28 agosto 2007

Polémicas de agosto: himnos y áreas metropolitanas

Dejamos el martes pasado la pluma en ristre defendiéndonos de las agresiones del sectarismo de todos los días que toca poder y trata de que nos comportemos como delincuentes convictos y confesos por culpa de una ele de más o de menos. Menos mal que nos quedan ediles dignos, aunque nos enteremos tarde de sus gestos más o menos testimoniales. Este es el caso del alcalde en funciones que se empeña en pronunciar el topónimo mayoritariamente usado o el del concejal que asiste a la toma de posesión luciendo corbata de luto. Todo esto podría ser delito.

Pero polemizar no ha de ser delito, para ello comprueben que descolocados los ha dejado a todos el conselleiro Méndez Romeu resucitando la Cuidad de las Rías, desde Bergantiños a Ortegal; curiosas están siendo las reacciones, desde la del que se ve sin poltrona y sin razón de ser como ente provincial a la de quien se ve como alcalde metropolitano, ombligo geográfico y comercial de la nueva área. Es curioso ver cómo lo primero es ver si encajo en el nuevo puzzle y después ya se hablará de puentes, de trenes de cercanías, de billete metropolitano, de cesión de competencias municipales y provinciales, incluso de la lógica desaparición, por profundo anacronismo de determinados ayuntamientos y diputaciones.

Les apuesto algo a que el problema mayor será el nombre del engendro en cuestión y la lengua en la que se escriba, seguiremos pasando la vida traduciendo letreros al gallego.

En la otra orilla encuentren ustedes el récord de las declaraciones vacías que, sin duda baten Fraga y Quintana, el primero se enorgullece una vez más de todas las fechorías del franquismo y de su colaboración en las mismas; resumiéndolo todo en la imagen del ciervo abatido, de múltiples cuernos de múltiples puntas... que todo forma parte de su sentido cristiano de las cosas.

El segundo oculta su inoperancia política con la Ley de Dependencia -una perita en dulce por la que matarían gestores eficaces- centrando sus prioridades en que los niños de los mandilones de las galescolas aprendan quiénes somos los ignorantes, los fieros y duros, los imbéciles y oscuros que no le entendemos.

Mientras tanto tenemos otras polémicas con las que entretenernos, son delictivas, pero nadie lo sabe; es el caso del pinchazo de las burbujas inmobiliarias y financieras de chiringuito montadas por los liberales estadounidenses, que están dejando como la barriga de Carpanta las reservas de los bancos centrales del mundo liberal y aún nadie nos ha explicado qué repercusiones tendrá en los euríbores de nuestros pecados.

Tampoco han de preocuparse de que nuestros industriales de las eléctricas, con sus fantásticos monopolios de falsete, no dejen de repartir dividendos a costa de dejar sin suministro a sus paganos usuarios y que sean las autoridades públicas las que pongan la cara para que se la partan los nacionalistas catalanes, insaciables ellos por definición.

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21 agosto 2007

Denso agosto de traducciones

Nos está cayendo un agosto movidito, aquí parece que no descansa ni el gato e incluso parece, que desde los lugares de descanso se aprovecha el tiempo, el poco tiempo que queda hasta la campaña de las elecciones generales sin haberse recuperado aún de la resaca de las municipales, para lanzar las andanadas correspondientes.

Hoy que tendríamos que estar ocupados comentando las peripecias del chaval francés al que quieren empapelar por tener una muy buena traducción pirata del último Harry Potter, apenas podemos lamentarnos de una sociedad que persigue la difusión cultural y denuncia reivindicando el lucro cesante causado por el jovenzuelo de habilidades precoces.

Que alguien les explique a los jóvenes traductores piratas que sus delitos de lesa patria por traición mercantil son terriblemente mayores que el vandalismo pandillero, que la quema de coches en las noches de protesta. Porque lo suyo no es una cuestión lingüística superficial, es el torpedear a la todopoderosa editorial Gallimard en la línea de flotación. Hay que callarlo a toda costa y ponerle puertas al campo de internet. Ilusos. La versión castellana que circula por mi casa estos días, es muy correcta. Seguramente también somos delincuentes peligrosos. Como los de las portadas de El jueves, carne de secuestro judicial. ¡Traduzca usted algo, hombre¡

Por otra parte también me entero de que ha habido intentos o consumaciones de traducción del puesto de trabajo del responsable de los museos científicos coruñeses, que su renombre internacional en todos los idiomas no es suficiente aval para la concejalía de cultura coruñesa de la que han tomado posesión recientemente los nacionalistas. Supongo que le habrán rebajado el sueldo y su lugar en el escalafón; pero nada habrán podido hacer con su prestigio.

