09 diciembre 2008

Verdún, Aranga y Azpeitia

Después de leer este titular: Una estudiante francesa lleva un obús activo a clase de historia todos quedamos colgados del palo del sombrajo. Tanto los que estamos del lado de los que decimos que hay que enterrar a los muertos no enterrados como a los que queremos que se deje la historia para los historiadores después de conocer todo lo que hay que conocer. Esta chiquilla se llevó una bomba a clase de historia, era una bomba de la guerra del 14, podría haber causado muertos cien años después en una escuela con más de 300 alumnos. Los profesores de historia frecuentemente recurren a encargar a sus alumnos estudios y trabajos sobre los recuerdos familiares, así mediante la investigación, la entrevista, el revolver entre fotos y papeles viejos, los chavales van aprendiendo y colaborando a desenterrar viejos fantasmas familiares, recuerdos voluntariamente escondidos y caminar sobre ellos, darles apariencia de normalidad y ejercer una despresurización beneficiosa en los tabúes de las memorias familiares. Es la normalización de lo cotidiano para llegar después a la abstracción del concepto, sus causas y efectos.Es un tópico, pero no dejamos de enterrar y desenterrar a nuestros muertos. Por cierto, sigue siendo muy triste que los paseados que tenemos en la Cuesta de la Sal sigan allí, sin saber quiénes son y sabiendo por lo que están allí. El fracaso anunciado del juez Garzón también nos deja tocados del ala, no podemos saber quiénes están allí ni cómo hacerlo. Pocas soluciones quedan ahora, los cambios en los rótulos son necesarios, pero poco ayudan a los particulares, a los individuos necesitados de respuestas y certezas. Esos estudiantes no podrán llegar a casa preguntando sobre la historia familiar, porque seguirán faltando las informaciones y seguirán los miedos a tratar los temas siempre ocultos.Seguramente es muy injusto poner en solfa los tres topónimos a la misma altura, sin tener en cuenta las circunstancias, sin tener en cuenta el tiempo pasado entre la guerra del 14 y la semana pasada; pero en las aulas ha de vivirse la historia, tanto la pretérita como la presente, en las aulas ha de saberse que se pueden encontrar en una leira francesa los restos de una bomba que no mató, como las noticias de los enterrados en las cunetas más allá de Betanzos hace 70 años, como las huellas de sangre que ha dejado el último asesinado por ETA en Azpeitia. Ha de pasar mucho tiempo para que cicatricen las heridas, pero ante todo han de desaparecer las murallas que impiden saber la verdad. Los enfrentamientos franco-prusianos son historia muy escrita y muy leída, esa bomba de cien años es un buen recurso didáctico, un buen centro de interés, pero poco más. Los cadáveres de la fosa de Aranga son historia sin escribir, cicatriz cauterizada a la que se le notan mucho los puntos, es un costurón de cirujano zurcidor con malas mañas.Cuando ETA desaparezca, serán muchas las generaciones que tendrán que pasar para que esta última versión de los carlistas pueda llegar con normalidad a las clases de historia, es una crueldad muy duradera y permanecerá aún activa décadas y décadas después del último tiro, que ojalá haya sido este.www.lafelizgobernacion.blogspot.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muchas verdades en el articulo, llevo tiempo buscando las fosas de la cuesta de la sal, creo que tengo localizado un posible lugar, pero los que podrían saberlo aun tienen miedo