08 abril 2008

La lengua en las oposiciones

Las leyes, las normas siguen contradiciendo a la realidad, porque la realidad es terca y tozuda. Los reglamentos que desarrollan las leyes seguramente están bien pensados para ser bien utilizados y, a veces son más importantes que las propias leyes; ya decía Romanones aquello de hagan ustedes las leyes y déjenme a mí los reglamentos. No sé si son las leyes o los reglamentos, o los que los aplican, los que dejan a los asesinos de niñas en la calle y se les tienen años y años sin que nadie se preocupe de echarles el guante hasta que les pillen sin seguro en el coche o a 130 por la autopista.Esta semana volvió a ponerse de actualidad en la prensa el tema de las leyes, los reglamentos y la lengua por un par de detallitos de nada. No me refiero ahora a la alegre disputa entre los gurús de la normalización monolingüe con los idealistas malintencionados que persiguen armonías bilingüistas que también persiguen el monolingüismo.El campo de batalla desde hace tiempo está en la escuela, en los medios de comunicación y en los letreros de las 43.000 tiendas, ahora más subvencionados. No me mola nadita la cantidad de pasta gansa de mis impuestos que se puede llevar, por ejemplo, El Corte Inglés, Zara o cualquier otra gran marca de pingües beneficios a espuertas por rotular de una forma u otra. No sólo me parece injusto, sino inútil. Sus mercadotécnicos saben de sobra cómo y en qué lengua les resulta más rentable. Aquí todo quisque se compra las lentejas donde las encuentra mejores y más baratas independientemente de que el dependiente o la balda de la estantería recen una lengua u otra.El otro tema de actualidad ha sido la presentación del borrador de las oposiciones para ser profesor en Galicia. Los belgas que quieran presentarse a las mismas han de demostrar su competencia lingüística en castellano y en gallego, un español con DNI de Badajoz ha demostrar que sabe gallego y uno con DNI de Lalín ha de demostrar que sabe tanto gallego como el belga; les aseguro que ninguna de todas esas pruebas sirven para nada, ninguna garantiza que el que las supere sea capaz de dar una clase de nada, simplemente sirve para que el belga o el de Badajoz no vengan. Si esto es hacer país, que me borren. Yo quiero aquí al mejor, al que más sepa y al que mejor se le entienda.La novedad de este año consiste en que además el candidato tendrá que redactar y defender su programación didáctica en gallego, por narices y porque lo dice la Ley de Función Pública. Esta prueba seguramente sirve para demostrar que el candidato es un buen burócrata, que tiene quien le haga una buena traducción y que puede ver lamentablemente disminuidas sus potencialidades docentes ante el tribunal. Se puede perder un buen profesional porque no se le permita expresarse como mejor sepa y no me cabe duda de que ese buen profesional en ejercicio de sus funciones se haría entender de forma impecable ante su alumnado. La ley va por un lado, la realidad va a su bola y, a la larga, siempre gana la realidad, porque es la sociedad la que la transforma, no estas leyes.

2 comentarios:

Carlota dijo...

El artículo toca impecablemente dos ocurrencias gubernamentales inspiradas por su creciente obsesión linguocrática:
- La reglamentación de los usos lingüísticos en el comercio –rotulación, contratos, atención, …’oferta positiva’-, en fin, otra injerencia inútil y contraproducente para distorsionar la competencia o domesticar a la parte de 43.000 comerciantes que aún se resisten a cambiar, pongamos por caso, peluquería por perruquería –si tal vocablo sigue vigente en el diccionario oficial-. El Sr. Gil Gómez trata la cuestión desde el punto de vista de la desvergonzada burla que supone para el contribuyente destinar fondos públicos a semejante patochada, y, aunque para nosotros hemos reparado en el desprecio por la libertad y la dignidad de las personas y la desigualdad de trato mediante una injerencia injustificada, no cabe duda de la pertinencia y relevancia del enfoque del columnista.

- La cuestión que da título al artículo: la lengua en las oposiciones. El actual gobierno modificó el año pasado la Ley gallega de función pública para convertir en legal la discriminación consistente en exigir a cualquier candidato para cualquier puesto, en las administraciones autonómica y locales en Galicia, la realización de alguna prueba eliminatoria exclusivamente en lengua gallega, sin perjuicio de la exigencia de acreditación del conocimiento de esta lengua mediante una prueba específica o la aportación del título correspondiente, que ya existía.
Como dice el Sr. Gil, el efecto –y nosotros decimos también, la intención- es imposibilitar la concurrencia de candidatos procedentes del resto del mundo –en realidad, del resto de España-. Cumple decir que en la España carente de “lengua propia” –ese pleonasmo incomprensible sin estudiar las trampas semánticas elaboradas para sustentar el fraude de la ‘normalización lingüística’- no disponen de un cerrojo recíproco contra los gallegos, como demuestran centenares de ellos incluidos en las nóminas de autonomías, ayuntamientos y diputaciones allende Pedradita. Este puerco modus operandi es otro de los rasgos que nuestro ‘hecho diferencial’ toma de Cataluña y País Vasco, como también hicieron Valencia y Baleares. Ahora un opositor podrá desarrollar todos los ejercicios de la oposición, además del obligatorio, en gallego, pero no tendrá que realizar forzosamente ninguno en español o castellano: se presume el desconocimiento de la “lengua propia” y se da por descontado o por innecesario el de “la impropia” (o inapropiada). Dice el Sr. Gil, con toda razón, que “se puede perder un buen profesional porque no se le permita expresarse como mejor sepa y no me cabe duda de que ese buen profesional en ejercicio de sus funciones se haría entender de forma impecable ante su alumnado”. No se puede perder uno: sin duda, se perderán muchos, porque la limitación arbitraria de la concurrencia producirá inevitablemente ese efecto, que está en el origen de la ‘normalización lingüística’ y explica su borreguil aceptación por el amplio sindicato de beneficiarios de la mediocridad. Nuestra asociación ha impugnado algunos procesos selectivos convocados con esta discriminación, e impugnará los que se avecinan, aunque es previsible un resultado procesal adverso, por razones que no caben en este lugar.

Nuestra asociación coincide esencialmente con las opiniones del Sr. Gil en este artículo, excepto con la siguiente declaración de equidistancia –que ya es cláusula de estilo en buena parte de la prensa-: “No me refiero ahora a la alegre disputa entre los gurús de la normalización monolingüe con los idealistas malintencionados que persiguen armonías bilingüistas que también persiguen el monolingüismo”
Mucho nos tememos que el Sr. Gil nos ubica, alegremente, entre los idealistas a los que se refiere, que nosotros no conocemos.
La disputa no es alegre, sino muy triste, y nos hemos visto arrastrados a ella porque alguien tenía que oponerse a los atropellos linguocráticos que el Sr. Gil denuncia ¿o no?
No perseguimos armonías bilingüistas, excepto en cuanto espontáneamente resulten de la libertad individual.
libertadlinguistica.com

Carlota dijo...

El comentario anterior está hecho desde la Mesa por la Libertad Lingüística.