Ante tamaño esfuerzo de galleguismo triunfante la mismísima mesa camilla de Ramón Piñeiro temblaría de satisfacción.
Temblar no tiemblan, aplauden a rabiar los benefactores del la humanidad de la Mesa-Taburete de la Normalización y hasta el mismísimo colega diputado nacionalista en Cortes, que no ceja en sus esfuerzos laudatorios a la Conselleira de Educación. Yo no sé lo que ella piensa, pero haciendo el esfuerzo de ponerme en sus zapatos sospecho que estas alabanzas coligen que algo está haciendo mal.
Los acordantes hablan de consenso, entre ellos, difunden el ensimismamiento entre sus cúpulas tremendamente alejadas de la realidad: unos consensúan porque si quedasen fuera les llamarían nacionalistas españoles de derechas, otros lo hacen porque les llamarían nacionalistas españoles de izquierdas y los otros consensúan porque les llamarían nacionalistas gallegos intransigentes. Para unos es el tope, para otros es el punto de partida. En resumen, creo que nadie que se mueva en el mundo de la izquierda puede avalar que se imponga una lengua de escolarización, ni para que se salve ni para que deje de salvarse.(...)