22 febrero 2012

El drama clásico: del monarca Rajoy al donaire Wert


El casticismo hispano, esa actitud reaccionaria que vemos en las comedias de Lope, Calderón y otros, tiene reflejo en las actitudes de determinados miembros del nuevo Gobierno.

Ese rey distante e irresponsable, objeto de culto que solo aparece en escena como Felipe II para respaldar el criterio del alcalde Pedro Crespo en Zalamea o Enrique IV rehabilitando a Peribáñez frente al comendador. Siempre reparando injusticias de sus autoritarios servidores, ¿No le ven a Rajoy una suerte de soberbia al perdonarnos la vida por no estar de acuerdo con él? ¿No es un poco despótica su actitud al decirnos que, pobres de nosotros, nos despide por nuestro bien?

Y los nobles de antaño, qué me dicen de los nobles; en el teatro clásico suelen aparecer los buenos y los menos buenos, pero si alguno tiene que sacrificarse por su rey, quiera o no, lo lleva claro; por eso Guindos, Montoro y alguno más estarán siempre en la picota, si los vientos de Europa les son favorables, estupendo, si la masa social de parados, despedidos, subempleados, amenazados y otras especies en crecimiento exponencial se calientan y se revuelven, que vayan poniendo la cabeza.

También en la comedia clásica tenía que estar presente Trento y su doctrina; para las esencias de la ideología ya tenemos a Gallardón, dispuesto a batirse como buen vasallo, incluso haciendo concesiones, que ya se sabe que lo del matrimonio homosexual es cosa de minorías en las que no ha de pararse la inquisición.

Recientemente un correligionario del ministro Wert, Antonio Martín Beaumont, en alguna publicación digital, hablaba que lo que el llama las wertzadas, y constata que son habituales dentro del Gobierno, que su protagonista ya era famoso por la supuesta rapidez para salir semanalmente con una nueva metedura de pata poco meditada, vaya, que se estaba convirtiendo en el graciosillo del Gobierno, el que opina y pontifica, le parece al comentarista, con demasiada soltura y que los supuestos errores se le perdonan rápidamente. Hay quien dice que en vez de buscar un buen jefe de prensa se buscó una buena propagandista de la COPE y que desde la Secretaría de Estado de Comunicación ya le han dicho que está un poco mayor para el papel de donaire propio de las comedias de Lope, la voz vulgar que complementa los valores aristocráticos de aquellos a quienes sirve, y que no es necesario que esté todos los días en los titulares y, menos aún, en el filo de la navaja, rozando la doctrina oficial.

Discrepo de cabo a rabo de esa supuesta pose ministerial, creo que estamos ante el ministro de Educación más político y menos técnico que yo pueda recordar. Aquí se viene a privatizar, con todas las letras y en mayúscula. Para qué se va a gastar más tinta.

La semana pasada le tocó a las becas y el excelentísimo Wert parece que solo conoce a universitarios vagos y maleantes, parece que no conoce a colegios profesionales que presionan para que se endurezcan las condiciones académicas y se restrinja el número de titulados para que el mercado laboral esté equilibrado y no se les jorobe el chiringuito, que está la vida muy achuchada, o sea, que ingenieros o arquitectos, los justos. Duda el ministro de la competitividad y del esfuerzo de la mayoría de los estudiantes y creo que ve el vaso medio vacío, parece que añora la época franquista en que sólo se daban becas a los alumnos pobres que obtenían buenas notas.

Evidentemente estamos lejos de un sistema ideal de dotación de becas, dedicamos el 0,1% del PIB menos de la mitad de la media de la OCDE, hay países en los que el 40% del alumnado tiene algún tipo de ayuda, y seguro que es porque lo necesitan y porque estudian.

Sus propuestas van hacia el pasado, de las palabras del señor Wert se deduce que no distingue entre beca y ayuda, y que simplemente se limita a mezclar una con otra, abandonando la dimensión social y volviendo al modelo asistencial.

No hay comentarios: