09 agosto 2011

Cumpliendo años con Juan Marsé

Me van a permitir que en este folio les embauque y les confunda. Me gustaría hablarles de los cumpleaños y también de la última novela de Marsé.

No hace mucho me comentaban que era una buena costumbre felicitarse en el cumpleaños, pero no unos a otros, eso es lo habitual, sino felicitarse a uno mismo, hacerse un pequeño o gran homenaje, sin sustituir lo que les salga de dentro de los prójimos, y seguir el estado de ánimo de cada cual.

Es verdad que no hacen falta grandes gastos ni autoinvitarse a un crucero, sino simplemente darse un capricho; pero no comparto estas celebraciones a plazo fijo porque suelen traer aparejados recuerdos, acontecimientos que poca alegría atraen, van asociados a personas y vivencias que en pocas ocasiones reconforta recordar, es más, los regalos asociados a los recuerdos traen a remolque culpas, desgracias, el propio destino. Seguramente los jóvenes actuales tampoco tendrán un gran recuerdo de sus cumpleaños, puede ser que el año que llegó la ansiada consola en medio de una fiesta en casa, como siempre o, si son más jóvenes, en la fiesta en la pizzería, después del cine. Lo normal es que el recuerdo del paso del tiempo te lleve a la nostalgia y a los recuerdos compulsivos. Aquí es donde entra Caligrafía de los sueños, la última novela de Marsé. Evidentemente no tengo la certeza, pero sí la convicción, de que las retrospecciones de Marsé, su memoria vital grabada con martillo y cincel en las páginas de sus novelas enmarca sus ficciones y nos obliga a refrescar nuestra memoria, nuestros cumpleaños inmediatos, o nuestro imaginario más próximo formado a golpes y desengaños acompañados de sus primeros personajes, desde Pijoaparte o Teresa hasta hoy. Comentando ya, les diré que el mismo Marsé se reconoce en el personaje que a mediados de los cuarenta centra la novela, Ringo tiene quince años y se nos presenta como habitante casi perpetuo en el bar de la señora Paquita, allí ensaya tecleando sobre la mesa las partituras de piano que ya no puede tocar porque su familia ya no puede seguir pagando las lecciones. En esa taberna del barrio de Gracia, se nos muestra la historia de amor entre Vicky Mir y el señor Alonso: ella, una mujer madura, masajista de profesión, fantasiosa e idealista; él, un hombre mayor resultón que empezó sus visitas para curarse un pie y ha acabado formando parte del escenario doméstico. Allí viven junto a Violeta, la hija de la señora Mir, hasta el domingo fatídico en el que Vicky se echa a las vías de un tranvía intentando un suicidio imposible y patético, mientras el señor Alonso desaparece para no volver. Lo único que queda de él es una carta que prometió escribir y que Vicky estará esperando y deseando hasta la locura, mientras Violeta se luce por el barrio, rechazando admiraciones e indiferente a los halagos.

Ringo -Marsé- recrea su vida, escucha, lee, y finalmente empezará a escribir las palabras de lo que será un relato. La vida de Ringo y la historia de los amantes se cruzará y allí aparecerán las razones de las tristes caligrafías, de los tristes cines, de la triste ciudad y su triste periferia, de triste futuro. Marsé reconoce sus cumpleaños y sus tristes recuerdos.

Seguramente no sea la norma y ustedes puedan disfrutarlo felices, pero recuerden aquel otro relato de Luis Sepúlveda, Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar, en el que se nos cuentan las fatigas de los gatos encargados de la custodia de un huevo de gaviota y de enseñar a volar al poyuelo que nacerá. Solo vuela el que se atreve a hacerlo.

02 agosto 2011

El optalidón de ayer y hoy

La tía Matilde nunca se levantaba de su sillón, en aquel piso señorial del centro burgués del ensanche, de aquella acomodada familia venidera a tal situación por favores agradecidos de los poderes asentados en la ciudad y por el beneficio oscuro e inmoral del estraperlo en la posguerra.

Allí se iba a rendir pleitesía, a pedir favores, económicos -mayormente de urgencia vital- , concedidos siempre con la venia del consorte, practicante en cirugía menor y corrupción al por mayor.

