07 marzo 2017

La Europa de la educación está a años luz

http://www.laopinioncoruna.es/opinion/2017/03/07/europa-educacion-anos-luz/1159279.html

"Nosotros no coligamos Estados, nosotros unimos a las personas"
Jean Monnet 1952
Así es, como los planetas que acaban de descubrir a distancias con ceros infinitos. Esta Europa de los mercados que regresa para quedarse intercambiando mercancías y olvidándose de las personas, nunca se preocupó de la educación, más allá de la convalidación de títulos por intereses laborales, más allá de la parte que le tocaba en los informes mercantilistas (PISA, TALIS?) y del chasco de Bolonia en la educación superior sin buenos frutos en las cosechas ya recogidas.
La razón la encontraremos en el nacionalismo con sus diferentes matices. Se le usa por motivos económicos, los más quieren formar a los suyos para que trabajen para ellos, menos en España que se les forma para emigrar. Otros motivos políticos, ideológicos, religiosos hay entre los dirigentes de las naciones que quieren perpetuarse; pocos países en Europa han trazado la línea clara entre el estado y las iglesias dominantes, que luchan como gato panza arriba defendiendo sus parcelas de poder y control.
Por aquí no nos falta de nada, habíamos dado un salto de gigante y, poco a poco, el derecho a la educación se degrada. El jueves, día 9, habrá otra jornada de protesta de la comunidad educativa recordando que quiere ser bien tratada por la ley, que las escuelas siguen abiertas y precisan medios materiales y humanos. En resumen, insistiendo como siempre en los puntos débiles.
Pero en esta Europa educativa no cuecen las habas a la misma temperatura ni se cocinan con la misma receta, hay para todos los gustos, veamos un par.
Por ejemplo, el Reino Unido tiene crisis de docentes, es decir los encuentra con dificultad y tiene problemas para que se queden en la enseñanza si les aparece otro futuro laboral, sin la sobrecarga de trabajo y los bajos salarios que padecen. Seis sindicatos de la enseñanza se han unido para defender estas reclamaciones ante las administraciones, que hasta ahora han ignorado el problema de atraer y conservar buenos profesionales en sus aulas, sin salarios en caída libre, sin las presiones administrativas que soportan.
Frente a este escenario ya se imaginan que tendríamos que poner el idílico panorama finlandés, con docentes duramente seleccionados, perfectamente filtrados y formados, que -con su disciplina luterana- adquieren un compromiso al servicio de estudiantes y familias a cambio de respeto, reconocimiento social y un salario digno, pero no elevado. El espíritu comercial no tiene espacio en un sistema educativo, que se rige por una especie de código ético que recientemente han suscrito 16.000 docentes en el congreso Educa, del sindicato OAJ, comprometiéndose a respetar los valores más elementales de justicia y equidad en la escuela, a poner sus conocimientos y esfuerzos al servicio del crecimiento personal e individual del alumnado. En fin, no hay Europa en la educación, pese a Aristóteles, Séneca o Averroes.

Nos conformamos con poco en martes de Carnaval

http://www.laopinioncoruna.es/opinion/2017/02/28/conformamos-martes-carnaval/1156955.html

"Los españoles han echado al último Borbón, no por Rey, sino por ladrón".
Ramón María del Valle-Inclán.
Un día como el de hoy, martes de Carnaval, pese a que vemos lo que vemos a diario, en la mayoría de casos, somos complacientes con nuestra realidad mientras damos cuenta -a mantel puesto- de las diferentes partes del puerco degustadas en estas fechas además de los postres y licores; en resumen, estamos satisfechos ya que hemos protestado con unas cuantas coplas o chirigotas, nos hemos burlado del poderoso con un gracioso disfraz, nos rebelamos mandándonos mensajes al móvil con montajes ocurrentes criticando y burlándonos de Blesa, Rato, la Infanta, su socio, el presidente murciano o cualquier otro que estos días esté en el candelero judicial sin pisar penitenciaría alguna.
Esta es la realidad; incluso cuando tratamos de cambiarla, aceptamos a la perfección que gran parte de lo que vemos sirve para sustentar aquello que internamente valoramos de forma negativa y elevamos a héroes que encarnan lo mejor de la sociedad a los dudosos que, a pesar de no tener un comportamiento ejemplar, suponemos que gozan de un buen fondo.
Podemos escoger tres enfoques al enfrentarnos con estos personajes, desde abajo, los admiramos; nos compadecemos de su realidad de igual a igual o nos elevamos moralmente y los juzgamos.
En la trilogía Martes de Carnaval (1930), Valle-Inclán no habla de la fiesta de hoy, habla de Marte, el dios de la guerra, y de los "martes", los poderosos y sus ejércitos ridículos en una especie de Carnaval perpetuo, en un esperpento.
Así explicaba Valle-Inclán qué es el esperpento, proyectar una imagen grotesca de la realidad para poder apreciarla mejor, plasmando en las voces de sus personajes las críticas directas al sistema según le importa. Allí fueron reunidas por compartir críticas sobre todo al estamento militar o sobre el concepto de honor y además de, por supuesto, ser una corriente de pensamiento generalmente contraria a las fuerzas superiores: gobierno (críticas a Primo de Rivera), Iglesia (justificadora generalmente del honor calderoniano) o el ejército, como revelan las actitudes de los personajes militares de los tres esperpentos (valgan sus personajes principales: el profanador Juanito, el desgraciado don Friolera y el golpista General).
Nos puede sorprender y desagradar que alguien se haga con el atuendo de un enterrado, o que se asesine a quien se ama por la honra o que, ante un equivocado asesinato, haya quien trate de sacar provecho; pero lo cierto es que nuestro mundo está repleto de casos peores, y al final lo que más nos duele es que Valle-Inclán esté apuntando a las llagas que como sociedad tratamos de ocultar.

Estos tres esperpentos no son solo una denuncia contra la corrupción del ejército, contra los "martes", militares fantochescos, ellos solo son el símbolo de una sociedad corrupta por acción de corruptores y corrompidos o por omisión de los espectadores, nosotros, que ya no necesitamos tantos espejos deformadores para saber de qué realidad somos cómplices.