01 julio 2008

A vaca parindo...

Con frecuencia cuenta una amiga, profesora de Matemáticas, que en una ocasión, habiendo conseguido poner a toda la clase en situación, es decir, participando de esa especie de comunicación que se produce entre los que hablan y los que escuchan alternativamente, sin interrumpirse, un alumno tuvo la genial ocurrencia de participar en el proceso poniendo en conocimiento de los demás el siguiente pensamiento positivo y, sobre todo, profundo: "Manda carallo, a vaca parindo e eu aquí". De esa breve y escueta forma dejó sin argumentos a la profesora, dejó atónicos a sus compañeros sin saber si reaccionar jaleando la ocurrencia o reflexionar sobre el contenido del mensaje. Sin lugar a dudas lo seguro es que el adolescente del que hablamos tenía, supongo que seguirá teniendo, una escala de valores clarísima, solvente, a prueba de cualquier amenaza de soborno ideológico por parte de todo aquel que quisiese sorberle el seso con el pretexto de hacerlo ciudadano a la medida del gobierno de turno. Por otro lado, también dejaba absolutamente claro que sus intereses pasaban, y supongo que seguirán pasando, por el mismísimo centro de su ombligo y el de sus más cercanos. La economía familiar seguramente dependía en aquel momento de que la vaca sobreviviese al parto, de que fuese ternero o ternera, de que la cría fuese sana; poco valor tendría para él y para su vaca el álgebra que solucionaba problemas planteados sobre el diferente caudal de agua de dos grifos o sobre dónde y cuándo se encontrarían un par de trenes que salieron a distinta hora, de distinto sitio y no se sabe si por la misma vía. Su soledad era eso, la abstracción de la realidad presente y la concentración en la propia vida alejada de allí diez minutos a pie. Ese individualismo es comprensible, por lo tanto el alejamiento de ese estereotipo también lo es. Párense un momento a pensar cuántos, como nuestro protagonista de hoy, pasmaron estos días de fútbol compulsivo, cuántos estaban huyendo de sabe qué, escondiéndose tras la pantalla, sin importarles lo más mínimo ni colores ni naciones, ni goles ni prórrogas, ni fichas multimillonarias ni penaltis. ¿Cuántos estarían pensando aquello de: "Manda carallo, a vaca parindo e eu aquí"? ¿Crisis? ¿qué crisis? La selección española de fútbol le jorobó el Congreso a Mariano Rajoy, los dioses se conjuraron para que los titulares se solaparan. El destino deparó que la caída de las bolsas pasase desapercibida, incluso que los 200 euros del primer plazo de los fijos en nómina amortiguase el enésimo atraco del Euríbor. Todo eso lo consiguieron los mozalbetes de laboratorio que despuntaron de niños por sus cualidades antropomórficas, por tener un código genético seguramente saludable y sobre todo por estar en el momento justo en el lugar oportuno para ser transformados en deportistas de élite cuyo cuerpo robotizado cotiza en Bolsa para destilar beneficios opulentos con destino a su cuenta corriente libre de impuestos y también con destino a la de sus patrocinadores que venden los productos que nos anuncian. La verdad es que poca diferencia encuentro entre la conciencia ciudadana del chaval preocupado por su vaca y la del forofo taquicárdico por los colores de no sé qué nación.

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