04 diciembre 2012

Sr. Feijóo, algunas narices también se hinchan

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Podrían pensar que estos casi cuatro años han pasado sin pena ni gloria, aunque también podrían encontrar quien quiere boicotear los productos gallegos, moda gallega? porque ustedes votaron al presidente del mismo partido que les amargó esos mismos cuatro años. Algo típico en las dos españas cuando se forma gobierno ¿no les suena?
Lo que ya entiendo menos -en un primer momento- es que el jefe de equipo no mueva banquillo. Pudiera ser que no tuviera suplentes de confianza, pudiera ser que se viese tan orgulloso de sí mismo que siga el principio de que si les valió aquello pues les seguirá valiendo y para qué voy a quemar a otros. También puede ser que piense en los que no les votaron, si no quieren una taza, tomarán dos, hay lentejas y lentejas, ¿qué quieres?
Pero lo más probable es que el presidente se haya dado cuenta de que la trinchera, el foso entre esta administración y los administrados, es ya tan profunda y ancha que todos los puentes que se pudieran tender tendrían difícil solución técnica en la ingeniería conocida.
Alguien podría pensar que es posible reconciliar el gobierno de la educación con la comunidad educativa, no creo; además los fabricantes de pancartas tendrían que cerrar sus negocios, los que llevan pleitos contencioso-administrativos tendrían que dedicarse a defender ladronzuelos? Lleva mucha tela gastada el señor Vázquez como para tener sentido común ahora y empezar a tener una política de gestos que no fuesen a parecer hipócritas; casi mejor, pensará Feijóo, que se termine de quemar y ya le daremos la patada hacia arriba cuando convenga, cuando el cabreo de los profesionales y los padres llegue al límite.
También alguien podría pensar que por su gestión la conselleira de Traballo, Benestar y otras hierbas salga a hombros de sus administrados, pero es seguramente una señora amable, capaz de comerse la crisis y cualquier marrón que le pongan por delante las filas de parados y las calamidades de los dependientes y sus familias.
A la de sanidad le pueden levantar un monumento funerario en cada parroquia, un patíbulo en cada barrio y un juicio sumarísimo en cada hospital mediano o tirando a grande, tiene del hígado a los pensionistas por lo del recorte de los medicamentos, a los farmacéuticos sensatos los tiene taquicárdicos porque los enfermos no compran las medicinas que precisan, a los insensatos porque ganarán menos en el porcentaje.
Si les da el arrebato de pensar como a un servidor, coincidirán en que el presidente puede echar un vistazo alrededor, otear el horizonte, ver el campo de batalla bullicioso, pletórico y a docena y media de jinetes enemigos con sus portadores de estandartes al frente de sus correspondientes huestes, ignorándose, sus lugartenientes respectivos tratando de negociar si atacan el flanco derecho, el izquierdo o si se quedan en la retaguardia. Ojo avizor también están los que esperan que los líderes caigan en el campo de batalla o que ya hayan caído y sea su cadáver bien atado el que acude al combate o que salga un Vellido Dolfos que, como el del siglo XI, aligere la dinastía del Sancho II de turno, fuere un traidor o, como hoy se le vuelve a tratar, como un salvador de Zamora y doña Urraca.
Pero, ojo, señor presidente, la capacidad de dilatación del apéndice nasal, incluso la del país, tiene un límite

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