29 julio 2009

Nos ha dejado Tino, un crítico coherente

Siempre hay que huir de los tópicos; pero, qué demonios, hoy no me da la gana, siempre se van cuando más los necesitamos. Ya no me voy a referir a sus más próximos, a su familia, cómo no lo van a necesitar. Me consta que supo dejar las lecciones bien enseñadas y discriminar bien, concienzudamente, racionalmente a los que no se preocuparon más que de amargarle la vida, sus últimos años de vida. Sabemos quiénes son y nos hemos quedado con su cara. Tranquilos no pueden estar, yo en su lugar no lo estaría. Tino era fiel lector de estas páginas, un lector incondicional y muy crítico desde sus comienzos. Un crítico coherente como lo era en todas las facetas de su vida. Lo suyo era la reflexión, era el mar en el que navegaba como pez incapturable. Era un profesor de filosofía de reflexión muy consciente que siempre le llevó a la acción, a la práctica. Nunca fue un tenor hueco de discurso armónico; mejor, fue un buen divulgador de teoría con fácil aplicación, siempre de los que hilaron fino, con tino -como bromeaba-, de los que no daba puntada sin hilo; cuando tenía que ser el que navegaba contra corriente lo hacía sin cortarse un pelo. Fue minoritario en su pensamiento, pero nunca con vocación elitista, sino todo lo contrario, proselitista, nunca dogmático ni cansino, insistente en sus convicciones, de los que nunca tiran la toalla, evolucionan y predican con su práctica. Les podría poner dos ejemplos extremos de su vida, la condena en Carabanchel en los años difíciles del franquismo o el conversador ágil y hábil con sus alumnos más difíciles, hasta llegar a la extenuación, hasta que entrasen en razón. Quizá fuese la clave de bóveda de su vida, la palabra razón, la razón de los convencidos de que el individualismo, el chalaneo y el cortoplacismo no son buenas fuentes en las que deba beber esta sociedad. Hoy me sigue haciendo falta, porque hoy tenía pensado hablar del diálogo social, del bocado que los empresarios insaciables quieren darle a la hucha de la Seguridad Social, del templagaitismo de Zapatero, del buitre de Rajoy y su carroña permanente, del raquitismo neuronal de algunos dirigentes sindicales. Hoy también querría saber tu opinión, compañero, que nos queda tanto que hablar.

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