27 octubre 2009

Debates legislativos pervertidos en la calle

Miles de personas se han manifestado este fin de semana en Compostela y en Madrid, la palabra libertad lucía con esplendor en todos los lemas y consignas coreadas. Pero en un caso se reclamaba libertad para hablar gallego -se supone que en la intención de nadie cabría la posibilidad de que se pudiese vetar ninguna lengua- y en el otro se reclamaba la libertad para seguir pateando los derechos de las mujeres a ser madres cuando lo deseen. Como todas las libertades, la mejor es la que empieza por uno mismo, pero siempre es preciso aunar, animar a los adeptos para lo que hay que argumentar, coordinar objetivos que permitan urdir un entramado asequible y aceptado por la mayoría silenciosa. Para ello nada mejor que buscar una buen y falso debate que soliviante la polémica y descerraje la caja de las iras del susceptible de ser soliviantado. Esa mayoría silenciosa siempre fue en realidad una mayoría acongojada y controlada con el fútbol bien programado y con grandeshermanos consumidos con abundante desequilibrio psíquico. Los debates que provocaron las manifestaciones del sábado y domingo fueron precedidos de actuaciones o amenazas legislativas, fuere por la posible pérdida de poder editorial del gallego en la enseñanza o fuere la aclaración y actualización de la ley del aborto. En ambos casos se aprovecha para pedir la dimisión de los gobiernos, por si acaso. En el caso del idioma podría ser muy fácil llegar a acuerdos lógicos, aceptables por todos, pero va a resultar que las minorías lo estropeen y por lo tanto el personal siga inorando las leyes que se crucen en su camino. En el caso del aborto es distinto, los poderes más o menos visibles, la jerarquía eclesiástica, nunca tuvieron enfrente un gobierno que les recordase cuáles eran sus sacristías o cuarteles y su ámbito de influencia, que les obligase a respetar las normas, como a los niños. Tanto es así que se creen poseedores del derecho a legislar en materia sanitaria. El acuerdo es lógicamente imposible. La educación afectiva, emocional, sexual no se encuentra en niveles mínimamente aceptables, hubo avances, seguramente, comparada con la del nacional catolicismo, pero seguimos teniendo un porcentaje de embarazos no deseados altísimo, y no sólo de adolescentes, que terminan con abortos alegales, clandestinos y peligrosos. Ante tales fechorías sólo caben educación o represión. La clave de bóveda suele estar en el entorno familiar y escolar, ambos pueden poner límites y reglas o pueden prohibir. Creo que ya está bien de tanta hipocresía sobre la tutela paterna a los 16 años para abortar o usar la píldora poscoital. Si esa joven no puede, porque no se atreve, hablar con sus padres antes de tomar esas decisiones, ¿de qué puede servir que el Estado le obligue a ello? Los jóvenes pueden ser irresponsables, pero sus padres lo son mucho más. Manejar a una masa informe e incivilizada es lo que reclamaban los manifestantes el pasado sábado en Madrid, someter conciencias. Por lo demás, y para terminar con el domingo, seguro que a pocos les importa el idioma en el que les entregan la carta de despido, pero los que quieran ejercer ese derecho deben reclamarlo sin desánimo.

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