10 enero 2012

Pagar con tarjeta, Rafa o Urdangarín

El ciudadano normal pilla un taxi cuando va muy agobiado y el metro o el bus no le van a dar el servicio que precisa en ese momento por su trayecto o por su tardanza. Pocos son los que pueden usarlo como único medio de transporte en ciudad ajena. 

No hace mucho y gracias a una de esas lindezas que nos juegan a veces los controladores, los pilotos o cualquier otro colectivo de saboteadores que ejerce su derecho a la huelga sin cumplir la ley, mi vuelo llegó a Madrid con tanto retraso que me vi obligado a pagar la carrera del taxi, pero miro la cartera y me encuentro que los veinte euros que allí habitan no llegan y preciso pagar con la tarjeta. Yo había visto en muchas ocasiones los gestos de extrañeza y cabreo de visitantes extranjeros perdiendo el tiempo para que les encontrasen un taxi con ese servicio, no entendían que en cualquier país civilizado puedes pagar el café y el periódico con la visa y aquí te miran con cara de mala leche y como si vinieses de Marte. 

Pues bien, al fin me localizaron el coche de Rafa, que así se llama el taxista que me llevó a la plaza de España. Después de atender mis llamadas, cuando me ve tranquilo, entra en conversación para preguntarme si suelo requerir ese servicio, si tengo inconveniente en que me dé su número de teléfono y su correo electrónico, que el está dispuesto a todas horas menos el lunes y que siempre tiene activo el datáfono y la wifi por si tengo alguna urgencia, además lleva un pequeño portátil siempre conectado con una web inglesa que le informa de todas las incidencias en todos los aeropuertos, además no pone la COPE. 

Su charla prudente y nunca inoportuna, justifica el uso de las tarjetas, él reconoce que, como la mayoría, trabaja para el banco, para pagar su hipoteca, la licencia del taxi, su Skoda... es transparente con Hacienda. Para mí ya es razón suficiente para escogerle a él y no a cualquier otro que como justificante me da un papelito con menos valor que la palabra de Camps. 

Dicen los propios técnicos de Hacienda que si no permitiesen los pagos en metálico superiores a 1.000 euros la economía sumergida se reduciría a la mitad, se recaudarían más de 25.000 millones más que ahora ¡y no estamos hablando de carreras de 25 euros!, estamos hablando de compras que no se hacen todos los días. El ciudadano normal no se vería afectado, ¿cuántas compras hace usted al año de más de 1.000 euros? La mano se metería en los cajones de los profesionales libres, libres, sí, libres de pagar impuestos ¿no? 

El Gobierno no parece estar por la labor, siguen hablando de las grandes concentraciones de fraude en la construcción -¿por qué muchos notarios salen de su despacho en el momento del pago?- y en el alquiler, pero siguen sin hablar de los sobres en negro. 

Se sacan de la manga un fabuloso plan de colaboración con los paraísos fiscales, supongo que la colaboración de Urdangarín y otros reputados banqueros y deportistas de elite será inestimable, que incluye la práctica amnistía fiscal para grandes defraudadores y el resto nos conformamos con que nos suban el IRPF, nos bajen el sueldo, trabajemos más horas gratis y lo que te rondaré, morena, porque total también somos corruptos si no pedimos factura al fontanero o al mecánico. 

Por cierto, ya que salió el nombrecito -y que conste que yo no quería- al yerno real no tanto le reprocho que presuntamente sea un chorizo que se haya beneficiado de su puesto, que de esos los hay en todos los estratos sociales; sino que me parece más inmoral esa sensación de impunidad que transmite, ese no sabes con quién estás hablando...; pero mucho más grave que haya evadido los impuestos, que generarían sus ingresos futuros, y de más a más montando fundaciones de ayuda a los discapacitados. 

De forma, que yo me quedo con Rafa el taxista, que le echa horas a la rosca y duerme bien. Si quieren su teléfono escríbanme. 

www.lafelizgobernacion.blogspot.com 

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