31 diciembre 2009

Educación, crisis y Lisboa 2010 (II)

Esta segunda entrega intentará darles pequeñas muestras de cómo se encuentran algunos de los indicadores de los que, en Lisboa 2010, se considerarán como objetivos de referencia. Por ejemplo, y empecemos por los más cercanos, es cierto que tenemos una tasa de escolarización en educación infantil superior a la de la UE, pero no sabemos qué pasa con la población hasta los 2 años, los porcentajes bajan ostensiblemente y lo que es peor tampoco se especifica dónde se realiza la escolarización en educación infantil, si es en centros públicos, privados o concertados, ni qué proporción de alumnos de estas edades atienden unos y otros. Se advierten fuertes desigualdades entre Comunidades Autónomas en la escolarización infantil de primer ciclo, con tasas que en algunas comunidades superan con mucho la media nacional, con el País Vasco a la cabeza con el 93,3%, mientras que Andalucía marcha con el 12% o Galicia con el 29%; con todo, las cifras ofrecidas en el Informe para menores de 3 años son incompletas, porque las Administraciones Educativas sólo tienen competencias sobre estas edades en algunas Comunidades, aunque legalmente constituye un nivel educativo. Si analizamos otro de los factores que más alarma social causa, hemos de buscar los datos referentes al abandono escolar prematuro, son de suma importancia, puesto que su resultado yugula nuestro sistema educativo y sus posibilidades de expansión, mejora y convergencia a niveles europeos. Parece poco riguroso aventurar una previsión de abandono del 23,9% para el 2010, lo que supondría una mejora del 7,1%, cuando entre los años 2000 y 2007 ese indicador empeoró en nuestro país un 1,9%. Las diferencias de abandono escolar prematuro entre comunidades autónomas son considerables. Mientras el País Vasco, o Navarra tienen un porcentaje cercano al 15% en cifras próximas a las de la UE, tenemos a Andalucía al 38,0%, o a Galicia en un 22. Es cierto que las cifras de Galicia hay que contrastarlas con el 27 % en el 2000, podríamos echar las campanas al vuelo pero ya veremos que no hay datos para tanta juerga. Por ejemplo, si seguimos analizando otro indicador también específicamente español conectado con el anterior, como no podía ser de otra manera, arroja un paralelismo evidente. Los porcentajes de fracaso escolar en la ESO entre el año 2000 y el 2007 aumentaron un 4,2%. Sin embargo, la previsión que se hace para el 2010, en exceso optimista, es aumentar el porcentaje de titulados en ESO hasta el 76,2% o, lo que es lo mismo, reducir el fracaso escolar desde el 30,8 que teníamos en 2007, hasta el 23,8% que se establece como previsión para el 2010, previendo que se va a mejorar en tres años el 7%. Para mejorar tan significativamente como indican las previsiones oficiales este indicador de alumnado titulado en ESO, y el anterior de abandono escolar prematuro, sería necesario un conjunto de medidas contundentes y efectivas, y no sólo confiar en que la crisis y la falta de empleo derivarán en unos mejores resultados o en la mayor continuidad de los jóvenes en el sistema educativo. En cualquier caso, es indispensable un plan coordinado y con mayores inversiones para poder frenar el fracaso escolar, de manera que sea posible garantizar y mejorar en el futuro la cohesión social en nuestro país, hoy francamente amenazada. Aparquemos aquí el análisis y la semana próxima seguiremos con referentes a la secundaria postobligatoria, es decir al bachillerato y la formación profesional. www.lafelizgobernacion.blogspot.com

EDUCACIÓN, CRISIS Y LISBOA 2010 (I)

