23 julio 2008

¿Qué milonga es esa de la crisis?

Al presidente Touriño le recogían hace días unas declaraciones sobre la crisis de Fadesa en las que confesaba que las urbanizaciones de esa empresa en Galicia eran segundas viviendas de madrileños, esos amantes de la brisa veraniega y de comerse las sardinas y los mejillones con la rebequita puesta en las terrazas atlánticas; el resto no pensábamos en ellos, estábamos preocupados por los puestos de trabajo directos e indirectos que se estaban perdiendo en los adosados que se quedaban a medio hacer y en las expropiaciones que aún no habían pagado a los paisanos, por los camareros que no tendrían madrileños a los que llevar los pimientos de Padrón a la mesa del velador; al señor Martín y demás socios les pueden dar bertorella al pil pil que no me van a quitar el sueño.En un hiper de la informática un abuelo aconsejaba sin el menor rigor científico a la nieta -seguramente le hacía el regalo de cumpleaños o de buenas notas- sobre el portátil a comprar y guiado por un vendedor oportunista que intentaba colar el producto de alta gama. Aquel buen hombre usaba el argumento de autoridad, su coche había sido más caro, pero duraba más años. La chica hablaba de megas y gigas devaluados semana a semana.Es la cultura de los hígados que sufrieron las carencias alimenticias, las de los perdedores de siempre, los que siempre soportarán mejor las crisis, porque para ellos siempre hubo crisis, pudo haber espejismos que les hiciesen ver otra cosa, pero fueron los paganos de toda la vida y los primeros en pringar.¿Qué milonga les vienen a contar ahora el especulador del suelo y el banquero que deja tirado al especulador en la estacada?Recuerdo a otro abuelote, ya era mayor cuando le conocí; era un viejo rojo, un cantero del granito pontevedrés, tenía fama de tacaño, seguramente se había hecho comunista por eso, porque no tenía nada y lo poco que tenía lo quería usar, no sólo conservar. Sólo tenía un libro, lo leía todos los días al atardecer, no entendía ni una sola frase de lo que allí decía, era un ensayo de Rosa Luxemburgo, él sabía que había sido una revolucionaria, que era de los suyos y el resto le daba igual. No sabía que tenía pocas simpatías en el estalinismo, pero también le daba igual.Era la cultura del instinto de conservación, no del ahorro, esa que sólo pueden poner en práctica los supervivientes natos, que nada tiene que ver con esos grandes relumbrones del capital que dicen haberse hecho a sí mismos. Habría que echarle un vistazo a sus armarios, sería interesante saber qué se esconde.Que no nos sorprenda el renacer de la publicidad sobre los bienes robustos, duraderos, caros y supuestamente mejores, ni el ansia por su posesión y ¿quizá la crisis de lo fungible y lo superfluo? Pero seguro que estoy equivocado, Zara está en expansión y las colas para comprar el último berrido de teléfono móvil son insoportablemente largas.

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