02 agosto 2007

Dándole vueltas a la función de la escuela (II)

Hablábamos la semana pasada de los factores que influyen en los cambios sociales y, por lo tanto de los cambios en la escuela, detengámonos unos momentos en nuestros alumnos de hoy.

Pensemos en las fuentes de información que llegan al niño de forma fragmentada y desordenada que hacen que el chaval se vea desde muy pequeño realmente abrumado e incapaz de asimilar los estímulos exteriores. Y que conste que no estamos sólo hablando de las horas de pantalla televisiva, informática... que consume el chaval. Esa escuela y esa familia que antes formaban ciudadanos, que reproducían simplemente un esquema conocido desde antaño: Yo pertenezco a una familia de papá y mamá, estudio para ser un hombre de provecho, lo seré con seguridad, como todos y también formaré una familia antes de los 25, como todos.

Este esquema está dejando de existir a pasos agigantados por mucho que se empeñen los conservadores y sus liturgias. ¿Hay que lamentarse? Seguramente de algo sí, aquel modelo económico garantizaba más la igualdad de oportunidades del ciudadano, de sus derechos y deberes.

Hoy ese ciudadano se está transformando en un mero consumidor, en un cliente. Los neoconservadores han conseguido imponer cada vez con más insistencia la famosa libertad de elección, lógicamente sólo patrimonio de aquellos que se lo pueden pagar.

Por eso seguramente la Educación para la Ciudadanía llegue demasiado tarde, cuando ya no queden ciudadanos que educar y lo que haya que hacer sea compensar su contenido con la educación del consumidor, de su autodefensa frente a la mundialización.

Es decir o la escuela se pone las pilas para conseguir el desarrollo autónomo del sujeto, que se plantee y consiga la construcción de su aprendizaje autónomo o se convertirá en algo inútil de solemnidad. Es aquí cuando nos tenemos que detener, con calma y repensar -como se dice ahora- la función del docente, su finalidad como interventor para provocar y facilitar el aprendizaje, lo que será relevante en el futuro de sus alumnos.

El modelo de escuela que hoy conocemos nace en la España de los setenta y aparece como una revolución frente al escolasticismo dominante. La formación del profesorado se adaptó a las necesidades de la escuela y de la sociedad cambiante del momento, hubo un relevo generacional en los enseñantes. Cumplió su objetivo.

Treinta años después nos encontramos con un panorama completamente distinto, el que acabamos de esbozar y aquella generación de profesores ya no puede dar cuenta de la nueva labor que se le presenta, su formación no es la adecuada, sus mecanismos de trabajo tampoco, por lo tanto urge recomponer el sistema desde la base.

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