09 marzo 2009

A 70 años de Colliure

Todo está en el 'cómo'. Hay que reír alegremente,
hacer buenos versos, llevar una vida decente,
tener una muerte digna?
También fui a Colliure a visitar la tumba de Antonio Machado, hace muchos años, guiado por una especie de morbo, de admiración, de devoción, de deber inexcusable de carácter ciudadano, de deuda con el poeta que te abre los ojos de vez en cuando. Octavio Paz decía que el poeta no tiene biografía, que su biografía es su obra, su poesía. Como en otras ocasiones hay que discrepar, los poetas también tienen biografías y no siempre corren paralelas a las lecturas que se hacen de sus obras. Dicen también que la izquierda española siempre leyó más a Machado y a Hernández que a Marcuse o Gramsci. Es una verdad como un templo, la ideología de la progresía está más impregnada del Machado cantado por Serrat, que del análisis político y económico preciso para gestionar los cambios, las transformaciones imprescindibles en una sociedad de retrasos seculares. Tanto es así que se llegó a confundir en las aulas al intérprete y al autor de los poemas, criamos a generaciones enteras que se saben aquello de caminante no hay camino y, por extensión, le adjudicamos los derechos de autor de Mediterráneo al poeta sevillano en perjuicio del catalán. Soy de los que piensa que Serrat le ganó por la mano a Paco Ibáñez a la hora de popularizar al poeta y sus Proverbios y cantares, por eso me dejó un regusto poco agradable que este último protagonizase la celebración del aniversario. Pero, de todas formas, pelillos a la mar y manías de autoconsumo. Hoy tendríamos que estar hablando en los más variados foros de esa biografía de Antonio Machado permanentemente incompleta, pero con dos andamios -por lo menos- bien anclados: la biografía de Ian Gibson Ligero de equipaje y el volumen Prosas dispersas (1893-1936) que reunió Jordi Doménech, publicado en Páginas de espuma. Seguramente encontraremos, y no es tarde para hacerlo, centros de interés con múltiples aristas que nos ayudarán a ordenar el sustrato cultural, ese poso que nos quedó de los discos de vinilo venerados, ese mito que nos sigue ayudando a escoger citas para los mensajes, incluso para los navideños. Nos dará mucho juego profundizar y, repito, ordenar datos y asociar obras y fechas, para encontrar a Leonor, la muchacha de quince años con la que se casa cuando él ya pasa de los treinta, en A un olmo seco, su muerte prematura, la nostalgia del poeta por el amor que nunca puede alcanzarse, la tragedia de su relación imposible con Pilar de Valderrama ¿es o no es su Guiomar la destinataria? En ese momento vital, en plena guerra, solo, se exilia el testigo que presencia la toma de Cuartel de la Montaña, el agitador de la resistencia, el que escribe mataron a Federico/cuando la luz asomaba o cuando él, poco amigo del barroco, dice: Otra vez -¡otra vez!-, ¡oh triste España!, / cuanto se anega en viento y mar se baña/ juguete de traición, cuanto de encierra /en los templos de Dios mancha el olvido,/ cuanto acrisola el seno de la tierra/ se ofrece a la ambición, ¡todo vendido

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