12 noviembre 2013

Pesa el fardo en lomo ajeno y también en el propio

http://www.laopinioncoruna.es/opinion/2013/11/12/pesa-fardo-lomo-propio/781885.html

Pasamos unos días la semana pasada atribulados por la irrupción del planeta Aznar en los medios y ruego no me tomen el término planeta como nombre propio de ningún grupo mediático-editorial, sino por la propia tendencia del protagonista a sentirse rodeado de satélites dependientes de su gravedad. También fue un fin de semana contraprogramado por la oposición, buscando algún ave Fénix, que saliese del crematorio, y del gobierno, reinventándose después de Wert, que ya tiene mérito la cosa.
Tuvimos abundantes reseñas y comentarios sobre el segundo manuscrito de las memorias de Aznar y lo comento porque soy muy suspicaz con los géneros autobiográficos como fuente de documentación. No es que no me gusten estas por su autor o su contenido, sino porque todos tenemos un pasado y si nos atrevemos a escribirlo deberíamos cumplir lo que Philippe Lejeune (1975) nos explicó en El pacto autobiográfico, concepto que desde entonces quedó acuñado en la crítica literaria y consiste en una suerte de contrato establecido entre el autor y el lector por el cual aquel se compromete a decir la verdad sobre su vida y experiencias narradas en el texto y este, a recibir como cierto el relato ofrecido. Es evidente que autor y narrador coinciden. La biografía está escrita por ajenos, desde otro punto de vista y muchas veces más certera; siendo estrictos, habría que matizar más las diferencias entre autobiografía y memorias, dependiendo de los aspectos más íntimos o externos que conformasen la narración.
Más adelante Nora Catelli en El espacio autobiográfico pone el dedo en la llaga: la construcción de la subjetividad del discurso autobiográfico y su relación con el referente, por lo tanto, con la credibilidad que el lector le otorgue. Está tocando la fibra de la sinceridad, del cumplimiento del pacto con el lector, sobre todo en el caso de los personajes públicos, muy públicos en la sociedad de la información, cuya vida puede ponerse en entredicho o tienen ajustes de cuentas pendientes; Catelli habla más claro, de la reconstrucción del YO (a toro pasado).
Evidentemente el expresidente Aznar no tiene edad para rellenar dos tomos de memorias, no porque su vida no haya tenido y pueda seguir teniendo trascendencia para el común de los mortales; sino porque realmente precisa, como tantos otros, reconstruir su yo, reafirmarse, justificarse y, si fuere preciso, reconstruir también la realidad.
En el circo político español -tómenlo solo en su significado geométrico y geográfico- estos folios no tienen otro objeto que justificar un pasado, que sus propios próximos ponen a remojo, y hacerse un hueco en el presente. Tiene un fardo que le lastra, quiere aligerar peso y que le ayuden a soportarlo, pero con muy poca perspectiva y escaso resultado práctico, no encuentra hábiles porteadores voluntarios. Si se encuentra vivo y en activo, justificar bravuconadas como Perejil o posados como el de las Azores, puede tranquilizar su conciencia, pero no aligera el fardo sobre sus espaldas. De lo escrito sobre el 11M, mejor no hablamos por las heridas sangrantes y porque es mejor dar de baja la escuela conspiradora de Godoy, a pesar de -o gracias a- informáticos atrevidos, traidores para algunos y liberadores para otros.
Así perecieron estos días, con los representantes de dos españas tratando de salir a flote y buscando caballerizas para los fardos.

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