10 noviembre 2009

Atenea y el espectrómetro no viven como gallegos

Atenea, Azenaia, nació de Zeus, de su cabeza abierta por un hachazo. Desde entonces, armada de pies a cabeza, vela por las Ciencias, aunque parece que este rincón del noroeste le quedó olvidado. Pese a que ahora está de moda vivir como gallego, ahora que resulta que el banco más viejo del lugar, el que lleva más tiempo exprimiendo las cartillas de los abuelos, se galleguiza por mercadotecnia; ahora que se llora por la galleguidad de las cajas al tiempo que se les echa en cara el dinero invertido en ladrillo levantino en vez de en leiras del país, este hombre no sé yo si quiere vivir como gallego o qué le pasó por la cabeza. Me refiero al investigador de la UDC -sí la universidad de aquí, la mejor de La Coruña-, para abandonar los Estados Unidos de América con un futuro seguro como científico de prestigio, de universidad en universidad, con todos los medios a su alcance, para dar con sus huesos aquí. Pues bien, sabrán que ese hombre salió un día a formarse como geólogo por el mundo adelante y, ya consolidado en la comunidad científica, se le ofrece la posibilidad de venir a esta Universidad a seguir trabajando y, de mil amores, se ofrece a partirse las neuronas en sus proyectos de investigación. El bueno del hombre encuentra acogida en el Instituto Xeolóxico Parga Pondal y consigue fondos europeos y nacionales -nada gratis, todo bien justificado- para financiar un artilugio cuyo nombre no me atrevo a repetir, porque eso de medir espectros suena a encuentros en la tercera fase, viajes en el tiempo? incluso alguna foto publicada semejaba algún túnel por el cual se transmutasen las partículas, brujería fina al fin y al cabo. Lo de menos es que el cacharro costase un millón de euros, que haya ocho en todo el mundo y que si el bueno de su usuario pilla la gripe no hay un interino en toda Europa que le cubra la baja. Pues bien, todo parece indicar que si no resucitan Ramón y Cajal, Severo Ochoa o el mismísimo Parga Pondal este buen hombre se verá obligado a marcharse y su maquinillo será saldado en una feria de segunda mano. Las razones son de lo más peregrino a los ojos de cualquier lego, son puramente administrativas y burocráticas. Nos están rompiendo la cabeza con la ley de la ciencia en proyecto y resulta que no hay un duro para la investigación, que va a ser la cenicienta de los presupuestos de la crisis en todas las administraciones. Los investigadores tendrán que irse otra vez y que les saquen jugo los países listos, que aquí no hay normas ni reglamentos para que se les pague el sueldo cutre con el que se les mantenía hasta ahora, y que conste que yo creo que les da lo mismo que les pague la universidad, la Xunta o el arzobispo. Si supiesen hablar portugués y jugar al fútbol sería otra cosa. Siempre pensamos que eran los poetas, los autores teatrales, los que se morían en la indigencia real o moral, pero sigue habiendo desgraciados también entre los descendientes de Atenea.

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