03 julio 2007

Del sentido común

Omuy despistado estuve últimamente o muy poquita importancia se le dio en los medios a la actuación del diputado nacionalista en las Cortes españolas y representante de su grupo en la Comisión de Defensa que entendía del proyecto de Ley de la Carrera Militar, el señor Rodríguez Sánchez, don Francisco. Pues bien, la postura de este parlamentario me ha sorprendido gratamente. Yo, que esperaba un gran alegato contra los ejércitos opresores sobre Galicia

-siempre una colonia española para el señor Rodríguez- me encuentro con que su apoyo es prácticamente incondicional, excepto en un matiz que después comentaré. El resto del abanico parlamentario discrepó por diferentes razones: los populares, porque sí, IU, por sus planteamientos pacifistas y el resto de los nacionalistas -vascos, canarios, catalanes...-, porque no recibieron nada a cambio, como siempre.

El voto de los nacionalistas gallegos me deja en un sinvivir y ya no sé si es que el modelo de ejército español ha cambiado tanto que no lo conoce ni la madre que lo parió o que los nacionalistas gallegos se han convertido a la socialdemocracia atlantista más blandengue y melosa de todo el continente. Los de siempre, tan malpensados como siempre, me dicen que nada de nada, que todo tiene que ver con los pactos de las municipales, con los futuros presupuestos y con el encanto personal del presidente del Gobierno.

No sé qué pensar, quizá lo único que ocurre es que el último de los coroneles de la UPG no tiene quien le escriba o que sufrió un ataque de sentido común. Pese a todo, genio y figura, hasta en su enmienda rechazada que pretendía sustituir Nación por Estado, para referirse a España. Problema de gran calado, sobre todo para un lingüista como don Francisco.

Cambiando de tema, pero sin brusquedades, observen con qué naturalidad evolucionó el decreto que regula la enseñanza del gallego desde mis comentarios del martes pasado. Después del tirón de orejas del Consello Consultivo de la Xunta, el viernes vio la luz en el DOG con la complicidad de medio PSOE y la oposición del otro medio y del PP. Es cierto que el decreto incorpora algunas modificaciones, pero la sustancia es la misma y ante ella no puedo dejar de manifestar dos opiniones. La primera tiene que ver con la postura del PP, camaleón lingüístico donde los haya, que desarrolló bajo su égida la ley de normalización, consensuó con la oposición todo cuanto decreto, norma o instrucción versó sobre el tema y ahora que ve las urnas pelar, pone las suyas a remojar; pero a mí no me la da.

La otra, lógicamente es más optimista, tiene que ver con la misma realidad que se percibe después de muchos años de viejo conocimiento del sentido común de la mayoría del profesorado gallego, que siempre ha sabido donde estaba, a la altura de las circunstancias, que siempre ha sabido hacerse entender, en gallego, en castellano y por señas y seguirá haciéndolo mientras no le toquen más las narices. Los modelos excluyentes vasco-catalanes lo tienen difícil por estos lares. Aquí siempre pesa más el BCB (bueno, carallo, bueno) del profesor Moralejo.

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