03 octubre 2006

Los panes, los peces y la otra mejilla

Supongo a que a todos los niños les siguen gustando los cuentos de hadas, las parábolas y las narraciones milagrosas. Malo es que al crecer, sigan son semejantes supersticiones y chamanerías. Mientras reflexiono así, me entran dudas, a veces dudo que los supuestos milagros sean un engaño, hipérboles de las que se aprovecha el listo para embaucar al incauto ¿Por qué dudo? Fácil y rápidamente se lo cuento, creo que el secretario de la Conferencia Episcopal, Martínez Camino, hace milagros, ya es hora de que, por lo menos, sea monseñor, que se lo está ganando a pulso. Consiguió que el vicepresidente Solbes soltase la mosca con una facilidad asombrosa, logró que los ingresos de la jerarquía católica a costa del erario público pasasen del 0,5 al 0,7. Pero este no sería un milagro similar al de la multiplicación alimenticia que nos contaban o como el de obtención de aquella buena cosecha en las famosas bodas, si no fuese porque lo realmente sobrenatural es que hubiese conseguido tal golpe de talonario a cambio de nada, gratis total.

Si se fijan un poco, cuando los gobiernos, los que administran su dinero de usted, negocian con los interlocutores sociales y consiguen acuerdos, todos ceden, siempre hay contrapartidas, son sencillas y todo patrón sabe que si suelta la pasta, tiene garantizada la paz social durante el tiempo pactado.

¿Es un milagro o no es un milagro?(...)

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