12 junio 2012

Un desaire para el soberbio Wert

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En provincias suelen tener poco eco los sucesos de la Corte, sobre todo en aquellos temas con muchas transferencias en manos de las CCAA, educación y sanidad con diferencia. Y sin embargo la realidad sigue siendo tozuda y constitucionalmente hay juego y debate en el foro, pese a que los nacionalistas usen el escapismo político restando importancia a lo que por allí pase y sigan demandando irracionalidades que justifiquen diferencias que no existen.
Pues bien, ya se le ha dado publicidad en este folio a los desmanes preferidos por Wert y hoy, sin saber aún si estoy más o menos intervenido, pongo altavoz al revolcón que le han dado al ministro en el Consejo Escolar del Estado cuando pretendía recortar las becas por la vía legal, la de la ley del embudo y ya saben ustedes qué lado del embudo les toca.
Ya es indigno que se trate de criminalizar a los estudiantes por la vía de la subida de tasas -ya vieron que los rectores no se andan con tonterías a la hora de defender sus parcelas- sabiendo como se sabe que el poder adquisitivo de las familias se descalabra o simplemente deja de existir, sabiendo como se sabe que, mayoritariamente, el esfuerzo del estudiante aumenta bajo las presiones del futuro más competitivo, sabiendo como sabe que gran parte del alumnado trata de ayudarse económicamente con subempleos, muchas veces sumergidos, en nada relacionados con su especialidad y las prácticas que tendría que estar haciendo.
Pues aún sabiendo todo eso, se pretende endurecer el valor de las notas de forma absolutamente injusta ya que establecer una relación directa entre elementos desiguales actúa contra la igualdad de oportunidades, sobre todo en este caso de las becas con unos umbrales de renta muy bajos, con dinero negro circulando sin medida y con un control real de los datos fiscales que deja mucho que desear. Pero está claro que garantizar la igualdad de oportunidades no está entre los objetivos del ministro, sobre todo por una razón elemental, no cree en ella, no piensan estos conservadores decimonónicos que todos tengamos que tener las mismas oportunidades, saliendo de cunas tan dispares y con derechos adquiridos desde la partida de nacimiento a pisar el cuello del vecino. Está bien un poco de beneficencia, hasta los colegios de monjitas de postguerra siempre tuvieron un cupo de becadas que entraban por otra puerta, vestían de forma distinta, o realizaban labores propias de su condición social; está bien que de vez en cuando el hijo del soldador se gradúe de ingeniero, pero que sean pocos, que sea noticia, que se siga sabiendo quién manda y quién tiene que seguir mandando. El que tenga posibles puede permitirse ser un poco vándalo y disfrutar de la vida universitaria como se merece, que solo se vive una vez; pero el que vaya justo y dependa de la beca para sobrevivir, ya puede evitar cualquier encontronazo con los mandarines, las enemistades peligrosas pueden llevarle al aprobado raspado y entonces perder las limosnas del poder y tener que volver al lugar del que nunca debió haber salido.

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