Trataremos en los próximos folios de analizar los objetivos que en materia educativa tendría que alcanzar nuestro país durante el año entrante, teniendo en cuenta que su formulación se produjo bastante antes de que hubiésemos entrado en las crisis económica que padecemos En el año 2000 el Consejo Europeo de Lisboa define como objetivo estratégico «convertir a Europa en la economía basada en el conocimiento, más competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer económicamente de manera sostenible con más y mejores empleos y con más cohesión social». Se inicia así la denominada Estrategia de Lisboa en la que se marcan los objetivos y los indicadores para mejorar los resultados educativos en los países miembros de la Unión Europea. A partir de ahí, se delimitan tres grandes objetivos estratégicos educativos que todos los países de la Unión deberían alcanzar en 2010 y que podríamos resumir en que el sistema ha de ser de mayor calidad y eficacia, de acceso más generalizado y fácil para todo el mundo Con el fin de valorar la evolución de los sistemas educativos, el Consejo Europeo de Bruselas de 2003 estableció seis puntos europeos de referencia, los benchmarks, que deberían lograrse antes de que concluya el 2010, son los siguientes I: abandono escolar prematuro no superior al 10%, II: llegar al 15% de licenciados/as en matemáticas, ciencias y tecnología, III: Alcanzar al menos el 85% de ciudadanos/as de 22 años que hayan cursado la enseñanza secundaria superior, IV: Disminuir por lo menos un 50% el porcentaje de ciudadanos/as de 15 años con rendimientos insatisfactorios en la aptitud de lectura, V: Alcanzar al menos el 12,5 % de participación en la formación permanente de la población adulta en edad laboral entre los 25 y los 64 años, VI: Incrementar el gasto público en educación en relación con el PIB. Complementariamente, en el año 2007 se fijan 16 indicadores clave, los core indicators, para hacer el seguimiento y medir el progreso de los países miembros hacia los objetivos de Lisboa en materia de educación y formación. De esos 16 indicadores, sólo 8 están en pleno uso, mientras que la otra mitad está en proceso de desarrollo. Los 8 indicadores en pleno uso hacen referencia a los siguientes aspectos más importantes, como son la educación infantil, el abandono escolar, las competencias en lectura y ciencias, la titulación en secundaria, la titulación superior, la formación de adultos, la movilidad internacional de los universitarios, en resumen, el nivel de estudios de la población. Estos indicadores y los seis benchmarks europeos estructuran el cuerpo de datos presentados en el Informe español 2008 sobre “Objetivos Educativos y Puntos de Referencia 2010”. En este Informe, lógicamente tiene una concreción en España, que se concreta en cuatro: Escolarización en educación infantil, Alumnado titulado en ESO, Varones titulados en los estudios de educación secundaria postobligatoria, y Graduados en formación profesional de grado superior. La inclusión de los cuatro los puntos de referencia específicamente españoles se justifica en virtud de tres objetivos calificados como de especial importancia para España, no tiene más remedio que aumentar la escolarización en las edades tempranas (0-3) y en las enseñanzas postobligatorias, tenemos que poner los medios para favorecer el éxito de todo el alumnado en la enseñanza obligatoria e impulsar el aprendizaje a lo largo de la vida, la ciudadanía, la igualdad de oportunidades y la cohesión social. Objetivos ambiciosos, sobre todo si tenemos en cuenta la realidad que nos muestran algunas cifras que iremos viendo.