Pero bueno, no estamos hoy para analizar memorias históricas, sino para hablar de optalidones. Aquellas pastillitas rojizas se despachaban en las oficinas de farmacia, sin recetas ni gaitas, eran drogas baratas y, sobre todo, eran un remedio efectivo e imprescindible. No sé si la tía Matilde tomaba optalidones, pero cuando la familia más cercana visitaba a la tía Matilde, sí tenía que tomarse un par de grageas más de las ordinarias con el carajillo de sobremesa. Los días en los que había que humillarse ante la tía Matilde la dosis tenía que ser mayor. Eran así los efectos secundarios de la historia con minúsculas que se sufrían así, día a día, ellas condenadas a la dependencia de las anfetaminas y a barbitúricos varios en la composición del optalidón, para aguantar penas, penas de mujer, de mujeres desgraciadas por hombres desgraciados; penas como las de hombres, también desgraciados naufragando en el vaso de licor madrugador.

Los que lo pueden recordar no tienen conciencia de consumo legal de drogas durante los años 50 y 60, eran principios activos indispensables para mantener activa a la población femenina, su sometimiento y docilidad eran indispensables, pero su actividad también lo era, si en aquel momento se hubiese cambiado la composición -tal y como se hizo en los 80, reduciendo y cambiando ciertas maldades químicas- el país se hubiese hundido, muchas familias se hubiesen caído en el pozo sin fondo, sin el sostén femenino, la célula social por excelencia hubiese hecho aguas.

Años después pareció que hubiese sido Francisco Umbral el que pusiera de moda el optalidón y la copita de acompañamiento, la sociedad bienpensante se escandalizó, pero sus aspavientos solo sacaron a la luz lo que la realidad alumbraba desde décadas atrás de rancio franquismo. Poco han cambiado las cosas, se sigue sobreviviendo en cualquier taberna de pueblo bajo los efectos del vino del año y de los cuatrocientos euros que pueden venir del más allá de la realidad palpable de la misericordia y se sigue viviendo porque el bueno del médico de cabecera te receta un ansiolítico imprescindible para levantarse de la cama y hacer filigranas todos los días para repartir los cuatrocientos euros y que haya potaje en la mesa para todos los que lo necesiten en el clan.

Ya no es la tía Matilde la que sufraga las limosnas, ahora es el estado del bienestar el que paga ansiolíticos y garbanzos.

¿Es esto el bienestar que algunos quieren conservar a toda costa porque es una necesidad inmediata o es lo que otros consideran superfluo y por lo tanto hay que recortarlo?

www.lafelizgobernacion.blogspot.com
La tía Matilde nunca se levantaba de su sillón, en aquel piso señorial del centro burgués del ensanche, de aquella acomodada familia venidera a tal situación por favores agradecidos de los poderes asentados en la ciudad y por el beneficio oscuro e inmoral del estraperlo en la posguerra.

Allí se iba a rendir pleitesía, a pedir favores, económicos -mayormente de urgencia vital- , concedidos siempre con la venia del consorte, practicante en cirugía menor y corrupción al por mayor.

Pero bueno, no estamos hoy para analizar memorias históricas, sino para hablar de optalidones. Aquellas pastillitas rojizas se despachaban en las oficinas de farmacia, sin recetas ni gaitas, eran drogas baratas y, sobre todo, eran un remedio efectivo e imprescindible. No sé si la tía Matilde tomaba optalidones, pero cuando la familia más cercana visitaba a la tía Matilde, sí tenía que tomarse un par de grageas más de las ordinarias con el carajillo de sobremesa. Los días en los que había que humillarse ante la tía Matilde la dosis tenía que ser mayor. Eran así los efectos secundarios de la historia con minúsculas que se sufrían así, día a día, ellas condenadas a la dependencia de las anfetaminas y a barbitúricos varios en la composición del optalidón, para aguantar penas, penas de mujer, de mujeres desgraciadas por hombres desgraciados; penas como las de hombres, también desgraciados naufragando en el vaso de licor madrugador.

Los que lo pueden recordar no tienen conciencia de consumo legal de drogas durante los años 50 y 60, eran principios activos indispensables para mantener activa a la población femenina, su sometimiento y docilidad eran indispensables, pero su actividad también lo era, si en aquel momento se hubiese cambiado la composición -tal y como se hizo en los 80, reduciendo y cambiando ciertas maldades químicas- el país se hubiese hundido, muchas familias se hubiesen caído en el pozo sin fondo, sin el sostén femenino, la célula social por excelencia hubiese hecho aguas.

