19 febrero 2008

¿Estudias o trabajas?

Oigo, leo y me pasmo sin contemplaciones ante las continuas ofertas que demandan que se cumpla la ley; hace semanas que me hago eco de frivolidades ofrecidas a diestro y siniestro. Pero estos últimos días están sobrepasando la escala esa de los terremotos que nunca sé escribir bien. Está bien que digan que hombres y mujeres han de cobrar lo mismo por trabajar en el mismo puesto, que todos tienen derecho al agua en el grifo o que no se les mutilen los genitales, todo está regulado por leyes que se han de cumplir, sí o sí. Pero hay alguna norma que afecta a pocos y que los caporales de ambos partidos aún no han puesto en el candelero, quizá porque sólo afecta a los jóvenes o porque perjudica seriamente a los patronos. Titulo el folio con aquella vieja pregunta que dicen se hacía en los viejos bailes o discotecas para intentar ligar, la verdad es que a nadie oí decirla ni que nadie la hubiese escuchado. Pero es muy cierto que muchos jóvenes se ven en la encrucijada de hacerse la pregunta; no saben si estudian o trabajan o si hacen las dos cosas gratis o si las hacen en la economía sumergida. Teóricamente son estudiantes de los últimos cursos, son recién titulados o son titulados que aún no tienen experiencia en su oficio; se les ofertan puestos de trabajo, sí, curro puro y duro, no puestos de formación, no puestos de prácticas, sino horarios y responsabilidades que corresponderían desempeñar a trabajadores en activo, con su salario de convenio colectivo, con su seguridad social, sus trienios...pero el pícaro empresario sabe que utilizando cualquier subterfugio legal es capaz de usufructuar a la chavalada capaz y formada para que le haga el trabajo de un señor cuarentón que disfruta de sus vacaciones. Abran cualquier periódico que traiga ofertas de trabajo y podrán encontrarse con cosas asombrosas; a modo de ejemplo pueden leer que se buscan becarios que respondan como jefes de recursos humanos, responsables de cadenas de montaje, cazatalentos y todo lo que puedan imaginar; les cuento por ejemplo que las dos mayores empresas privadas de Galicia, la una que se dedica a hacer coches y la otra a fabricar ropa a todo trapo, ambas, buscan sin cesar becarios exigiendo currículos propios de un máster, ofrecen compensaciones económicas -que no salarios- ridículas, reclaman dedicaciones esclavistas y no aceptan para el puesto a nadie que no sea capaz de desempeñar un puesto cuyo perfil sería adecuado para un profesional de dilatada experiencia. Es decir, buscan mano de obra, buena, cualificada, sumisa y barata; algo que nuestras escuelas de formación profesional y nuestras universidades producen sin cesar. Pero claro, siempre tiene que haber quien vea la botella medio vacía. ¿Dónde iban a encontrar cobijo y experiencia laboral estos jovenzuelos sin que la oferta de las multinacionales les amparase? ¿Qué pasa? ¿Qué no saben que hay que ser humildes y respetuosos? ¿No saben que todos empezamos de aprendices? ¿Acaso ignoran que hay que barrer talleres? ¿Ya quieren ganar mil euros desde el primer día? ¿Es que nadie se va a dar cuenta de que es por su bien? Las leyes, en este caso, también existen, sólo hay que prometer cumplirlas.

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