18 enero 2011

Los purgatorios

Tengo para mí que las religiones más antiguas siempre defendieron el equilibrio entre mente y cuerpo, pero al mismo tiempo, siempre tuvieron que mantener tensa la cuerda por la que ataban a sus adeptos para ofrecer la felicidad eterna o la condenación perpetua, estas premisas sumadas a las que garantizaban la salvación sin ninguna duda, como las guerras santas, servían para tener y seguir teniendo a la parroquia bien atendida. No solo fue patrimonio de religiones, sino que toda suerte de sectas y logias de todo tipo mantuvieron el tipo sosteniendo que fuera de su seno hacía mucho frío o mucho calor y que dentro de sus acogedores regazos se disfrutaría eternamente. La presentación sería, no me digan que no, excepcional, magnífica e irrefutable, sino fuera porque falla por la base, la demostración. Las filosofías orientales sostienen que el equilibrio se mantiene en el aparato digestivo, en el hígado, en el intestino? Esta teoría más tarde se transforma haciendo intervenir a los seres malignos, según la tradición hebraica los demonios tenían como alojamiento predilecto el tubo digestivo. Cuentan los estudiosos que a lo largo de la historia se han probado distintos purgantes, que han llegado a contabilizarse más de doscientos laxantes y colagogos, que purificaban con boldina, aceite de ricino y otros catárticos como la célebre Agua de Carabaña , seguramente no han conseguido el exorcismo y alejar al diablo tentador, pero han mejorado el ánimo a más de uno. Con el tiempo seguramente se ha llegado a comprobar que la curación por la palabra tiene un efecto demostrable ante el infierno. Jean Paul Sartre en A puerta cerrada, sentencia: "El infierno es el Otro", su existencialismo viene a demostrar que, frente a la labor del artesano que piensa, diseña y ejecuta la obra que luego existirá, al ser humano nadie le diseña, es él el que se definirá según su existencia, ejecutando su libertad con actos o con inhibiciones. Como vamos viendo, tanto el paraíso como el infierno se fueron definiendo a lo largo de la historia como estados de ánimo derivados de la propia existencia y de la convivencia; es esa tercera vía, la de la purgación, la que siempre nos trajo a mal traer, la que a los convencidos de su existencia siempre dejó confusos e indecisos. En la literatura ascética y mística siempre estuvo un poco más claro; la vía purgativa, esa especie de masoquismo que nada tiene que ver con el beneficio purificador de ciertos ayunos, esa mortificación egoísta de cilicios y latigazos llevaba a la visión divina y con suerte a la unión amorosa plasmada en preciosas estrofas de literatura erótica. Pero ese término intermedio que nos tatuaron con el catecismo, esa especie de calabozo, de prisión preventiva, de libertad condicional, de secuestro del que saldrías si los vivos pagasen las misas suficientes para que tu rescate fuese efectivo, siempre nos torturó. Ahora resulta que no solo es el limbo el que no existe como lugar físico para almas puras; sino que tampoco el purgatorio existe más que como "el camino hacia la plenitud a través de una purificación completa". El problema es convencer de que lo suyo no es infierno ni purgatorio, de que es gloria bendita a los que dejan de cobrar los 426 euros, a los que piden cincuenta céntimos para completar el precio del billete del bus, a los que mañana despedirán, a los que piensan que lo suyo no es vivir, es una mierda y que la bilis sigue segregándose. www.lafelizgobernacion.blogspot.com

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