médico de cabecera te receta un ansiolítico imprescindible para levantarse de la cama y hacer filigranas todos los días para repartir los cuatrocientos euros y que haya potaje en la mesa para todos los que lo necesiten en el clan.

Ya no es la tía Matilde la que sufraga las limosnas, ahora es el estado del bienestar el que paga ansiolíticos y garbanzos.

¿Es esto el bienestar que algunos quieren conservar a toda costa porque es una necesidad inmediata o es lo que otros consideran superfluo y por lo tanto hay que recortarlo?

www.lafelizgobernacion.blogspot.com
La tía Matilde nunca se levantaba de su sillón, en aquel piso señorial del centro burgués del ensanche, de aquella acomodada familia venidera a tal situación por favores agradecidos de los poderes asentados en la ciudad y por el beneficio oscuro e inmoral del estraperlo en la posguerra.

Allí se iba a rendir pleitesía, a pedir favores, económicos -mayormente de urgencia vital- , concedidos siempre con la venia del consorte, practicante en cirugía menor y corrupción al por mayor.

Pero bueno, no estamos hoy para analizar memorias históricas, sino para hablar de optalidones. Aquellas pastillitas rojizas se despachaban en las oficinas de farmacia, sin recetas ni gaitas, eran drogas baratas y, sobre todo, eran un remedio efectivo e imprescindible. No sé si la tía Matilde tomaba optalidones, pero cuando la familia más cercana visitaba a la tía Matilde, sí tenía que tomarse un par de grageas más de las ordinarias con el carajillo de sobremesa. Los días en los que había que humillarse ante la tía Matilde la dosis tenía que ser mayor. Eran así los efectos secundarios de la historia con minúsculas que se sufrían así, día a día, ellas condenadas a la dependencia de las anfetaminas y a barbitúricos varios en la composición del optalidón, para aguantar penas, penas de mujer, de mujeres desgraciadas por hombres desgraciados; penas como las de hombres, también desgraciados naufragando en el vaso de licor madrugador.

Los que lo pueden recordar no tienen conciencia de consumo legal de drogas durante los años 50 y 60, eran principios activos indispensables para mantener activa a la población femenina, su sometimiento y docilidad eran indispensables, pero su actividad también lo era, si en aquel momento se hubiese cambiado la composición -tal y como se hizo en los 80, reduciendo y cambiando ciertas maldades químicas- el país se hubiese hundido, muchas familias se hubiesen caído en el pozo sin fondo, sin el sostén femenino, la célula social por excelencia hubiese hecho aguas.

Años después pareció que hubiese sido Francisco Umbral el que pusiera de moda el optalidón y la copita de acompañamiento, la sociedad bienpensante se escandalizó, pero sus aspavientos solo sacaron a la luz lo que la realidad alumbraba desde décadas atrás de rancio franquismo. Poco han cambiado las cosas, se sigue sobreviviendo en cualquier taberna de pueblo bajo los efectos del vino del año y de los cuatrocientos euros que pueden venir del más allá de la realidad palpable de la misericordia y se sigue viviendo porque el bueno del médico de cabecera te receta un ansiolítico imprescindible para levantarse de la cama y hacer filigranas todos los días para repartir los cuatrocientos euros y que haya potaje en la mesa para todos los que lo necesiten en el clan.

Ya no es la tía Matilde la que sufraga las limosnas, ahora es el estado del bienestar el que paga ansiolíticos y garbanzos.

¿Es esto el bienestar que algunos quieren conservar a toda costa porque es una necesidad inmediata o es lo que otros consideran superfluo y por lo tanto hay que recortarlo?

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De águilas y buitres

No crean que se me da ahora por rememorar la fauna ibérica de Rodríguez de la Fuente, pero es que las últimas declaraciones del presidente de la patronal, el señor Rossell, recién llegado a la cúpula de la CEOE, le alteran a uno las transaminasas. 

En primer lugar, no se ha cortado un pelo, todo blas puede constatarlo, ya que se ha dirigido a los trabajadores públicos como prepotentes e incumplidores, sin tener en cuenta los sacrificios salariales y los recortes que vienen sufriendo, unos trabajadores que durante los últimos años han contribuido a la solución de la crisis, directa o indirectamente, que mientras la sociedad se endeudaba a gran velocidad, la deuda pública y y la privada, mientras la inflación crecía a un 4%, sus salarios lo hacían al 2%. Esto pasó durante los últimos 10 años. 

Y vino la crisis y el sector público siguió dando muestras de moderación al admitir la práctica congelación salarial (0.3%) y la merma del 5% de la media de sus salarios. 

En segundo lugar, de dónde vienen las andanadas, ni más ni menos de un señor que se permite el lujo de dinamitar el diálogo social, el capítulo más importante de la reforma laboral y la negociación colectiva, cuatro días después de ser nombrado, saltándose a la torera los intereses de trabajadores y empresarios de este país. 