Años después pareció que hubiese sido Francisco Umbral el que pusiera de moda el optalidón y la copita de acompañamiento, la sociedad bienpensante se escandalizó, pero sus aspavientos solo sacaron a la luz lo que la realidad alumbraba desde décadas atrás de rancio franquismo. Poco han cambiado las cosas, se sigue sobreviviendo en cualquier taberna de pueblo bajo los efectos del vino del año y de los cuatrocientos euros que pueden venir del más allá de la realidad palpable de la misericordia y se sigue viviendo porque el bueno del médico de cabecera te receta un ansiolítico imprescindible para levantarse de la cama y hacer filigranas todos los días para repartir los cuatrocientos euros y que haya potaje en la mesa para todos los que lo necesiten en el clan.

Ya no es la tía Matilde la que sufraga las limosnas, ahora es el estado del bienestar el que paga ansiolíticos y garbanzos.

¿Es esto el bienestar que algunos quieren conservar a toda costa porque es una necesidad inmediata o es lo que otros consideran superfluo y por lo tanto hay que recortarlo?

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De águilas y buitres

No crean que se me da ahora por rememorar la fauna ibérica de Rodríguez de la Fuente, pero es que las últimas declaraciones del presidente de la patronal, el señor Rossell, recién llegado a la cúpula de la CEOE, le alteran a uno las transaminasas. 

En primer lugar, no se ha cortado un pelo, todo blas puede constatarlo, ya que se ha dirigido a los trabajadores públicos como prepotentes e incumplidores, sin tener en cuenta los sacrificios salariales y los recortes que vienen sufriendo, unos trabajadores que durante los últimos años han contribuido a la solución de la crisis, directa o indirectamente, que mientras la sociedad se endeudaba a gran velocidad, la deuda pública y y la privada, mientras la inflación crecía a un 4%, sus salarios lo hacían al 2%. Esto pasó durante los últimos 10 años. 

Y vino la crisis y el sector público siguió dando muestras de moderación al admitir la práctica congelación salarial (0.3%) y la merma del 5% de la media de sus salarios. 

En segundo lugar, de dónde vienen las andanadas, ni más ni menos de un señor que se permite el lujo de dinamitar el diálogo social, el capítulo más importante de la reforma laboral y la negociación colectiva, cuatro días después de ser nombrado, saltándose a la torera los intereses de trabajadores y empresarios de este país. 

Ya anunciaba maneras cuando era el jefe de los empresarios catalanes, su aversión a lo público era notoria. ¿Qué interés tiene? ¿le guía el bien público? ¿solo busca ahorrar impuestos? Olvídense de todas esas majaderías, aquí estamos a lo que estamos, esto es, al negocio fácil en el transporte público, en los medios de comunicación, en la dependencia, es decir, estamos a la busca y captura de la cartera de clientes fáciles, sin olvidar la educación y la sanidad. 

Mirándolo bien no se trata más que de diferenciar a las aves de presa que pelean su sustento a diferencia de las carroñeras, buitres y similares, que la mayoría se aprovechan de lo que dejan como sobras los reales depredadores. Hay perspicaces águilas o halcones que cazan en buena lid, que presentan batalla a sus adversarios. Rosell no es de estos, gana en los despachos, en los lobbys de las multinacionales y sobre todo, en los pasillos de las cámaras parlamentarias. 

Mientras tanto, la sociedad civil sigue pensando que tenemos que trabajar más, que ganamos demasiado, que lo que por nosotros estos buenos próceres antes de despedirnos es impagable y que los culpables de todo son los malditos funcionarios, que ni nos curan, ni nos enseñan, ni apagan los fuegos ni nos protegen de los malhechores. 

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El tutor en la ESO: hay gente pa tó

Se abrió cierta polémica en la prensa sobre las tutorías en la ESO, es decir, sobre esa hora semanal que el responsable de un curso de adolescentes pasa a solas con ellos, con los alumnos sobre los que tiene mayor responsabilidad. 

Recuerdo, mejor dicho, no recuerdo la figura del tutor en la juventud del largo y viejo bachillerato, la relación profesor-alumno era la de él mandaba y tú obedecías, él decía lo que tenías que vomitar en el examen y, si tú lo hacías, aprobabas, si no lo hacías, suspendías. Solamente en casos de gamberrismo lindante con la delincuencia, la familia era avisada, normalmente para imponer las raciones complementarias de bofetadas y castigos. 

