24 julio 2007

Dándole vueltas a la función de la escuela (I)

Se han revuelto los ánimos de ciertos lectores con lo dicho aquí el martes pasado, sobre los salarios de los profesores, que si qué va a ser eso de que todos no cobren lo mismo... Ni que decir tiene que mantengo el mismo criterio, sin no hay igual trabajo no ha de haber igual salario y, ya puestos a meter el dedo en el ojo, comprobemos cómo se hace lo que se está haciendo, si se está haciendo bien y quien debe cambiar el modo de hacer las cosas, así, en general. que ya son legión los que dicen que ya está bien de lamentarse por las esquinas. No sólo los profesores, sino todo bicho viviente tienen que opinar sobre lo mal que van las cosas de la escuela. A lo mejor vale la pena dedicarle unas jornadas veraniegas y recalentarse un poco las neuronas reflexionando sobre lo que significa hoy aprender y enseñar. Si partimos de la base de que las sociedades tradicionales han pasado a mejor vida, que las nuevas formas de organización son más inestables, nos daremos cuenta en el momento de que la situación de superioridad del antiguo enseñante no es la misma, no es suficiente para conseguir el predominio del profesorado sobre el alumnado y comprobaremos sobre la marcha la inoperancia y la inutilidad de los sistemas educativos como mecanismos para compensar las desigualdades de origen, que es para lo que nacieron y para lo que sirvieron hasta ahora. El proceso educativo está puesto en cuestión a cada momento por sus mismos destinatarios que no se ven allí preparados para nada importante ni útil. El profesor justifica su salario sacudiendo estopa culterana ante sus presuntos discípulos y éstos, en el mejor de los casos hacen que aprenden para tenerlos contentos. Este cambio del que hablamos está asociado a otros de más calado. Por ejemplo, seguimos pensando que el valor y el papel de la familia ha de ser y seguir siendo el mismo que hace décadas. Podemos seguir diciendo años y años que lo blanco es negro, pero estos haciéndonos trampa. Trampas que no sólo vienen de los dos argumentos manidos y sobados hasta la saciedad: la incorporación de la mujer el mercado de trabajo y la importancia de los medios de comunicación, pero por sí solos no condicionan las virtudes o los fracasos de los sistemas.

20 julio 2007

La ministra de Educación suspende y le quedan pendientes para septiembre

Pues es cierto que la ministra de Educación ha dejado tarea sin hacer este mes de julio y aún así el presidente Zapatero renueva su confianza en ella y conserva la .Cartera. Pero pongamos en antecedentes a los ajenos al mundo educativo, el MEC desde hace muchos, muchísimos años tiene pendiente la elaboración de un Estatuto Docente, es decir, algo así como una recopilación de todas las normas laborales que gobiernan la vida del profesional del profesor desde que comienza su carrera hasta que se jubila, sus promociones, sus perspectivas de mejora, su reconocimiento social... algo que ocurre en cualquier empresa. Pero aquí no, aquí siempre se premió el sedentarismo, el falso igualitarismo como condiciones intrínsecas del funcionario. El pasado 18 de abril parecía que se abría una puerta tras la que había algo de luz, el MEC presentaba borrador y en él incluía cuatro puntos que dejaban entrever un futuro prometedor; en algún caso no era más que pagar una pequeña cuenta pendiente; desde hace dos años el MEC debe unos míseros euros de un complemento a todo el profesorado, reconoce la deuda, pero no la paga. Más importante todavía en la regulación de la jubilación anticipada a partir de los 60 años, sé que la medida no tiene que ser muy popular, que hay profesiones que también desgastan mucho física e intelectualmente. Los profesores pueden acogerse a ella desde el año 90, más o menos, pero nadie sabe cuándo se acabará la posibilidad, lo que le piden al MEC es saber que se tiene esa perspectiva y llegado el momento se podrá utilizar o no dependiendo de las condiciones en las que se encuentre el interesado. Pero lo más relevante desde el punto de vista social y profesional es todo lo referente a la promoción y a la carrera profesional. Fíjense ustedes un maestro, puede cursar una licenciatura, un doctorado, los máster que le dé la gana, que a la administración le importa un rábano, si quiere enseñar en niveles superiores, para los que está capacitado académicamente que se busque la vida de otra forma que la administración no reconocerá su esfuerzo. Y no digamos nada de un profesor de instituto que haya hecho acopio suficiente para brindar su experiencia a la Universidad, a ese más le vale que se apunte a Operación Triunfo. Seguro que usted también conoce a profesores que echan en su trabajo más horas que el reloj, que organizan semanas culturales y científicas, que llevan a sus alumnos a museos, conciertos, viajes... que ponen a funcionar páginas web, bibliotecas... y todo por amor al arte, a la administración le importa un comino premiar, facilitar, reconocer, recompensarles -económicamente, sí, sin tapujos- mediante un sistema de acreditaciones de méritos objetivos, evaluables y accesibles para todos que significasen que el docente mejorase profesionalmente y el sistema educativo recibiese los beneficios de esta dedicación exclusiva e intensiva. Esperemos que en septiembre la ministra tenga las tareas hechas y en uno de esos golpes de efecto que tanto gustan a su jefe, nos sorprenda y no busque conflictos que nadie quiere.

