02 agosto 2006

Compostela y el Rocío

Podría haber habido acuerdo el martes entre el presidente Touriño y Quintana, podrían haber ido juntos a la peregrinación tradicional del 25 de julio, allí se consigue de todo, hasta lo más abstracto e intangible. No creo que costase mucho trabajo arrimar ambas sardinas a las ascuas para coincidir, con la intermediación sobrenatural, en algo básico y cotidiano, por ejemplo, en que el más allá animase a los administradores de la sanidad pública a pagar los gastos del dentista, estoy seguro de que, si aseguráramos que los saneados aparatos bucales habrían de ser usados para hablar en la lengua del país a tiempo parcial, los responsables de la política lingüística no pondrían ningún tipo de problema, todo fuese por el bien de algún fonema autóctono. Pero claro, el peregrinaje que llega al NO peninsular es precristiano, la astronomía y las viejas creencias son anteriores a Prisciliano y a la barca de piedra que navegó y navegó con el difunto apóstol dentro.
Ya se sabe que hay fiesta y jolgorio, que no todo va a ser espiritualidad y devoción, que en el camino a nadie se le preguntan sus razones para emprender el viaje y que poca competencia se delata entre los que desean el fin.
También es cierto que en todas las latitudes cuecen habas, si bien de son distinta variedad genética. Puestos a peregrinar no les es lo mismo pasar por Sahagún y Astorga que por la barca de Coria del Río en la que cruzan el Guadalquivir los carros de bueyes y los tractores, las carretas tiradas por mulos y los 4x4 de las hermandades rocieras cuando inician los últimos tres días de su camino para ver salir a hombros a la Blanca Paloma.
Evidentemente, no es lo mismo pernoctar en los austeros albergues de peregrinos en los que los teléfonos han de estar en silencio a las diez de la noche, que hacer una pará en el vado del Quema para bautizar a los neófitos, cuando empiezan a sonar el cante y los rosarios ante el Simpecado.
Claro que la austeridad no es la misma para todos, que hay quien usa la red de Paradores y quien la ruta vip desde Matalascañas.
El Rocío es un auténtico botellón, con todos los adornos que quieran, pero una familia de clase media acomodada y sus amigos más cercanos, unas quince personas, hacen anualmente un escote de dos millones de pesetas para pagar el alquiler anual de su casa en el Rocío; además, les asombre o no, han de saber que la semanita de marras, la de la romería, puede salir doscientas mil pesetas por barba, eso sí, incluyendo en la cifra toda la comida y la bebida que se puedan imaginar para los quince y sus invitados; ahora bien, no se trata de que las madres y las hijas de la familia estén esclavizadas  24 horas al día para atender las necesidades de los romeros, una cocinera y dos camareros con buen oficio y habilidades demostradas ante frituras, pucheros y aliños, bastarán para asegurar un buen viaje en el polvo del camino. Lo que yo digo, vaya, un botellón en toda regla, y bien bendecido.

Cualquier rociero actual les puede dar más detalles, pero a mí estas nuevas me trajeron vieja lectura: Con flores a María, revoltosa novela de Alfonso Grosso que no vio la luz en España hasta 1981, después de haber pasado en la oscuridad desde 1962 cuando se llamaba De romería.

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