06 noviembre 2012

Soberanía o soberbia

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Estos días recordaba la actuación de un pequeño grupo de danza y música del país en unas fiestas de aldea a la salida de la misa y antes de la sesión vermú de la orquesta contratada para el día. La verdad es que aquellas jóvenes ponían todo el entusiasmo en aquel atrio tuercebotas, como si fuese el mejor teatro, pero la parroquia no les hacía ni caso; al final una de ellas comenta con desanimada ironía: otra de autoconsumo. Pero le contestaban enseguida con argumentos como que eran sus propios jefes, que sacaban para gastos y una cena de vez en cuando, eran soberanos.
Esa bendita inocencia me trajo dispersos recuerdos y variadas asociaciones relacionadas con la crisis y la soberanía. Me acordé de Las ratas, la novela de Delibes que se teje entorno al Nini, un muchacho de once años que vive con su padre (llamado el tío Ratero pues se dedica a cazar ratas para comer y vender) en una de las cuevas del imaginario pueblo de Torrecillórigo. A pesar de que sus padres son hermanos, el Nini es un auténtico superdotado, un sabio con la capacidad de observar su entorno, de interiorizarlo y ofrecer respuestas certeras sobre todo lo relacionado con la vida en el campo: siembra, riego, cosecha, heladas, etc. La primera vez que la lees no eres capaz de dejar de pensar en el consumo de esas ratas de campo, después ya ves la descripción de la vida rural, del autoconsumo de lo producido, porque no se puede consumir otra cosa, no porque no se quiera.
La Galicia urbana que fue rural, siempre mantuvo el cordón umbilical de los productos que se podían traer de casa, que sí que eran mejores y más sanos; pero sobre todo eran gratis. Esos tomates son muy buenos y, sobre todo, los del súper hay que pagarlos. En resumen, autoconsumo soberano, pero sin renunciar a los caprichos que se pudieran sufragar en forma de cigalas, por ejemplo, que no se dan bien en la huerta; gran afición al caldiño y al morro de cerdo, pero nadie se hace cruces ante las mariscadas de las bodas o los autohomenajes en las cenas de empresa.
Más pasmo me produjo comprobar que en las pasadas elecciones vascas, los nacionalistas de Bildu llevaban en su programa la creación de una consejería de Soberanía alimentaria (Pesca, Agricultura, Consumo y Comercio), que no sé yo bien qué conjunto de aranceles, dietas contemplaría para proponer leyes este departamento gubernamental, para distinguir sus anchoas de las de Santoña, la localización de sus bonitos y merluzas... hay quien dice que solo serían autosuficientes en vino y huevos, pero miedo me da pensar que con la crisis se proponga reubicar a toda la población en autárquicos caseríos y volver a las guerras carlistas que nunca se fueron o los deseos de no mestizarse para conservar su ADN de pura raza. Que sí, que a todos nos gusta el chuletón y el marmitako, aunque no seamos vascos y no veo lo de la soberanía y menos aún lo veo en las colas de la cocina económica o en las visitas a los centros de caridad donde se palía el hambre sin mirarle la etiqueta a la lata de atún o al paquete de macarrones. Soberanía o soberbia.

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