10 julio 2007

Veinte minutos de gloria

Recuerdo el revuelo que se armó cuando Jorge Semprúm aceptó la cartera de Cultura en un gobierno de González, no era un político sino un intelectual de prestigio con pasado activista, se le negó el pan y la sal. Algo que no recuerdo ocurriese cuando Jack Lang aceptó la misma cartera en un gobierno francés. Es cierto que alguien puede decir que la profesión del servidor público está desprestigiada, pero también lo está la de periodista, la de juez o la de profesor, por razones ajenas al comportamiento de la mayoría. No sé qué impulsos pueden provocar la demonización de Bernat Soria por aceptar su puesto en Sanidad, ya le están llamando asesino en ciertos medios. Es cierto que destaca en el mundo profesional, en la investigación; pero también en la gestión, puesto que tuvo que buscarse la vida cuando la caverna ideológica vetó sus investigaciones con las células madre embrionarias y tuvo que irse a Singapur o cuando tuvo que regresar y fue desahuciado en Valencia y aceptado en Andalucía. Si eso no son avatares políticos, que me pellizquen, que no lo entiendo. Si este señor tiene cuatro buenas ideas para mejorar la política sanitaria en España, que se le dé una oportunidad, capacidad de gestión le queda muy poca, que los conselleiros de turno son los que mandan. Si además eso sirve para mejorar la imagen de Zapatero y él se lo cree, es su problema; pero quiero defender con cabezonería que nada hay más honrado que un buen profesional ponga su capacidad de trabajo al servicio de sus vecinos como concejal del pueblo más remoto o como ministro del gobierno de su país. Después llegan las acusaciones de vanidad, de afán de conseguir los veinte minutos de gloria, de pasar a la posteridad; pero eso nos pasa a todos y tenemos derecho a ejercerlo y no necesariamente secuestrando al director de una oficina bancaria para salir en los papeles. La mayoría se conforma cuando es capaz de relatar un gesto de valentía o de simple desinhibición; colma su autoestima una simple aventurilla en la mili y sirve a muchos para tener tema de conversación en todas las nochebuenas y fiestas de guardar. La sociedad española maltratará a Bernat Soria y a todo aquel que se atreva a dar el paso de ese Rubicón que es el servicio público. Aquí estamos acostumbrados al intelectual puro y casto, al científico tan neutral que vota con guantes de quirófano, que cuando se aventura a la gestión publica se le tacha de mediocre, vendido y a saber lo que estará buscando. Por favor, un poco de seriedad; es cierto que un partido puede buscar nombres de éxito en el mundo científico y cultural para reforzar su mensaje electoral, unos encuentran a Normal Duval y otros al que dedica su esfuerzo y sus ansias para ver mejorada la calidad de vida de los diabéticos de todo el mundo. A pesar de los obispos.

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