Como se sabe desde hace siglos, lo complementario es lo que falta para la perfección, podríamos concluir que aquello era perfecto, tres elementos del conjunto que se ignoraban y configuraban la tríada, el triunvirato ideal. Uno de los vértices salía seriamente perjudicado, el otro infravalorado, pero qué le vamos hacer, la vida era así. 

Con el tiempo, con algo de modernidad y democracia -que siempre ayudan- las familias comenzaron a tener derecho a ser informadas, a saber cómo le iba a su retoño, podrían visitar al tutor y preguntarle si le premiaba o le castigaba, si necesitaba clases particulares o ya era un desecho de quirófano educativo. El tutor pontificaba examinando -en el mejor de los casos- su libreta de anotaciones o se fiaba de su intuición para saber quién era el hijo de la madre que tenía delante y ella de marchaba tranquila o bajando santoral del cielo al tiempo que se defecaba en la familia más directa del tutor. 

Cierta mejoría hubo entonces, se franqueaban las puertas del sancta sanctorum de la sabiduría, aunque fuese para recibir aceite de ricino en dosis proporcionales a las facultades intelectuales de su hijos. 

Pasó más tiempo y el tutor, por fin, pudo acceder -si puso voluntad en ello- al conocimiento más directo del grupo de alumnos a su cargo, de organizar ciertas actividades conjuntas, de diseñar un sociograma, de averiguar si hay maltratados, marginados, genios o hiperactivos, de saber quien es el líder, de establecer contactos individuales y de conocer enfermedades leves como una miopía o hechos graves como una agresión sexual en el propio domicilio y poder acudir al juez. 

Les podría parecer exagerada esta descripción, pero como le dijo el torero a Ortega -al saber que era filósofo- hay gente pa tó, pero ese aparente ratito de ocio, la hora de tutoría, ha sido muy beneficiosa para el sistema, ha salvado embarazos no deseados, abandonos escolares prematuros, relaciones personales, problemas de salud...en resumen, ha implicado mucho más a los profesores en sus relaciones con los alumnos. 

En Madrid, en el Madrid de Esperanza Aguirre, ya no necesitarán esa hora de convivencia, se dedicará a chapar más geografía o más química. No sé yo qué puso la presidenta en su balanza para eliminar al tutor, pero yo sí les cuento que guardo algún buen recuerdo de algún profesor, por sus conocimientos o pericia al impartirlos, pero raro fue al que volví a saludar por la calle. 

Pregunte hoy usted a los profesores si sus exalumnos les paran, les saludan, les siguen haciendo partícipes de sus progresos en los estudios, en el trabajo...en su vida. No creo que esa horita semanal sea la única causa, pero algo ayuda. 

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19 julio 2011

El tutor en la ESO: hay gente pa tó

Se abrió cierta polémica en la prensa sobre las tutorías en la ESO, es decir, sobre esa hora semanal que el responsable de un curso de adolescentes pasa a solas con ellos, con los alumnos sobre los que tiene mayor responsabilidad. 

Recuerdo, mejor dicho, no recuerdo la figura del tutor en la juventud del largo y viejo bachillerato, la relación profesor-alumno era la de él mandaba y tú obedecías, él decía lo que tenías que vomitar en el examen y, si tú lo hacías, aprobabas, si no lo hacías, suspendías. Solamente en casos de gamberrismo lindante con la delincuencia, la familia era avisada, normalmente para imponer las raciones complementarias de bofetadas y castigos. 

Como se sabe desde hace siglos, lo complementario es lo que falta para la perfección, podríamos concluir que aquello era perfecto, tres elementos del conjunto que se ignoraban y configuraban la tríada, el triunvirato ideal. Uno de los vértices salía seriamente perjudicado, el otro infravalorado, pero qué le vamos hacer, la vida era así. 

Con el tiempo, con algo de modernidad y democracia -que siempre ayudan- las familias comenzaron a tener derecho a ser informadas, a saber cómo le iba a su retoño, podrían visitar al tutor y preguntarle si le premiaba o le castigaba, si necesitaba clases particulares o ya era un desecho de quirófano educativo. El tutor pontificaba examinando -en el mejor de los casos- su libreta de anotaciones o se fiaba de su intuición para saber quién era el hijo de la madre que tenía delante y ella de marchaba tranquila o bajando santoral del cielo al tiempo que se defecaba en la familia más directa del tutor. 

