07 febrero 2012

Los vertidos viscerales de Wert anuncian la contrarreforma

Discúlpenme la aliteración burda y quizás forzada, pero la comparecencia del ministro Wert me pareció de tan poco respeto al Parlamento y a la comunidad educativa que no merece que de ahora en adelante nos andemos por las ramas. 

Las noticias previas, ya lo anunciábamos, eran poco halagüeñas, que su perfil no parecía el de un político llegado a atender los problemas educativos pendientes y dependientes del Gobierno de la nación y del Parlamento. No se me hubiese ocurrido poner como requisito fundamental e ineludible que el ministro hubiese pasado por las aulas o haberlas trabajado directamente, ni que conociese la inspección educativa, ni las cátedras dedicadas a la didáctica o la sociología de la educación, ni los rectorados con vocación de estudio sobre la educación, ni siquiera hubiera pedido un alto funcionario con experiencia en Europa. No, que me da igual que el elegido fuese un monaguillo aventajado, un monseñor bien curtido, un demoscópico adaptable y obediente; pero lo que sí exijo es que sea lo que sea, ponga los medios para enterarse de lo que se trae entre manos. ¿Y eso es lo que encuentro? ¿Eso es lo que veo? No, lo que yo veo es que tratan de de enseñarnos a un Wert sabiendo más de lo que sabe. 

Y allá vamos, saber, lo que se dice saber, sabe poco. Sabe leer entonando, y eso ya es mucho comparado con su colega de Agricultura -Arias Cañete-, que perpetró en sede parlamentaria la lectura estrafalaria de un texto mal puntuado y al que no había echado ni un vistazo previo para molestarse en entenderlo con el que nos dejará sin medio, sin ambiente y sin costas. Pues bien, ese discurso -volvemos al titular de Educación- preparado por un par de asesores dominicales, a los que habría que despedir de inmediato por incompetentes, hizo aguas por todas sus costuras, por todos los puntos clave que le habían prediseñado para triunfar. Los más implicados en el tema lo pillaron al momento; traía varios recados directos de Rouco y de las patronales de enseñanza privada. En primer lugar, buscar de todos los modos y maneras el concierto para el bachillerato, es decir, que lo paguemos todos y no los exquisitos y las elites, y en segundo lugar, y no menos importante, que se reintroduzca la anhelada libre elección de centro, es decir, que los retoños de los ricos católicos guapos y urbanitas se críen en los concertados de toda la vida, sin mezclarse con el populacho y que, por lo tanto, la chusma popular y espesa y la prole de los inmigrantes se apretujen en los centros públicos de toda la vida. Una novedad, los alumnos extranjeros, incluso de otro color que no sea el blanco, y los que tengan necesidades educativas especiales, pero que hagan declaración de patrimonio, también pueden ir a la concertada. Además, según él, las hordas musulmanas elevan las tasas de fracaso escolar en Ceuta y Melilla, patina y se da de bruces con las propias estadísticas, su especialidad. 

Era urgente, pues, cambiar ese 4º de ESO, ya planificado para su diversificación el curso que viene, por un 1º de Bachillerato y así justificar las maldades que le mandan. Es un mentiroso compulsivo, el ministro Wert, cuando propone el cambio de Educación para la Ciudadanía por una suerte de FEN preconstitucional apoyándose en textos manipulados diciendo que son manuales del alumno, saliendo por peteneras al día siguiente y mintiendo copiosamente justificando que hay que librar a los niños de las entelequias que los rojos de toda la vida les quieren meter en la cabeza.


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