22 marzo 2011

Ríos y tribunales

Aunque no seas profesional del derecho, ni siquiera aficionado, hay veces que te toca, años, meses o días, en los que la literatura legal te atrapa de cerca y tienes que invertir horas y horas en desentrañar cómo y por qué la ley es dura lex, sed lex, lo que enseñaron los romanos, la ley es dura, pero es la ley. Por ejemplo, se conoció estos días la sentencia del Tribunal Europeo de derechos humanos sobre los crucifijos en la escuela: llega a la conclusión de que no son agresivos para los estudiantes y que son los estados los que han de legislar sobre su presencia en las aulas. Supongo que los que aplauden la inhibición de la Consellería de Educación -el Estado en Galicia- en el caso del hiyab de Arteixo no estarán contentos; el estado ha de definirse entre la aconfesionalidad, la laicidad... a las duras y a las maduras. Aunque tampoco seas poeta, además de sentencias hay que leer poesía, ayer fue su día mundial. También estos últimos días hemos conocido la opinión del Tribunal Constitucional sobre el estatuto de autonomía de Andalucía y su supuesta soberanía sobre el Guadalquivir, también aquí el estado sale reforzado en sus competencias. Sinceramente es que nunca me lo imaginé de otra forma y creo haberlo expresado en conflictos anteriores, y sin entrar a discutir los derechos del estado portugués en muchos de los ríos que cruzan España. Será muy simple mi observación, pero no me veo en una polémica con los vecinos leoneses por el agua del Sil y menos mal que ya no hay oro rentable para explotar en las Médulas. Será que para mí el Duero sí nace en los Picos de Urbión y recibe las aguas del Esla de Fray Luis, pero en realidad, de verdad, nace en el camino a la ermita de San Saturio y aunque no se lo crean tiene, para mí, dos desembocaduras, la conocida de Oporto y la menos frecuentada en Colliure, en los Pirineos Orientales, en el Rosellón francés donde descansa Machado. Ya lo ven, tres naciones en conflicto. Será que para mí el Ebro es santanderino desde el Tres Mares hasta el delta, aunque espurios intereses intenten impedir su llegada al mar y destruir los arrozales. La bronca del Tajo es monumental, pero seguramente Toledo y Garcilaso de la Vega pongan paz, por lo demás, también es el Manzanares de Miguel Hernández y el Jarama de Sánchez Ferlosio. El Guadiana siempre fue el maldito, el río de los patos, el que nace y muere, entre manchego y extremeño, para terminar también fronterizo entre Ayamonte y Vila Real do Santo Antonio. El Guadalquivir del conflicto actual sí tiene poetas, aunque sea solo por pasar bajo el puente de Triana, por poder cruzarlo en la barca de Coria para comer los albures en adobo viendo pasar los grandes cargueros que bajan a Sanlúcar, donde acaba tomándose una manzanilla en el Habana. Es el Betis de los fenicios y romanos, el Tharsis de los griegos, el Río Grande de los árabes, de Góngora a Lorca entre naranjos y olivos el que cuatro iluminados quieren escriturar a su nombre como los que quisieron pasar por el registro de la propiedad el sistema solar o el universo. Conservémoslos para beber y regar, limpios y por su cauce, que a sus orillas siempre hubo civilización y no barbarie

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