Cierta mejoría hubo entonces, se franqueaban las puertas del sancta sanctorum de la sabiduría, aunque fuese para recibir aceite de ricino en dosis proporcionales a las facultades intelectuales de su hijos. 

Pasó más tiempo y el tutor, por fin, pudo acceder -si puso voluntad en ello- al conocimiento más directo del grupo de alumnos a su cargo, de organizar ciertas actividades conjuntas, de diseñar un sociograma, de averiguar si hay maltratados, marginados, genios o hiperactivos, de saber quien es el líder, de establecer contactos individuales y de conocer enfermedades leves como una miopía o hechos graves como una agresión sexual en el propio domicilio y poder acudir al juez. 

Les podría parecer exagerada esta descripción, pero como le dijo el torero a Ortega -al saber que era filósofo- hay gente pa tó, pero ese aparente ratito de ocio, la hora de tutoría, ha sido muy beneficiosa para el sistema, ha salvado embarazos no deseados, abandonos escolares prematuros, relaciones personales, problemas de salud...en resumen, ha implicado mucho más a los profesores en sus relaciones con los alumnos. 

En Madrid, en el Madrid de Esperanza Aguirre, ya no necesitarán esa hora de convivencia, se dedicará a chapar más geografía o más química. No sé yo qué puso la presidenta en su balanza para eliminar al tutor, pero yo sí les cuento que guardo algún buen recuerdo de algún profesor, por sus conocimientos o pericia al impartirlos, pero raro fue al que volví a saludar por la calle. 

Pregunte hoy usted a los profesores si sus exalumnos les paran, les saludan, les siguen haciendo partícipes de sus progresos en los estudios, en el trabajo...en su vida. No creo que esa horita semanal sea la única causa, pero algo ayuda. 

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13 julio 2011

Lapsus y bulos educativos

El conselleiro de Educación concedió hace días una entrevista a una emisora de televisión dependiente de un medio de comunicación escrito. Entre un evidentemente y otro evidentemente el conselleiro va dando paletadas de cal y de arena tratando de justificar las políticas restrictivas y privatizadoras en materia de dotación de profesorado y se despachó, en dos ocasiones, con afirmaciones que ponen de manifiesto sus deficiencias a la hora de tocar de oído en las materias de su competencia. Habla, por ejemplo, de que los niños y niñas gallegos deberían obtener mejores resultados en comprensión lectora y en comprensión escrita: señor conselleiro, lo que se lee es posible leerlo y comprenderlo porque está escrito, seguro que usted no conoce textos que se puedan leer sin estar escritos, a usted le suena lo de la comprensión oral y la expresión escrita, pero no dude que los profesionales que llevan esto de enseñar a la práctica conocen perfectamente el proceso de las cuatro competencias: entender, hablar, leer y escribir, es decir las dos comprensiones y las dos expresiones. En resumen, un poco de rigor por parte de quien le prepare los guiones antes de que llegue la hora de presentarlos a la opinión pública. 

Y en relación, también, con la opinión pública; recientemente acabamos de conocer los resultados de la Evaluación General de Diagnóstico de 2010, unas pruebas que en todas las CCAA el Ministerio lleva a cabo con 30.000 alumnos de 2º de ESO, 4.500 profesores y 850 directores para tomarle el pulso a la marcha del sistema. Los titulares fueron escandalosos, fueren los medios que fueren, y sus variadas líneas editoriales se despacharon a gusto contra el sistema vertiendo interpretaciones totalmente ajenas a las realidades que arrojaban los números que reflejaban resultados en competencias lingüísticas, matemáticas, medio social y natural. 

Los resultados están expresados en una escala de valor medio de 500 puntos, que es el promedio del conjunto de España, y nos encontramos escasas diferencias entre comunidades (547- 428). 

El informe concluye que la mayor influencia en los resultados no la ejerce el centro escogido para estudiar ni la comunidad autónoma en la que se viva sino las propias expectativas educativas del alumno y lo que ocurre dentro de la escuela y del aula y el índice del contexto social, económico y cultural que rodea al estudiante (ISEC). 

