06 enero 2009

Vengan más perfumes

En su visita anual a los grandes almacenes por antonomasia, distraído, entró por la sección de perfumes, repleta de juventud maqueada ofreciéndole cartoncitos impregnados en los aromas de la marca patrocinadora. Dos o tres minutos fueron suficientes para caer en una especie de ebriedad totalmente ajena a los efectos apacibles de otros alcoholes, hierbas o flores. Al rato hubo de salir de allí a respirar después de haber comprado algo con nombre de un modisto, de moda desde hace años. Peor tratamiento que en los almacenes nos dan en televisión. Estos días pasados no tenía usted más que intentar ver una película por la tarde o por la noche para verse abocado a cientos de minutos rebosantes de publicidad, generalmente en idiomas ajenos, sospechando -y acertando con toda seguridad- que cuanto más incomprensible y extraño fuere el mensaje y cuantos más minutos de programación tuviese, mayor sería el precio del producto. Claro que también a mayor precio, mayor glamour sostienen sus modelos y mayor éxito y felicidad a raudales se prometerían a los potenciales usuarios de las esencias y ungüentos cual bálsamos todopoderosos capaces de conceder o alcanzar cualquier deseo ansiado por sus portadores y portadoras. A la vista de la poca ropa que lucen los anunciantes seguro que es cierta la especie de que el perfume viste, proporciona elegancia; pero permítanme coincidir con los que dudan y piensan que, desde un principio, lo que hoy se nos presenta como seres magníficos, fragancias oníricas, surrealistas, con ángeles y estrellas, ninfas, hombres pantera, perfumes con nombre de motocicleta, con montañas de manzanas, con bosques de bambú?sirven para tapar otros olores. Malos olores dijo alguien que desprendía el bipartito por culpa de los molinillos eléctricos a repartir entre fieles y adeptos dejando de lado a los indómitos que no cotizan en las arcas del bien llegado nacionalismo. Malos humos también rezuman las cuentas de la financiación de las autonomías, diseñando españoles de diferentes tamaños y derechos, en función de sus fortalezas identitarias y de las puñeteras conspiraciones que le puedan hacer a la mermadísisma hacienda común, que nos exprime a todos en nombre de todos y los zumos se los gastan los gobiernos regionales sin haberse mojado ni el chaleco en la recaudación de los euros, puro chantaje maloliente. Más perfume hace falta para matar el olor a muerte en Gaza. Todos los olores se han conjurado para que el hedor de la violencia racista, fratricida y petrolífera venza. Supongo que Obama ya tiene mascarilla. Fragancias indefinidas nos las traen los ataques etarras, son los de siempre, pero ahora ahogan más al mundo nacionalista del que nacieron; presumiblemente buscan neutralizar nuevas alianzas entre los abertzales de toda la vida que los puedan agotar definitivamente, que les dejen sin espacio vital; sólo falta que amenacen a un obispo para que se complete todo el espectro social, que se vean amenazados los únicos inmunes, que las sacristías en las que nacieron dejen de ser respetadas como hasta ahora. Los perfumes e inciensos siempre fueron de la mano de la muerte. www.lafelizgobernacion.blogspot.com

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