15 diciembre 2009

Robar un libro: valor y precio

Begoña a los 16 de vez en cuando se acercaba por aquella librería de pititas y pirulas con pellejos que preguntaban cursiladas y compraban los libros, ya dedicados, que les hiciesen juego con las cortinas; de donsegundos, orondos abogados a la búsqueda de sus encargos que pagaban con favores y nunca en metálico; de donluises, viejos profesores muertos de hambre, que buscaban alimento, novedades contándose las monedas en el bolsillo, con más ganas que recursos para poder llevarse todo lo que les sería útil, lo que les haría felices por un ratito de lectura de poesía permitida o de novela tolerada, que siempre compartiría, que divulgaría, que terminaría siendo vitamina y propiedad de sus discípulos cuando se viese obligado a volver a cambiar de domicilio. Allí es donde a Begoña le entraban las ganas de llevarse lo legalmente ajeno, sólo había unos espejos fácilmente eludibles en momentos de aglomeración -los vigilantes de seguridad eran ciencia ficción- allí y entonces era cuando se apropiaba de los volúmenes de bolsillo. Su compañero Emilio era el encargado del cineclub que permitían celebrar aquellos frailes; tenía que recoger los rollos de películas de alquiler en la Renfe en un saco lleno de latas que casualmente coincidían con el tamaño de los LP. Una vez vaciadas eran muy útiles para ir a la tienda de discos del progre rico local y hacerse con las últimas novedades de free jazz; corrían de plato en plato hasta que llegaron las cintas de casete e hicieron la difusión más fácil. Eran objetos de alto valor y de mucho precio. Nadie le concedía el rango de acciones revolucionarias antisistema, pero esos objetos sólo podían estar a su alcance por la vía del consumo y no había otra vía de acceso. Ni Begoña ni Emilio tolerarían el plagio, la copia de la propiedad intelectual, la acción con auténtico dolo del poderoso que se atreve a atracar la propiedad del desconocido, fusilarle ideas y contenidos quedándose tan ancho, que saldría en la prensa una temporada, se defendería con más mentiras, contra la palabra de un paria, no hace falta poner ejemplos ahora porque están los más recientes en la mente de todos, pleitos interminables en los que ya termina la vida del ladrón y el robado sigue defendiendo su obra. Ahora parece que el robo es que Begoña y Emilio intercambian archivos informáticos en la Red que contienen música y cine, obras de mucho valor y mucho precio, pero la conclusión parece bastante obvia, un objeto puede ser muy valioso, pero su precio puede ser escaso si se deja al alcance de todos. Una canción o una película seguramente tienen un altísimo valor, unos costes empresariales de producción considerables, unos beneficios que todos los que intervienen en su producción quieren obtener, es decir, son objeto de alto valor y de altísimo precio, protegidos por la ley y que como las paletas de ibérico, no se pueden coger y llevar a casa porque te da la gana. Pero si te ofrecen la posibilidad de compartir su uso, no te pueden decir que es ilegal simplemente, ya no hay guardias jurados de la web, entras, coges y te vas sin pagar el precio altísimo de la etiqueta por un objeto de valor. Seguramente los propietarios de ese valor intelectual y sus productores tendrán que buscar otras formas de obtención de recursos económicos, el creador tendrá que proletarizarse y el intermediario calcular el riesgo de vivir de la venta de copias de algo que no es suyo.

