En
una reciente conversación salió el cansino tema de Cataluña y, sin saber cómo,
apareció Baroja en la tertulia y su novela César
o nada; no le di más importancia hasta que, al poco, la asociación me vino
al magín; primero recordando a Vázquez Montalbán (O César o nada) y después al impío don Pío de los viejos manuales
de bachillerato, con el cesarismo de los candidatos a las más altas
magistraturas, señores Mas y Rajoy. El carácter, la ambición por llegar a la
cima, nos suenan en esta trifulca artificiosa y ya lo sentía Baroja, su filosofía y su estética resuenan a Stendhal
y Nietzsche, el tema del hombre que emplea todo su vigor, sin remilgo alguno,
sin miramientos morales, en alcanzar la cumbre de la sociedad sigue presente
hoy.
Baroja
nos cuenta el ascenso político de César Moncada en dos escenarios, uno es Roma
y los esfuerzos del joven César, sobrino de un cardenal, para formarse en la brega política y ganar algún
tipo de influencia que le ayude a empezar su carrera. Todo ello desde una
posición cínica que le lleva a, pese a ser anticlerical convencido, no
despreciar las posibles ayudas de su tío cardenal, o de cualquiera que le haga
conseguir un acta de diputado. El segundo escenario transcurre en Castro Duro,
César ha conseguido por fin iniciar y culminar con éxito su carrera política,
entre los engranajes del caciquismo y la corrupción de la época, descritos con
tono ácido y buscando la regeneración de la vida política. Sin duda la visita
del protagonista a Roma, extasiado por la historia de los Borgia, le retrotrae
a Julio César con un paralelismo pasmoso. Un joven Baroja acostumbrado a
retratar el lumpen y que ahora nos describe negocios, tramas económicas, con
solvencia, sin perder la llaneza de su pluma todoterreno, que enhebra
diferentes visiones de la sociedad de su tiempo la rancia nobleza, el atraso de
la industria, la pobreza del pueblo, la corrupción de los políticos… los males presentes
a principios del siglo XX…
Sin
salirnos de la trama, hay que ir a Vázquez Montalbán que en, O César o nada, nos deja una novela que trata
de explicar la historia humana que hay detrás de la ascensión de los sobrinos
del Papa Calixto III, el valenciano Alfonso Borja, que conforma un ciclo
familiar con el papa Alejandro VI y los hijos de éste, César y Lucrecia, y se
cierra con Francisco de Borja, uno de los inspiradores de la Contrarreforma ; Se
les presenta, saltando en el tiempo, como seguidores de Lucky Luciano: en cualquier negocio lo más importante es no
ser el muerto, y como introductores de la modernidad en los crímenes,
porque cualquier Estado se funda en un asesinato herméticamente cerrado en una
caja, que será razón de Estado con Maquiavelo. Creo que a cuento de este tema
fue el valenciano Joan Fuster quien dijo: En
aquel tiempo todos eran asesinos, pero los nuestros eran mejores.
Ya
me contarán cómo queda lo de Mas y Rajoy.