10 julio 2007

Veinte minutos de gloria

Recuerdo el revuelo que se armó cuando Jorge Semprúm aceptó la cartera de Cultura en un gobierno de González, no era un político sino un intelectual de prestigio con pasado activista, se le negó el pan y la sal. Algo que no recuerdo ocurriese cuando Jack Lang aceptó la misma cartera en un gobierno francés. Es cierto que alguien puede decir que la profesión del servidor público está desprestigiada, pero también lo está la de periodista, la de juez o la de profesor, por razones ajenas al comportamiento de la mayoría. No sé qué impulsos pueden provocar la demonización de Bernat Soria por aceptar su puesto en Sanidad, ya le están llamando asesino en ciertos medios. Es cierto que destaca en el mundo profesional, en la investigación; pero también en la gestión, puesto que tuvo que buscarse la vida cuando la caverna ideológica vetó sus investigaciones con las células madre embrionarias y tuvo que irse a Singapur o cuando tuvo que regresar y fue desahuciado en Valencia y aceptado en Andalucía. Si eso no son avatares políticos, que me pellizquen, que no lo entiendo. Si este señor tiene cuatro buenas ideas para mejorar la política sanitaria en España, que se le dé una oportunidad, capacidad de gestión le queda muy poca, que los conselleiros de turno son los que mandan. Si además eso sirve para mejorar la imagen de Zapatero y él se lo cree, es su problema; pero quiero defender con cabezonería que nada hay más honrado que un buen profesional ponga su capacidad de trabajo al servicio de sus vecinos como concejal del pueblo más remoto o como ministro del gobierno de su país. Después llegan las acusaciones de vanidad, de afán de conseguir los veinte minutos de gloria, de pasar a la posteridad; pero eso nos pasa a todos y tenemos derecho a ejercerlo y no necesariamente secuestrando al director de una oficina bancaria para salir en los papeles. La mayoría se conforma cuando es capaz de relatar un gesto de valentía o de simple desinhibición; colma su autoestima una simple aventurilla en la mili y sirve a muchos para tener tema de conversación en todas las nochebuenas y fiestas de guardar. La sociedad española maltratará a Bernat Soria y a todo aquel que se atreva a dar el paso de ese Rubicón que es el servicio público. Aquí estamos acostumbrados al intelectual puro y casto, al científico tan neutral que vota con guantes de quirófano, que cuando se aventura a la gestión publica se le tacha de mediocre, vendido y a saber lo que estará buscando. Por favor, un poco de seriedad; es cierto que un partido puede buscar nombres de éxito en el mundo científico y cultural para reforzar su mensaje electoral, unos encuentran a Normal Duval y otros al que dedica su esfuerzo y sus ansias para ver mejorada la calidad de vida de los diabéticos de todo el mundo. A pesar de los obispos.

03 julio 2007

Del sentido común

Omuy despistado estuve últimamente o muy poquita importancia se le dio en los medios a la actuación del diputado nacionalista en las Cortes españolas y representante de su grupo en la Comisión de Defensa que entendía del proyecto de Ley de la Carrera Militar, el señor Rodríguez Sánchez, don Francisco. Pues bien, la postura de este parlamentario me ha sorprendido gratamente. Yo, que esperaba un gran alegato contra los ejércitos opresores sobre Galicia

-siempre una colonia española para el señor Rodríguez- me encuentro con que su apoyo es prácticamente incondicional, excepto en un matiz que después comentaré. El resto del abanico parlamentario discrepó por diferentes razones: los populares, porque sí, IU, por sus planteamientos pacifistas y el resto de los nacionalistas -vascos, canarios, catalanes...-, porque no recibieron nada a cambio, como siempre.

El voto de los nacionalistas gallegos me deja en un sinvivir y ya no sé si es que el modelo de ejército español ha cambiado tanto que no lo conoce ni la madre que lo parió o que los nacionalistas gallegos se han convertido a la socialdemocracia atlantista más blandengue y melosa de todo el continente. Los de siempre, tan malpensados como siempre, me dicen que nada de nada, que todo tiene que ver con los pactos de las municipales, con los futuros presupuestos y con el encanto personal del presidente del Gobierno.

No sé qué pensar, quizá lo único que ocurre es que el último de los coroneles de la UPG no tiene quien le escriba o que sufrió un ataque de sentido común. Pese a todo, genio y figura, hasta en su enmienda rechazada que pretendía sustituir Nación por Estado, para referirse a España. Problema de gran calado, sobre todo para un lingüista como don Francisco.

Cambiando de tema, pero sin brusquedades, observen con qué naturalidad evolucionó el decreto que regula la enseñanza del gallego desde mis comentarios del martes pasado. Después del tirón de orejas del Consello Consultivo de la Xunta, el viernes vio la luz en el DOG con la complicidad de medio PSOE y la oposición del otro medio y del PP. Es cierto que el decreto incorpora algunas modificaciones, pero la sustancia es la misma y ante ella no puedo dejar de manifestar dos opiniones. La primera tiene que ver con la postura del PP, camaleón lingüístico donde los haya, que desarrolló bajo su égida la ley de normalización, consensuó con la oposición todo cuanto decreto, norma o instrucción versó sobre el tema y ahora que ve las urnas pelar, pone las suyas a remojar; pero a mí no me la da.

La otra, lógicamente es más optimista, tiene que ver con la misma realidad que se percibe después de muchos años de viejo conocimiento del sentido común de la mayoría del profesorado gallego, que siempre ha sabido donde estaba, a la altura de las circunstancias, que siempre ha sabido hacerse entender, en gallego, en castellano y por señas y seguirá haciéndolo mientras no le toquen más las narices. Los modelos excluyentes vasco-catalanes lo tienen difícil por estos lares. Aquí siempre pesa más el BCB (bueno, carallo, bueno) del profesor Moralejo.