14 diciembre 2009

De monseñor y cristos virtuales

Monseñor Rouco hay veces que en vez del país, me parece súbdito del propio reducto de Berlusconi; por cierto, un país que funciona gracias a la gestión del Vaticano y la mafia, mientras que el aparato de estado brilla por su ausencia, de la forma más grotesca, los ciudadanos lo ignoran y siguen a su bola. Digo lo de monseñor porque, de cuando en cuando, se le ocurre suministrar doctrina fuera de su ámbito de competencia, parece que quiere revivir las españas que corren delante o detrás de los curas. Últimamente ha habido dos intervenciones que me han dejado preocupado. La primera surge hace pocas semanas, en las que se vuelve a hablar de la posibilidad de que haya de una vez un pacto educativo que pacifique el ambiente normativo en la escuela. Cierto es que él gobierna a su antojo una parte de esa escuela al amparo de los presupuestos generales del Estado y, por lo tanto, le puede ir al bolsillo lo que se pacte; pero no es menos cierto que afirmar -como él hizo- que no se sentía cómodo en el Acuerdo del 79 entre el Estado Vaticano y el Reino de España es para dejar perplejo al más agitado de los observadores. Monseñor, en un acuerdo libre entre dos partes soberanas, si una de ellas lo denuncia -es decir, se desvincula-, el acuerdo deja de existir. Llámese el desacuerdo divorcio, ruptura de sociedad mercantil, convenio colectivo o concordato entre estados, como es el caso. Por lo tanto, y al grano, si monseñor y sus superiores creen que el acuerdo vigente no es de su satisfacción, denúncienlo, renegócienlo y alcancen uno nuevo mejor para sus intereses. Quizá -y ahora enlazo con la segunda de mis amenazas de comentario- de esa forma se podrían evitar dimes y diretes sobre las imágenes religiosas en la escuela pagada por el Estado aconfesional. Estamos en plena Reconquista por parte de la jerarquía católica de un espacio perdido hace años. Reductos tradicionalistas aparte, en la inmensa mayoría de las nuevas construcciones escolares no se cuelga un cristo y ni siquiera se clava la alcayata para poner la foto del Rey, pese a todo se sigue dando clase de religiones a los que lo requieren y se sigue explicando a todos la Constitución, ¿dónde hay un problema? Los purpurados se aplican de lo lindo en la recomposición de su estatus en el mundo educativo, saben que es el flanco más débil y más fácilmente influenciable, que es donde pueden captar adeptos para el futuro, pese a todo dicen que el 80% de la población les sigue. No entiendo cómo tienen problemas económicos a la luz de las cruces que tendrían que aparecer en las declaraciones de la renta. La suya es una organización en la que te meten, te contabilizan desde que naces y de la que no te puedes borrar por mucho que lo intentes. Si esto no es jugar con las cartas marcadas, que venga alguien y me lo explique. No sé yo si, en este buscado pacto por los crucifijos, monseñor se está escabullendo de lo fundamental; no entiendo cómo permite la coexistencia del pagano -ese de traje rojo y las barbas blancas- con los villancicos de El Corte Inglés sin un solo cristo delante. ¿Será que el 80% no está por armarlo? El cristo, digo. Por cierto, no estaría de más que el propio Zapatero dejara de dar pábulo a rumores y malmetidos; saldríamos ganando todos.

Individualismo del bueno, del país

Ahora está de moda la novela negra escrita y ambientada en los países nórdicos. Lo intenté con ella y, pese a ser buen lector del género, me falló, o le fallé, no logró engatusarme. La novela negra tiene que tener contigo -y tú con ella- denominadores comunes, tienes que sentirte cómodo en sus ambientes, con sus personajes -que tienen que aparecer próximos-, con sus protagonistas, y tú podrías ser uno de ellos, arriesgándote en ratos muertos. La novela negra del país lo logró en sus mejores momentos y aún ahora tenemos píldoras bien jugosas como la juez Mariana de Marco, de J.M. Guelbenzu, o como el sargento Bevilacqua de Lorenzo Silva; dignos herederos de Carvalho o Toni Romano. La sociedad se masca, lo colectivo prima. Algo parecido pasaba con la novela negra americana; cuando cayó en nuestras manos en papel ya conocíamos al héroe contra el mal en el celuloide, en nuestro imaginario ya existía el hampa, la mafia, los chivatos, los detectives cutres y los pendencieros. Sin embargo aquella novela tan fría y calculadora, tan luterana ella con sus crímenes, me choca con la realidad del lector español. Triunfa sin límites también aquí aunque este siga siendo un país de traca, disfrazado de modernidad y gustos cosmopolitas, disimulado bajo ropajes extraños. Podemos defender nuestras peculiaridades por doquier y sin escarbar mucho nos encontramos con robos de cadáveres como el de Cee, qué maravilla, lástima de Berlanga para ponerlo en pantalla o que José Luis Cuerda se animase en algún bosque animado a contar otra vez que amanece y eso no es poco. No me digan que el CSI no hace milagros, hace años a ningún paisano se le hubiese ocurrido tal cosa, ni se le hubiese pasado por la cabeza, es que hoy los chavales ya te salen del instituto sabiendo latín en esto de los microscopios y el ADN. Aquí siempre se levantaron las tumbas por amor, José Cadalso en Noches Lúgubres nos cuenta cómo Tediato quiere robar el cadáver de su amada, mientras mantiene un tenebroso diálogo con el sepulturero Lorenzo durante tres noches. Aquí están Zorrilla y la segunda parte de su Tenorio en el que se resucitan cadáveres, en la que Don Gonzalo revive en el cementerio para llevarse a Don Juan al infierno, pero el poder de Doña Inés, muerta por amor, es más poderoso y ambos amantes se salvan después de que el burlador se arrepienta. Esta es la serie negra que nos encandilaba hace años en los escenarios, pero en la vida real seguíamos abriéndole la cabeza al vecino con el sacho o el pecho con cuarto kilo de plomo por una cuarta lineal de ferrado, pero siempre con buenos modos, yéndose después al cuartelillo y pasando antes por la taberna para coger tono muscular y matar el gusanillo. Pero ya no, este país ya no es el mismo, ya podemos atisbar lo que puede hacer el laboratorio criminalístico por nosotros. Llegamos al individualismo, al egoísmo más feroz, absoluto, el cadáver del padre desaparece para que la tarta de la herencia no tenga más comensales que los que marca el registro civil ¡en el país de los palleiros! No me digan que no es el colmo en un país con el culto a la muerte como este, donde los concejales y alcaldes se asesinan porque sí, donde la realidad se adelanta a la ficción

