03 agosto 2010

BONO Y SU CONCIENCIA

Uno puede basar el sentido de su vida en su conciencia, es decir se puede inventar un ojo invisible, que le vigila constantemente, supuestamente le dice lo que está bien o lo que esta mal; es el mecanismo por el que las creencias, filosofías o religiones mantienen a sus adeptos, es algo así como no robo, no mato, por lo tanto soy bueno, por lo tanto puedo dormir tranquilo, mi conciencia me deja dormir. Es una forma de engañarse, muy extendida, pero que sólo sirve para engañarse. Hay quien vive esa existencia en la intimidad, sin molestar al prójimo, y a fin de cuentas con su pan se lo coma; pero están muy cerca los que airean a los cuatro vientos su supuesta conciencia, lo que les dicta ese ojo misterioso, los que tienen que estar justificando día a día minuto a minuto qué son y por qué son así, las razones que les llevan a actuar de una determinada forma, los que están en confesión perpetua, sin pudor y sin garantías de estar diciendo la verdad cada vez que invocan la certeza y bondad de sus palabras y obras. Dice el viejo latín excusatio non petita, accusatio manifesta. No sé si a estas alturas le ven alguna relación a lo que va de folio con el título, pero no me digan que el ejemplar provocador e inspirador de estos párrafos no tiene todos los números para que le toque la rifa de fariseo del centenario y créanme que no tendría que ser así, que yo durante mucho tiempo tuve un buen concepto de él, aunque sólo fuese por haber sido acusación particular, hace 30 años, contra los asesinos de los abogados de Atocha en el 77. Pero no sé, en treinta años todos damos vueltas y en esa trayectoria el señor Bono se empeñó en confundir su actividad pública con su vida privada y, sobre todo, cuando ambas se fundieron en el couché de revista, digital o de celulosa con colorines. Nadie me quitará de la cabeza, salvo argumentario muy poderoso, que este hecho, esta mezcolanza, ese continuo acudir a la tranquilidad de su conciencia, le ha perjudicado en algunas de sus aspiraciones. Puede ser que hayan sido sus circunstancias, lo que desde entonces le rodea, las que le hayan llevado por la senda, casi por el precipicio, de la mediocridad y del pijerío más recalcitrante. Con sólo un poquito de dialéctica en su vida se habría dado cuenta de que son sus hechos los que conforman su existencia, su conciencia y no al revés, que somos capaces de salir de un envoltorio de frikis con ansias de riqueza y aristocracia monetaria para ser en realidad lo que queremos ser, no lo que nos diga el ojo del gran hermano. Que no me venga con milongas de persecuciones y paranoias; el señor Bono se dejó querer y se dejó favorecer, él y sus circunstancias; parece ser que sobre todo sus circunstancias. Ahora vendrán los lamentos por las injerencias en la vida privada, ¿qué broma es esa? Pepe Pérez no tiene el mismo problema a no ser que se salte el código penal, entonces sí, saldrá en las páginas de sucesos, no en las del corazón, ni en las de los trapicheos. Es una pena que duerma tan tranquilo porque se crea en paz con su conciencia; él lo sabe, no es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino al contrario, su ser social es el que determina su conciencia.

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