En este contexto, el informe asegura que obtienen mejores resultados aquellos estudiantes con mayores expectativas, (Formación Profesional de Grado Superior o Universidad) que los que planean abandonar los estudios al acabar la etapa obligatoria. Los resultados empeoran en la medida en que los alumnos repiten 1 o 2 veces el mismo curso. El sistema educativo debe tener más flexibilidad ya que no existen expectativas de mejora en los resultados educativos del alumnado repetidor. Asimismo los resultados mejoran si el estudiante está rodeado de personas con niveles educativos más altos (hasta 80 puntos) sin mentar, por supuesto, la ocurrencia genética del informe de la CEOE. En menor medida otros factores son detectados, como el número de libros en casa, que puede llegar a provocar diferencias de hasta 70 puntos. 

El lugar de nacimiento influye muy relativamente: las diferencias de rendimiento entre los alumnos nacidos en España y los extranjeros oscilan entre los 31 y los 42 puntos. 

En resumen, nada que ver con el apocalipsis pregonado a los cuatro vientos en el que la escuela es un nido de niños retrasados y profesores vagos, sacándole punta a un conflicto latente en la escuela pública en Galicia y con elecciones a la vuelta de la esquina. Vayan a las fuentes: http://www.educacion.gob.es/horizontales/prensa/notas/2011/07/evaluacion-diagnostico.html. 

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05 julio 2011

El conselleiro de Educación es un patrón más

Imagínese que su jefe le escribe una carta, puede ser la del despido. Pero usted en principio no parece alarmarse, en su puesto es frecuente que le envíe circulares más o menos burocráticas e, incluso, felicitaciones navideñas. Si hubiese peligro de despido, siempre tendría que haber constancia del tan temido recibí, que anuncia el finiquito. ¿Se han parado a pensar en lo que significa esta palabra aquí y ahora? A pensar, no en las películas americanas en las que todo blas pide la cuenta y se va a otra ciudad a buscarse la vida y el guionista no siempre nos dice si la encuentra o se mata en el camino.




Pero esta nos llega por correo electrónico, no parece mayor peligro, es más fácil de reciclar -qué jefe más majo tenemos- él y nosotros sabemos el destino de estas misivas, es mejor que no se impriman.



Aún así, puede ser que esta sea especial, llega en un momento de conflicto, hay puestos de trabajo en el aire y la cosa está que arde porque aún encima los de los sindicatos están echando leña al fuego contra el patrón convocando algaradas, con sus pancartas y sus coplas megafoneadas, metiéndole el dedo en el ojo al jefe. En fin que no sé qué hacer, en el trabajo hay curro pendiente -para hacer fuera de jornada y sin que me lo paguen-y en la calle me llevan los demonios para estar con el resto.



Algo parecido estaba pasando estos días pasados con trabajadoras, mayoritariamente, en el textil, en la cerámica, en el telemarketing, en la enseñanza.



Seguramente padeció usted las consecuencias en Coruña, en Vigo o en Santiago, se cabreó en el coche y echó pestes contra tanto sinvergüenza que tenía que estar trabajando, como usted.



Vaya hombre, también está usted indignado, pues casi mejor que acampe usted su indignación y que se relaje, que le puede dar un pallá con tanta indignación.



La verdad es que poco se puede hacer para criticar esos despidos, los bienpensantes dicen que sí, que hay que trabajar más; pero ¿quiénes? ¿Por cuánto al día o a la hora? ¿Hasta cuándo? ¿Qué pasa con los que quieren y no pueden?...



La verdad es que en todos los conflictos de estos días la solución pasa por la presión casi violenta, por comunicarle al patrón que sus capacidades reproductivas se van a ver perjudicadas si sigue comportándose así, repartiendo dividendos y despidiendo trabajadoras.



Un caso quizá especial es el de las profesoras, son inmensa mayoría, mandarán a la calle a más de 1.000 y modificarán, reajustarán o ampliarán el horario a más de 30.000. La carta que les envía su jefe les agradece los servicios prestados -se supone que a las que echa a la calle-, les dice que gracias a ellas y a ellos las cosas van muy bien, pero que tienen que comprender que todo tiene que salir más barato en la enseñanza pública, porque entre otras cosas, la patronal privada quiere más negocio. La amenaza queda hecha y a partir de ahí que cada palo aguante su vela, pero que su trabajo es muy importante y que no se deje engatusar por los liantes de siempre.



Los receptores se indignan más, están al límite porque no sacan adelante con los medios que tienen el trabajo que les entra: alumnado nuevo, con necesidades educativas especiales, inmigrantes o porque en la escuela rural se ven acosados por la despoblación a punto de echar el cierre.



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