Ya anunciaba maneras cuando era el jefe de los empresarios catalanes, su aversión a lo público era notoria. ¿Qué interés tiene? ¿le guía el bien público? ¿solo busca ahorrar impuestos? Olvídense de todas esas majaderías, aquí estamos a lo que estamos, esto es, al negocio fácil en el transporte público, en los medios de comunicación, en la dependencia, es decir, estamos a la busca y captura de la cartera de clientes fáciles, sin olvidar la educación y la sanidad. 

Mirándolo bien no se trata más que de diferenciar a las aves de presa que pelean su sustento a diferencia de las carroñeras, buitres y similares, que la mayoría se aprovechan de lo que dejan como sobras los reales depredadores. Hay perspicaces águilas o halcones que cazan en buena lid, que presentan batalla a sus adversarios. Rosell no es de estos, gana en los despachos, en los lobbys de las multinacionales y sobre todo, en los pasillos de las cámaras parlamentarias. 

Mientras tanto, la sociedad civil sigue pensando que tenemos que trabajar más, que ganamos demasiado, que lo que por nosotros estos buenos próceres antes de despedirnos es impagable y que los culpables de todo son los malditos funcionarios, que ni nos curan, ni nos enseñan, ni apagan los fuegos ni nos protegen de los malhechores. 

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El tutor en la ESO: hay gente pa tó

Se abrió cierta polémica en la prensa sobre las tutorías en la ESO, es decir, sobre esa hora semanal que el responsable de un curso de adolescentes pasa a solas con ellos, con los alumnos sobre los que tiene mayor responsabilidad. 

Recuerdo, mejor dicho, no recuerdo la figura del tutor en la juventud del largo y viejo bachillerato, la relación profesor-alumno era la de él mandaba y tú obedecías, él decía lo que tenías que vomitar en el examen y, si tú lo hacías, aprobabas, si no lo hacías, suspendías. Solamente en casos de gamberrismo lindante con la delincuencia, la familia era avisada, normalmente para imponer las raciones complementarias de bofetadas y castigos. 

Como se sabe desde hace siglos, lo complementario es lo que falta para la perfección, podríamos concluir que aquello era perfecto, tres elementos del conjunto que se ignoraban y configuraban la tríada, el triunvirato ideal. Uno de los vértices salía seriamente perjudicado, el otro infravalorado, pero qué le vamos hacer, la vida era así. 

Con el tiempo, con algo de modernidad y democracia -que siempre ayudan- las familias comenzaron a tener derecho a ser informadas, a saber cómo le iba a su retoño, podrían visitar al tutor y preguntarle si le premiaba o le castigaba, si necesitaba clases particulares o ya era un desecho de quirófano educativo. El tutor pontificaba examinando -en el mejor de los casos- su libreta de anotaciones o se fiaba de su intuición para saber quién era el hijo de la madre que tenía delante y ella de marchaba tranquila o bajando santoral del cielo al tiempo que se defecaba en la familia más directa del tutor. 

Cierta mejoría hubo entonces, se franqueaban las puertas del sancta sanctorum de la sabiduría, aunque fuese para recibir aceite de ricino en dosis proporcionales a las facultades intelectuales de su hijos. 

Pasó más tiempo y el tutor, por fin, pudo acceder -si puso voluntad en ello- al conocimiento más directo del grupo de alumnos a su cargo, de organizar ciertas actividades conjuntas, de diseñar un sociograma, de averiguar si hay maltratados, marginados, genios o hiperactivos, de saber quien es el líder, de establecer contactos individuales y de conocer enfermedades leves como una miopía o hechos graves como una agresión sexual en el propio domicilio y poder acudir al juez. 

Les podría parecer exagerada esta descripción, pero como le dijo el torero a Ortega -al saber que era filósofo- hay gente pa tó, pero ese aparente ratito de ocio, la hora de tutoría, ha sido muy beneficiosa para el sistema, ha salvado embarazos no deseados, abandonos escolares prematuros, relaciones personales, problemas de salud...en resumen, ha implicado mucho más a los profesores en sus relaciones con los alumnos. 

En Madrid, en el Madrid de Esperanza Aguirre, ya no necesitarán esa hora de convivencia, se dedicará a chapar más geografía o más química. No sé yo qué puso la presidenta en su balanza para eliminar al tutor, pero yo sí les cuento que guardo algún buen recuerdo de algún profesor, por sus conocimientos o pericia al impartirlos, pero raro fue al que volví a saludar por la calle. 

Pregunte hoy usted a los profesores si sus exalumnos les paran, les saludan, les siguen haciendo partícipes de sus progresos en los estudios, en el trabajo...en su vida. No creo que esa horita semanal sea la única causa, pero algo ayuda. 

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