10 marzo 2009

La izquierda, las elecciones y la cueva de Montesinos

Haber pasado esta última semana sin contacto con aquella parte del mundo real que aparece en los medios y tratar de ponerse al día es tarea harto difícil. Por lo tanto, y por no estar callado, me entretengo en repasar mis opiniones sobre el difunto gobierno en los últimos años y me encuentro con que no tengo dotes de profeta, pues si bien fui mordaz, muy severo con la componente nacionalista del mismo, no lo fui tanto con la contraparte socialista. Ambas cosas debieron ir más unidas. Por ahí va mi primera autocrítica. Además del autoconsumo también hay que ver lo que dicen que pasó de verdad y, aparte de la injusta y precipitada dimisión del Touriño, no encuentro nada medianamente sobresaliente. Pero no hay nada como llegar al mundo real, repasar y encontrarte con que no sabes dónde vives. Eso fue lo que pasó, desayunarme con la noticia de que Galicia es un paraíso de los murciélagos y los gallegos sin saber lo que tenemos a nuestro lado, de que convivimos con especies y variedades en peligro de extinción. Hay que ver de lo que te enteras, esos supuestamente inofensivos pequeños mamíferos, que no ven, que oyen extraordinariamente, todo, que vuelan sin tropezar y que aparentemente no molestan a nadie, alimentándose de lo que encuentran a su paso. Sabíamos que vampiros sí había en abundancia, de los que chupan todo lo que se pone a tiro. Sabíamos que buitres no faltaban, aves de rapiña y carroñeras que no dejan víscera sin tapiñarse. Hienas siempre hubo, más que las se podían imaginar, con sus risitas hipócritas. Aquí vivíamos tan felices con nuestros raposos de siempre, con nuestros lobos y cada vez con más jabalíes. Menuda fauna la nuestra, somos la envidia de todas la autonomías inventadas y por inventar. Pero nada comparable con el murciélago orejudo, ese que me parece recordar que vive en las sierras de Lugo o de Orense, que puede sobrevivir a dos mil metros, pero que desciende a setenta para cazar. Desgraciadamente los molinillos de los parques eólicos se lo están cargando, no controla el asunto este de las aspas ajenas a su medio. Este es otro efecto colateral de las elecciones. Hasta ahora los murciélagos más famosos eran los de la cueva de Montesinos, a la que Don Quijote desciende con dificultades, con las bandadas a su alrededor, allí queda sumergido en un profundo sueño, despertando ante un florido prado, y frente a un castillo de cristal, donde el caballero Montesinos arrancó el corazón a Durandarte muerto, para entregárselo a su amada Belerma. Muchas son las extrañas situaciones que allí le ocurren a Don Quijote, y que merece la pena descubrir en este capítulo, al regresar el caballero es izado por Sancho y el estudiante. Trae los ojos cerrados, pues, con dolor, comprueba que el mundo de la caballería es tan sólo una fábula. Algo así quizá le haya pasado a la izquierda en Galicia, vivió en la ilusión, preocupándose de las rapiñas, de las manadas de jabatos en los cultivos, de guardar a las gallinas de los raposos? mientras los murciélagos del país -nunca me gustaron esos bichos sin visión- eran los guardianes de la cueva, ahora hay que salir al mundo real otra vez conscientes de que los libros de caballería son ficción.

No hay comentarios: