12 febrero 2013

Los cándidos éramos legión

http://www.laopinioncoruna.es/opinion/2013/02/12/candidos-legion/691897.html


Y no tanto legión porque fuéramos uniformados de 6.000 en 6.000 como las tropas romanas, sino porque éramos muchos y variados; cándidos por nuestra ignorancia y buena fe. Leíamos a Voltaire y Sciascia.
Y traigo al relato en primer lugar el recuerdo al personaje de Voltaire, que escribe su obra maestra Cándido como colofón a su vida, a su carrera como filósofo, desde el optimismo de Mondain hasta el pesimismo de la que hoy nos ocupa, llegando a la conclusión de que el mundo nunca cambiará, que es imposible cambiarlo, pero que si nos preocupamos de lo que nos rodea más íntimamente podemos hacer nuestra vida más habitable. Es la historia de la refutación de las optimistas teorías de Leibniz, desde el impacto del terremoto de 1755 en Lisboa, hasta el desencanto que le lleva en 1759 a la redacción de Cándide.
Más de 200 años después Leonardo Sciascia narra desde Sicilia su particular homenaje con Cándido o el sueño siciliano, un Candido Munafò que nace durante el desembarco en Sicilia de los aliados, en 1943. Hijo de abogado y ama de casa, es un bebé, una cándida estatua, cubierta de polvo e indefensa. Siendo niño es testigo de la confesión de un homicidio en el despacho de su padre. Su candidez le lleva a hacer público lo que ha escuchado casualmente y a soportar la que le vendrá encima. A partir de aquí, Cándido queda bajo la tutela de su abuelo, un general fascista, ahora democristiano, y será educado por un cura que llegará a ser un verdadero amigo, afiliándose juntos al PCI del que Cándido no tardará en ser expulsado, de nuevo por su candidez.
Los amoríos del joven, junto con sus amistades y conflictos con todo el mundo debido a su carácter llano y sincero le llevan por caminos inesperados.
Ciertamente, estos dos autores nos hablan de la ingenuidad de un Cándido que no parece hecho para vivir en su época: el ilustrado siglo XVIII, en el caso de Voltaire; el deslustrado siglo XX, es el caso de Sciascia. También nos hablan los dos de un hombre que no tiene la suficiente malicia, que carece de la astucia necesaria para hacerle frente al mundo en cada una de estas dos épocas. Pero la manera de abordar la inocencia de los personajes en sus relaciones con el mundo cambia sensiblemente de un autor al otro. Aunque existen analogías y semejanzas entre los mundos que corresponden a cada una de estas dos épocas, cada uno tiene lo suyo y cada quien lo vive a la manera como la quiere su autor. El Cándido de Voltaire es cándido porque cree en el porvenir, sin contar con las armas de la Razón o de la Ciencia. El Cándido de Sciascia es cándido porque cree en los hombres, aun cuando estos se aprovechen de su ingenuidad; pero es cándido sobre todo porque es un hombre que cree en el hombre que cree en los hombres.
Vayan estas reflexiones en memoria de aquellos que hace 20 años creían en la inocencia de Roldán, que sus fatigas y herencias eran la única fuente de sus ingresos. Ahora quieren que nos creamos que las fiestas de confeti y los sobres de incógnita correspondencia sin remite ni matasellos los trae la cigüeña.
Va a resultar que nuestra candidez ya está a prueba de todas las malicias, es más, que ponemos el parche antes de la herida y que esperamos las explicaciones antes de que los chistes en la Red se conviertan en realidad.

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