18 diciembre 2012

Al ladrón, presunto, patrón

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"Por importar en los tratos y dar tan buenos consejos,
en las casas de los viejos gatos le guardan de gatos;
y pues él rompe recatos y ablanda al juez más severo, (?)"
Francisco de Quevedo

Seguramente la usamos muy a la ligera, seguramente llamamos ladrones a los causantes de hurtos callejeros, que hacen lo que no deben y merecen reprimenda para que no reincidan y también la usamos para los llamados ladrones de guante blanco, los que no violentan, los que no dejan muchos señas para que se les persiga, los que tienen medios para difuminar su rastro, dejar pistas falsas y que las fuerzas de la ley tropiecen en la misma piedra, mientras el chorizo elegante se diluye entre sus iguales, todos protegiéndose sin pudor.
Unos con el pudor, otros por el honor, todos se apuntan a la noble faena que contaba Quevedo en la letrilla que encabeza este folio, recuerda que las bolsas de dinero se protegen de los asaltos inesperados; porque estuvo de moda estos días el ridículo fracaso del Gobierno y su amnistía fiscal, los ladrones se partieron de risa en las narices de Montoro en una primera vuelta cuando solo prometían una breve multa si la pasta volvía a su lugar de origen controlable, pero es que en la segunda vuelta, cuando solo se decía aquello de dígame cuánto tiene, pague la multa y siga haciendo lo que quiera?una juerga, oiga, que se revolcaban por el suelo?Estos son nuestros próceres, nuestros modélicos empresarios, nuestros gestores bancarios? es que no puedo seguir sin emplear adjetivos que me perjudiquen con el código penal en la mano. ¿Qué tienen en común? Que son ladrones en el más estricto significado, etimológicamente hablando, de la palabra. Los ladrones, latro, latronis, eran los mercenarios que formaban parte de la escolta (de latus "al lado de") de los emperadores de Roma y el verbo latrocinare significaba "servir en el ejército". Cuando el imperio romano hace aguas, darles la paga se hacía más difícil, y seguían siendo imprescindibles, es cuando se les da permiso para robar, asaltar, cobrarse su salario, ser ladrones protegidos.
Los de hoy en día no se diferencian mucho, acompañan siempre al poderoso, a su sombra medran en influencia y de esas medras florecen dineros que guardan en gatos.
Esos gatos de cuero que portaban los adinerados habrían de ser protegidos de los gatos, madrileños o no, que al amparo de la noche cortaban limpiamente el anclaje de la bolsa y huían con sus beneficios.
Los ladrones de hoy gozan de buena salud, sus gatos se llevan el dinero a espuertas y ponen cara de cordero degollado ¿verdad, don Gerardo?, con el riñón bien cubierto, después de haberse permitido toda clase de golferías y delitos durante las noches, mientras los días se dedicaban a pontificar las verdades de Esperanza Aguirre y a espolear sus huestes contra los asalariados.
Siempre al lado del poder, no hay que llegar a poner en solfa a la corona. De cada esquina surge un poderoso que escoltaba al detentador del verdadero poder. Antes, si el protector no podía llegar a pagar, el mercenario se lo cobraba, hoy se da por supuesto que el poderoso solo puede ofrecer favores y si esos favores no colman las aspiraciones, no hay más remedio que el latrocinio, aprovechan la marcha para llevárselo crudo.
Me tienta, un instante, la idea de confeccionar una breve nómina de depredadores de la hacienda pública y del sistema de pensiones; pero es vano esfuerzo, les conocemos, sabemos dónde viven, sabemos dónde parece que pagan impuestos, no pasarán a la historia con buen nombre.

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