El colmo parece que ha sido el amago de traducción de la Casa de las Ciencias, parece ser que se conforman con suprimir la preposición y el artículo y conservar los dos sustantivos, algo es algo; no les tachen de radicalismo localista.

Parece ser que también hubo un intento de traducir los contenidos de las interpretaciones de la Sinfónica, que salen muy caras. Ahí sí que me pierdo, puesto que mi incultura musical roza lo vergonzoso. Dejar de tocar las polonesas de Chopin a cambio de negras sombras, me deja sin sentido, es romanticismo puro y duro en ambos casos, es nacionalismo puro y duro en ambos casos, es elitismo en ambos casos.

Supongo que también les habrían llegado a los oídos las mismas guerras de banderas de todos los años en el País Vasco y las mismas banderías de rácana negociación con los catalanes. No es que sean serpientes de verano, son las mismas víboras, áspides, boas y cascabeles que buscan presa aprovechando el cambio climático del que habla aquel despistado: frío en el norte y calor en el sur.

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14 agosto 2007

Dándole vueltas a la función de la escuela (y IV)

La semana pasada ya teníamos en el candelero a todo el colectivo docente, pero hurgando en el problema, también habrá que poner en la picota a sus formadores y, sobre todo, el sistema universitario que se ocupa de dotar de profesionales a las escuelas y los institutos.

No sólo los talluditos, sino también -lo creo sinceramente- muchos jóvenes profesionales han pasado por un sistema academicista sin compasión, que sirve para nada más que para reproducir esquemas obsoletos ya en el momento de su inicial formulación y que para el alumnado destinatario del mismo también son absolutamente inútiles.

Pocos habrán disfrutado del otro extremo, el absolutamente practicista, consistente en sumergir al futuro docente en su futuro medio ambiente, así sin red y sin seguro a todo riesgo.

No sé si existe el punto medio, justo entre ambas vías; hay quien piensa en que maestros y pedagogos recién formados salen de las facultades pletóricos, repletos de pensamiento progresista, bien elaborado; pero que se desvanece a las primeras de cambio en los primeros años de la vida profesional. La razón de este fracaso es fácil de buscar y de encontrar: ante la falta de referentes reales, de pasamanos en los que apoyarse, el novicio tira por el camino más fácil, que normalmente no es el correcto, pero es el único que conoce de primera mano: es el que sufrió y, con seguridad, es el que tiene más cerca entre sus colegas. Todos los proyectos que trae en su mochila se desmoronan y se sumerge en la práctica tradicional reaccionaria y memorística.

Empezando a concluir diremos que ha de fomentarse el papel del profesor como investigador sobre su propia actividad, sólo de esa forma detectará los límites de su práctica, los impedimentos que dificultan su labor de generar nuevo conocimiento.

Pero este profesor-investigador ha de ser autónomo. Sí, se habla mucho de la libertad de cátedra y de varias zarandajas más, pero a la hora de la verdad en las aulas nos encontramos con currículos cerrados, con lo que los profesores se abandonan en manos de las editoriales y sus libros, tan apañados ellos.

Pero no está todo perdido, hay posibilidades de formación permanente de los docentes, siempre que sea voluntaria, vinculada a la práctica real y a sus necesidades, que tenga como referente un contexto concreto y singular, que se haga en equipo, de forma flexible...

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07 agosto 2007

Dándole vueltas a la función de la escuela (III)

El martes pasado dejamos el hilo empezando a hablar de la necesidad de otra formación del profesorado, como consecuencia de la nueva escuela y de sus nuevas necesidades.

A propósito de esto, puede ser que hayan leído en la prensa nacional la carta de una profesora de instituto que confesaba no haber conseguido a lo largo de una dilatada carrera profesional explicar a sus alumnos de bachillerato ni el veinte por ciento de sus conocimientos.

Menos mal, pensé con bastante maldad, porque si seguimos este esquema el profesor de educación infantil va sobrado si sabe sumar y silabear con faltas de ortografía, que sus alumnos de tres años poco más le exigirán.