24 noviembre 2009

Galicia, centro de decisión ¿para decidir qué?

Yo no sé dónde estuvo el centro de decisión para que el atunero del Índico pueda volver a faenar ¿usted sí? ¿Londres, Nairobi, Madrid, Bermeo, Vigo...? La verdad es que a estas alturas del culebrón, me importa poco. Pero el caso es que estamos inundados de opiniones que no hacen más que reclamar que no sé qué centros de decisión se queden en Galicia; se están refiriendo a un supuesto poder financiero, a las cajas de ahorro; no es poder económico, es poder político. Hasta últimamente el gurú de los magnates, el adalid de la libertad de comunicación en Galicia, semeja una suerte de nacionalista de andar por casa que pontifica con máximas propias del populismo, del de siempre, del que se cree por encima del bien y del mal. Yo no sé cuál es su experiencia con bancos y cajas, pero si se parece en algo a la mía, será que vieron a sus más próximos acogotados con el pago de los préstamos concedidos por la caja de la esquina al tipo de interés más alto del mercado y sin posibilidad de negociación y donde digo caja, digo banco, que tanto monta. Seguro que en un momento determinado, en el de la hipoteca, procuraron tantear una especie de negociación con la caja de turno a la hora de comprar dinero, les siguieron un poco la corriente, pero al final fueron extorsionados con mayor o menor delicadeza. Les dejaron algo de dignidad para farolear en la tertulia del bar, pero le exprimieron hasta la última gota. Todo con mucho centro de decisión en el país ¡faltaría más! Y que no me vengan con la obra social, es todo pura parafernalia de evasión fiscal y de directivos que engordan por la vía del accionariado en los bancos o por la vía de los dividendos de las empresas participadas y financiadas con sus depósitos, señor gallego. Hay que ver cómo se les llena la boca al hablar del país, como si existiera; ni aquí ni en Madrid hay ningún centro de decisión que no sea por delegación y con poderes más que limitados. Hay que dejarse de historias: o hay globalización o no la hay, las cajas o bancos supuestamente gallegos andan buscando caladeros, como los del atún, por los cuatro puntos cardinales, su misión es garantizar los depósitos de sus cuentacorrentistas y si para eso hace falta invertir en ladrillo en Túnez, se invierte. Desengáñense, no hay bancos o cajas del país, el nombre no confiere existencia, no es más gallega una caja por su nombre o no es menos catalana otra por expandirse hasta ser la primera o qué me dicen de la pelea por el control de la madrileña ¿hay algo de geografía? Lo que se está jugando es el papel de sus dirigentes en la política del país, eso sí, ahí sí que aprieta el calcetín, no es lo mismo que el político nombre al banquero que el banquero nombre al político; pero, que no le engañen, a usted la hipoteca le costará lo mismo, que su voto no se vea condicionado por realidades virtuales de un país. Sí, realidades que anuncian que dentro de diez años sólo cuatro de cada diez gallegos estarán en edad de trabajar, réstenles incapacitados voluntarios o forzosos y se encontrarán que viven en un parque temático, con mucho centro de decisión; pero sin nada sobre lo que decidir.

