16 noviembre 2011

¿Quién hay frente a bachilleres, curas y barberos?

Hay quien quiso ver, quien creyó ver en el debate de estas elecciones, un duelo entre caballeros. Las reglas de la caballería implicaban la protección a doncellas, viudas y huérfanos, la defensa del honor propio, el de su señor y el de su amada, para lo cual el caballero perseguía las hazañas y el desfacer entuertos, para mayor gloria suya y la de sus prójimos, servidor público, siempre. Siempre en defensa de su verdad velará por los intereses injustamente atropellados, demostrando su valor poniendo su vida siempre al tablero. ¿Estuvieron los contendientes a la altura de los paladines?
Estos caballeros nos los describe la épica, claro. Después la realidad es otra, puesto que las reglas juradas al ser armados también, iba a decir se malvenden, pero mejor queda decir que se malinterpretan, se olvidan. La lanza y la espada tienen precio al servicio del buen señor o se convierten en una suerte de juegos florales, con mucho público, plumajes, armaduras y reglas muy encorsetadas. Nuestros héroes coincidieron hasta en la corbata, sus cohortes fueron equivalentes, pero el campo del honor no estaba equilibrado, la actitud defensiva del cortesano Rajoy dejó pocos huecos a la lanza del más belicoso doncel, Rubalcaba.
Tenemos toda clase de ejemplares en la literatura española y, faltaría más, en el ciclo artúrico que recorrió Europa, gozaron siempre del éxito en la tradición oral y las hazañas de los caballeros andantes fueron divulgadas por monjes y juglares, hábiles y pícaros, truhanes y a menudo asaltantes de alcobas. 
Fíjense bien cuando recorran el papel prensa y seleccionen las TDT varias; abundan plumas, teclados y micrófonos al servicio de la narración de las más fantásticas aventuras de los contendientes, pero consentirán conmigo que la balanza mediática está ciertamente desequilibrada; una cosa es que las leyendas de las hazañas de Rajoy hiperbolizadas de boca en boca convivan con silencios clamorosos sobre el futuro, traten de silenciar sus propios fracasos del pasado y al tiempo se ningunee al otro caballero aspirante, con luces y sombras también en su haber, pero con la cara descubierta, las reglas del torneo nunca permitieron atacar en mala lid al caballero descubierto. Todo frente a un Cid Campeador, infanzón de baja cuna que defiende a su tierra y a su rey contra la aristocracia feudal, contra los fijosdalgo, los aristócratas. El héroe Cid-Rubalcaba es expulsado de Burgos por su osadía frente al poder, por su defensa del ascenso social legítimo, pero es leal y luchará siempre por la justicia, aunque esté solo ante el peligro, aunque defienda causas perdidas, aunque intentasen burlarle los cortesanos, infantes de Carrión, vencidos en Corpes. Sus enemigos le siguen mitificando, aunque cabalgue presuntamente muerto, le siguen temiendo, buen vasallo si hubiese buen señor, siempre a pecho descubierto, endeble armadura, pero consistente argumento, mucha fe, hasta el delirio. Le vimos defendiendo causas perdidas frente a gigantes y molinos, también como un Sancho que después de haber servido bien a su amo Don Quijote, parece que toma el relevo quijotizándose con sentido común frente al cura, al barbero y al bachiller Sansón Carrasco, diferentes rostros del conservadurismo, de la mediocridad y la involución, los que quemaron los libros de Alonso Quijano, un Alonso Quijano que ve próximo su mutis, como apuntaba sabiamente Dario Fo hay formas y formas de irse, refiriéndose a Zapatero y Berlusconi.
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