Seguramente la profesora sea una erudita en su disciplina y sus alumnos salgan ganando, puesto que se habrán librado de una tortura innecesaria. Sin duda en su caso hay una sólida formación científica, no sabemos si actualizada o no, aplicable en muchos campos, pero seguramente poco útil por si sola en la educación de adolescentes.

Esta es una actividad compleja que exige continua evolución por tres razones de Perogrullo, las ciencias avanzan que es una barbaridad, la sociedad cambia a pasos agigantados y la metodología, los recursos educativos se trasforman y evolucionan sin tregua.

Teniendo presente este panorama no podemos decir que el profesional de la educación no deba tener una sólida formación científica, pero lo importante es que no sea sólo una formación inicial, de poco sirve captar para la escuela los mejores expedientes académicos de los recién graduados en la universidad, si no tenemos la garantía de que serán capaces de seguir siendo líderes activos en su área de conocimiento. Aunque no se lo crean hay quien sigue enseñando a los cincuenta años lo mismo que aprendió a los veinte. Ese no se enteró de que no sólo debe ser un profesional de sus ciencias o sus artes sino que también debe ser poseedor de los instrumentos que las adaptan a la realidad para que puedan ser asimiladas por las generaciones a las que educa, es decir, para generar conocimiento.

La realidad que padecemos nos indica lamentablemente que un alto porcentaje de profesores acude a la enseñanza rebotado de otras profesiones, sobre todo los que se han titulado en ciencias experimentales, es decir, que entre que no sabes hacer y que no te gusta lo que tienes que hacer, el fracaso está garantizado. Después se le llamará fracaso escolar y se dirá que los niños no estudian.

02 agosto 2007

Dándole vueltas a la función de la escuela (II)

Hablábamos la semana pasada de los factores que influyen en los cambios sociales y, por lo tanto de los cambios en la escuela, detengámonos unos momentos en nuestros alumnos de hoy.

Pensemos en las fuentes de información que llegan al niño de forma fragmentada y desordenada que hacen que el chaval se vea desde muy pequeño realmente abrumado e incapaz de asimilar los estímulos exteriores. Y que conste que no estamos sólo hablando de las horas de pantalla televisiva, informática... que consume el chaval. Esa escuela y esa familia que antes formaban ciudadanos, que reproducían simplemente un esquema conocido desde antaño: Yo pertenezco a una familia de papá y mamá, estudio para ser un hombre de provecho, lo seré con seguridad, como todos y también formaré una familia antes de los 25, como todos.

Este esquema está dejando de existir a pasos agigantados por mucho que se empeñen los conservadores y sus liturgias. ¿Hay que lamentarse? Seguramente de algo sí, aquel modelo económico garantizaba más la igualdad de oportunidades del ciudadano, de sus derechos y deberes.

Hoy ese ciudadano se está transformando en un mero consumidor, en un cliente. Los neoconservadores han conseguido imponer cada vez con más insistencia la famosa libertad de elección, lógicamente sólo patrimonio de aquellos que se lo pueden pagar.

Por eso seguramente la Educación para la Ciudadanía llegue demasiado tarde, cuando ya no queden ciudadanos que educar y lo que haya que hacer sea compensar su contenido con la educación del consumidor, de su autodefensa frente a la mundialización.

Es decir o la escuela se pone las pilas para conseguir el desarrollo autónomo del sujeto, que se plantee y consiga la construcción de su aprendizaje autónomo o se convertirá en algo inútil de solemnidad. Es aquí cuando nos tenemos que detener, con calma y repensar -como se dice ahora- la función del docente, su finalidad como interventor para provocar y facilitar el aprendizaje, lo que será relevante en el futuro de sus alumnos.

El modelo de escuela que hoy conocemos nace en la España de los setenta y aparece como una revolución frente al escolasticismo dominante. La formación del profesorado se adaptó a las necesidades de la escuela y de la sociedad cambiante del momento, hubo un relevo generacional en los enseñantes. Cumplió su objetivo.

Treinta años después nos encontramos con un panorama completamente distinto, el que acabamos de esbozar y aquella generación de profesores ya no puede dar cuenta de la nueva labor que se le presenta, su formación no es la adecuada, sus mecanismos de trabajo tampoco, por lo tanto urge recomponer el sistema desde la base.

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