21 noviembre 2009

¿Un ERE para el gallego o un céntimo lingüístico?

Todos los idiomas son una industria y el que se atreva a negarlo que tire la primera piedra. Podría ser que tuviesen los mismos problemas que todas las industrias y las mismas soluciones que todas las industrias. Pero no se crean que hablamos sólo de la industria cultural o editorial, de la industria educativa o de la cinematográfica, de la industria radiofónica o televisiva. Estamos hablando de algo más amplio, extenso y complejo. Seamos claros, aquí del asunto de los idiomas vive mucha gente, como mucha gente vive del aluminio, del juego o de la hostelería y todo esto independientemente de que cada una de esas personas ame la ruleta, la cocina o la carpintería metálica más que a la madre que lo parió. Pero el idioma, como cualquier industria, depende del mercado, de la oferta y de la demanda, puede ser triste pero es así. Los que no lo quieren dejar todo ad libitum saben que al mercado hay que introducirle mecanismos correctores de los desequilibrios que conlleva para que los que no tengan acceso a las prestaciones básicas, les sean garantizadas por el Estado. Por eso el Estado legisla y cada año propone unos presupuestos que se votan y se ejecutan, para cubrir las necesidades básicas de sus ciudadanos, por eso, en Galicia, pagamos un céntimo sanitario; es decir, el combustible que compramos está gravado con un céntimo para cubrir el déficit del Sergas. ¿Sería descabellado proponer un impuesto especial para sufragar los gastos lingüísticos? Pero el Estado también tiene otros mecanismos legislativos para tratar de evitar las debacles industriales. Por ejemplo, cuando una empresa entra en crisis porque no vende, porque no puede soportar los gastos salariales, porque los proveedores no le suministran, porque los costes energéticos son insalvables? tiene varias soluciones, puede proponer a sus trabajadores un ERE, una regulación de empleo, puede proponerles una rebaja salarial o puede acudir a un concurso de acreedores. Aunque también puede acudir a proponer reformas y apoyos económicos como en el caso de la construcción, la banca, el automóvil o la lata de atún deslocalizada en el Índico que nos sale a precio de oro. Todo indica que la proliferación de las múltiples plataformas lingüísticas da a entender que el gallego tiene problemas de supervivencia, se le puede tratar como al lince ibérico en peligro de extinción o como a una empresa en crisis a punto de entrar en ERE; pero también podríamos repensar si la legislación en vigor desde 1981, 1983 y 2004 es la adecuada. Los sectores de progreso, los que cultivan el método científico, deberían ser autocríticos y preguntarse si todas esas normas han llegado a la ciudadanía y le han servido para algo; podría ser que el abismo existente entre los intereses y voluntades de los dirigentes sociales y las necesidades populares sea más grande que lo que pensamos y haya un mundo virtual, ajeno a las guerras lingüísticas, en el que viven aisladas las opciones políticas radicalizadas para pescar mejor en el río revuelto. Se hacen continuos llamamientos al consenso político perdido desde la ley de normalización o el decreto del gallego, pero la sociedad civil ya había llegado antes a sus propios acuerdos de convivencia sin contar con sus preclaros gurús. Si dejamos que todo fluya, seguramente no harán falta ERE ni céntimos suplementarios en los impuestos.