08 marzo 2011

Carnavales, penitencias, trabajo, paro...

Estos primeros días de marzo de este año hay cierta inflación de actos, carnavalescos unos, electorales otros y los correspondientes a las fechas que homenajean a las mujeres trabajadoras, el día 8, y a los trabajadores gallegos, el día 10. Como decía aquel, sobran los motivos para ambas celebraciones y actos reivindicativos o para refrescar la memoria. Sobran los motivos para recordar a las trabajadoras del textil asesinadas en su fábrica en los EEUU de 1857 o a los trabajadores ferrolanos tiroteados en As Pías en 1972. Pero, como siempre, el simple recuerdo, el simple homenaje, suele ser inocuo si no va acompañado de la mención al futuro, de la declaración de intenciones sobre cómo se recoge el testigo y para qué se toman los relevos, pero también -y quizá sea lo más importante- quiénes y para qué recogen los testigos y hacen los relevos. Lo contrario es simple culto, simple rito religioso, mitología pura y dura. Todos nos damos cuenta de que en cualquier religión, en cualquier tipo de manifestación de misticismo, se recuerda el sacrificio y se ofrendan óbolos, toda suerte de limosnas o casi sobornos para que el más allá nos perdone. A veces estas conmemoraciones suenan así. Son una especie de carnaval, de fiesta de disfraces en la que los que no estaban aparecen disfrazados como si hubiesen estado y algunos de los que estuvieron aparecen como penitentes arrepentidos de haber estado. Como ven es algo muy del país; una vez más, las vacaciones de primavera normales y corrientes, este año no sólo son carnavales y cuaresma, sino fechas del calendario marcadas en rojo. Los homenajes a mujeres y hombres, trabajadores en general, puede ser que tengan estos días un sentido especial, sean quienes fuesen los recordados, hoy hay razones objetivas para que los saraos conmemorativos sean actualizaciones de proyectos, presentación de alternativas verosímiles y viables ante los recortes de derechos. Hace casi cuarenta años en Ferrol se trataba de defender el derecho al convenio colectivo, hoy se sigue cuestionando este derecho y renacen las fuertes voces que reclaman negociaciones de uno en uno, con el finiquito y la tarjeta del paro entre los dientes. Ya no disparan con balas, les llegaría el BOE, si cayese en sus manos, como arma de destrucción masiva. Seguramente hoy quedan pocos obreros, quedan empleados y, sobre todo, muchos desempleados. Seguramente las respuestas hoy tendrán que ser muy distintas a las que se dieron hace cuarenta años, hace veinte años, hace cinco años, hace seis meses. Seguramente tendrán que ser respuestas más inteligentes, las que lleven las iniciativas y las que no se estanquen en tópicos poco operativos. Los que en este carnaval vengan disfrazados de salvadores habrán de ser despachados en cajas destempladas, porque las ofertas que nos hacen vienen envenenadas. Los que anticipan la cuaresma y vienen de penitentes, tampoco me sirven, tienen el delito de no haber intentado hacerlo bien, ya no vale aquello de que mejor me quedo como estoy.

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