07 agosto 2007

Dándole vueltas a la función de la escuela (III)

El martes pasado dejamos el hilo empezando a hablar de la necesidad de otra formación del profesorado, como consecuencia de la nueva escuela y de sus nuevas necesidades.

A propósito de esto, puede ser que hayan leído en la prensa nacional la carta de una profesora de instituto que confesaba no haber conseguido a lo largo de una dilatada carrera profesional explicar a sus alumnos de bachillerato ni el veinte por ciento de sus conocimientos.

Menos mal, pensé con bastante maldad, porque si seguimos este esquema el profesor de educación infantil va sobrado si sabe sumar y silabear con faltas de ortografía, que sus alumnos de tres años poco más le exigirán.

Seguramente la profesora sea una erudita en su disciplina y sus alumnos salgan ganando, puesto que se habrán librado de una tortura innecesaria. Sin duda en su caso hay una sólida formación científica, no sabemos si actualizada o no, aplicable en muchos campos, pero seguramente poco útil por si sola en la educación de adolescentes.

Esta es una actividad compleja que exige continua evolución por tres razones de Perogrullo, las ciencias avanzan que es una barbaridad, la sociedad cambia a pasos agigantados y la metodología, los recursos educativos se trasforman y evolucionan sin tregua.

Teniendo presente este panorama no podemos decir que el profesional de la educación no deba tener una sólida formación científica, pero lo importante es que no sea sólo una formación inicial, de poco sirve captar para la escuela los mejores expedientes académicos de los recién graduados en la universidad, si no tenemos la garantía de que serán capaces de seguir siendo líderes activos en su área de conocimiento. Aunque no se lo crean hay quien sigue enseñando a los cincuenta años lo mismo que aprendió a los veinte. Ese no se enteró de que no sólo debe ser un profesional de sus ciencias o sus artes sino que también debe ser poseedor de los instrumentos que las adaptan a la realidad para que puedan ser asimiladas por las generaciones a las que educa, es decir, para generar conocimiento.

La realidad que padecemos nos indica lamentablemente que un alto porcentaje de profesores acude a la enseñanza rebotado de otras profesiones, sobre todo los que se han titulado en ciencias experimentales, es decir, que entre que no sabes hacer y que no te gusta lo que tienes que hacer, el fracaso está garantizado. Después se le llamará fracaso escolar y se dirá que los niños no estudian.

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