27 agosto 2013

De tríos, tríadas y trilogías

http://www.laopinioncoruna.es/opinion/2013/08/27/trios-triadas-trilogias/755976.html

Que nadie piense que este plumilla caduco viene ahora a fomentar postureos y proponer cánones que se salgan de las formas mayoritarias de disfrute que nos recomienda el antiguo manual hindú de todos conocido, faltaría más, pero el caso es que desde el conocimiento -mejor desde la incomprensión de algunas trinidades- la verdad es que el número tres siempre me ha interesado más que el siete de los pecados capitales del catecismo.
Sé que sobre estas divagaciones saldrán reconvenciones y controversias, bienvenidas sean, no me digan nada de la troika, la que manda de verdad, ya no me quedan fuerzas para el debate.
Mientras tanto, refrésquense imaginando que la tríada que nos gobierna tiene al presidente parapetado, o no, tras dos mujeres, una en el partido y otra en el gobierno. Sé que ustedes estaban acostumbrados a Zapatero, Blanco y Rubalcaba, pero es lo que hay. Incluso puede ser que muchos añoren los tiempos de Felipe y Alfonso o de Suárez y Abril Martorell; pero las coyunturas han cambiado mucho, de los liderazgos unipersonales hemos pasado a los triunviratos y, remontándonos a los equilibrios de poder en el Imperio Romano y aquellas alianzas tripartitas, no podemos menos que recordar que el formado por el opulento Craso, el brillante militar Pompeyo y el político sin rival César acabó como el rosario de la aurora. Poco menos podemos decir del siguiente con Marco Antonio y su Cleopatra, Octavio Augusto y el bueno de Lépido, el primero en caer, para dejar que el par restante se repartiera Oriente y Occidente.
No sé cómo relacionar estas trilogías con la tradición oriental, la del equilibrio entre el bien y el mal, pero en la civilización que nos precede tienen gran importancia el triángulo, sí el triángulo masónico, el de los albañiles, constructores, arquitectos, ese polígono que encierra el ojo que todo lo ve, que en sus vértices puede sostener conceptos como salud, fuerza y unión; libertad, igualdad y fraternidad; amor, voluntad e inteligencia; fuerza, belleza y sabiduría; tesis, antítesis y síntesis; el azufre, la sal, y el mercurio; la ignorancia, el fanatismo y la ambición; la razón, la equidad y la justicia.
Pero no quería hablar de esto, sino de literatura y trilogías. Una viñeta de Santy en la edición de LA OPINIÓN del viernes nos representaba a un dios en la feria del libro ofreciendo la segunda y la tercera parte de su Biblia y da en el clavo porque encontramos razones para muchas trilogías, en Baroja (La lucha por la vida ) o Valle-Inclán (Comedias Bárbaras) ; incluso podemos comprender a Torrente Ballester (Los gozos y las sombras) y a Arturo Barea (La forja de un rebelde); pero se nos ofrece hoy una moda de trilogías a las que no encuentro otro fin que el mercantil, el de ganar adeptos y adeptas a la saga, están en la memoria de todos. Quizá algunos piensen que, ya que El señor de los añillos es un clásico para algunos, Millenium y los asesinatos contados por Larsson o la colección de fantasías eróticas de Grey o Megan Maxwell y sus imitadores, pueden ser anzuelos bien cebados; quizá no pasen al canon literario que se estudie dentro de 50 años, pero mantienen lectores y lectoras. Un último apunte dedicado a la Trilogía del Baztán de Dolores Redondo, solo nos ha entregado El guardián invisible, pero no pienso perderme las dos entregas siguientes.

No hay comentarios: