23 noviembre 2010

Palabras para.... para punta Herminia

A modo de guión neorrealista en homenaje a Berlanga, cómo no. ¿Qué se contará? Una breve historia entre el 25 y el 28 de noviembre de 1975, hace 35 años. ¿Quiénes son los personajes? Cerca de un centenar de jóvenes estudiantes coruñeses. ¿En qué contexto se desarrolla la historia y cuáles son los exteriores? Un luto por el caudillo que llevaba cinco días difunto festejado con sensación agridulce, celebrar una muerte no era deseo del bien criado en la cultura judeo-cristiana civilizada, pero por otro lado, era inevitable el festejo-venganza, que en ocasiones duró tres días y aún dura. El contrapunto lo ponía la desazón, el dictador se había salido con la suya, había muerto en la cama, con su sucesión monárquica atada y con la esperanza de que nada cambiaría, aunque yo creo que él sabía que poco duraría. Los espacios: la universidad en La Coruña era la Normal (Magisterio), Comercio (Empresariales), Náutica y el embrión de la UDC, el Colegio Universitario. Nada que ver, por lo tanto, con las grandes movilizaciones de Santiago? El futuro rector, Meilán, si la memoria no me falla, ejercía de virrey, prohibiendo incluso actos culturales tan inocentes como una exposición-homenaje a Castelao ¡quién te ha visto y quién te ve! La acción: la tarde de aquel noviembre era tristona, pero no intransitable, la reunión de delegados y delegadas de los estudiantes de los edificios universitarios del Ciudad Escolar, de la incipiente Zapateira, con el resto de los barracones de Riazor, estaba cantada. Los representantes de las irremediables tendencias que dividían a la oposición antifranquista, les llamaremos Juan y Carlos, habían tratado de organizar la reunión poscelebración en un bajo a cubierto; sus jefes, con muy buen criterio, les habían mandado a tomar viento y la convocatoria se trasladó de boca en boca para que todos los implicados se viesen en la cala de punta Herminia, un recoleto lugar muy cercano a la Torre de Hércules usado por las parejas en busca de intimidad; muy cerca del lugar que hoy alberga el monumento del Campo da Rata, esa suerte de guarida para pelotones de fusilamiento y aplicación de la ley de fugas que tan dignamente han recuperado, que vio volar tantas mariposas. Había todavía luz cuando desde Cuatro Caminos se dio la consigna del nuevo destino, por el trayecto se perdieron los del buen sentido, los que sabían que aquello sería una encerrona; andando y en buses, aparentando que nadie conoce a nadie, llegamos al pequeño arenal. Apenas comienza la primera intervención el breve acantilado se plaga de abrigos grises, subfusil en ristre, se provoca la desbandada, al grito de que nadie se mueva, que su cuerpo aún está caliente, intentan que no haya huidas, alguien al mar, directamente, alguna pareja a lo suyo, la mayoría comiendo papeles comprometedores -¿Julia, por qué dejaste en el bolso aquello que olía a Frente Polisario?-. Los autobuses grises llegan y se llenan, alguien intenta huir corriendo y afortunadamente el policía no cumple sus amenazas de muerte, no sabían qué hacer. El desenlace: los tres días, las 72 horas de incomunicación, solo los sufren dos pringadas y dos pringados, el resto fueron saliendo poco a poco, como aquel chaval que cazaba gorriones y decía "yo era el que disparaba, yo no sé nada", y desde el calabozo se le repetía sin cesar: "Calla chaval, que va a ser peor". Si lo viese Berlanga? pero lo vivió el bueno de Ernesto Diaz-Noriega, que tenía a su hija encerrada, gracias a él se enteró Radio París, Giscard d'Estaing? el filtro de los pitillos, las gafas, el cinturón, todo prohibido, el furgón al juzgado esposados?

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