02 agosto 2011

El tutor en la ESO: hay gente pa tó

Se abrió cierta polémica en la prensa sobre las tutorías en la ESO, es decir, sobre esa hora semanal que el responsable de un curso de adolescentes pasa a solas con ellos, con los alumnos sobre los que tiene mayor responsabilidad. 

Recuerdo, mejor dicho, no recuerdo la figura del tutor en la juventud del largo y viejo bachillerato, la relación profesor-alumno era la de él mandaba y tú obedecías, él decía lo que tenías que vomitar en el examen y, si tú lo hacías, aprobabas, si no lo hacías, suspendías. Solamente en casos de gamberrismo lindante con la delincuencia, la familia era avisada, normalmente para imponer las raciones complementarias de bofetadas y castigos. 

Como se sabe desde hace siglos, lo complementario es lo que falta para la perfección, podríamos concluir que aquello era perfecto, tres elementos del conjunto que se ignoraban y configuraban la tríada, el triunvirato ideal. Uno de los vértices salía seriamente perjudicado, el otro infravalorado, pero qué le vamos hacer, la vida era así. 

Con el tiempo, con algo de modernidad y democracia -que siempre ayudan- las familias comenzaron a tener derecho a ser informadas, a saber cómo le iba a su retoño, podrían visitar al tutor y preguntarle si le premiaba o le castigaba, si necesitaba clases particulares o ya era un desecho de quirófano educativo. El tutor pontificaba examinando -en el mejor de los casos- su libreta de anotaciones o se fiaba de su intuición para saber quién era el hijo de la madre que tenía delante y ella de marchaba tranquila o bajando santoral del cielo al tiempo que se defecaba en la familia más directa del tutor. 

Cierta mejoría hubo entonces, se franqueaban las puertas del sancta sanctorum de la sabiduría, aunque fuese para recibir aceite de ricino en dosis proporcionales a las facultades intelectuales de su hijos. 

Pasó más tiempo y el tutor, por fin, pudo acceder -si puso voluntad en ello- al conocimiento más directo del grupo de alumnos a su cargo, de organizar ciertas actividades conjuntas, de diseñar un sociograma, de averiguar si hay maltratados, marginados, genios o hiperactivos, de saber quien es el líder, de establecer contactos individuales y de conocer enfermedades leves como una miopía o hechos graves como una agresión sexual en el propio domicilio y poder acudir al juez. 

Les podría parecer exagerada esta descripción, pero como le dijo el torero a Ortega -al saber que era filósofo- hay gente pa tó, pero ese aparente ratito de ocio, la hora de tutoría, ha sido muy beneficiosa para el sistema, ha salvado embarazos no deseados, abandonos escolares prematuros, relaciones personales, problemas de salud...en resumen, ha implicado mucho más a los profesores en sus relaciones con los alumnos. 

En Madrid, en el Madrid de Esperanza Aguirre, ya no necesitarán esa hora de convivencia, se dedicará a chapar más geografía o más química. No sé yo qué puso la presidenta en su balanza para eliminar al tutor, pero yo sí les cuento que guardo algún buen recuerdo de algún profesor, por sus conocimientos o pericia al impartirlos, pero raro fue al que volví a saludar por la calle. 

Pregunte hoy usted a los profesores si sus exalumnos les paran, les saludan, les siguen haciendo partícipes de sus progresos en los estudios, en el trabajo...en su vida. No creo que esa horita semanal sea la única causa, pero algo ayuda. 

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