28 noviembre 2006

Tener o no tener

Las relaciones feudales, las del siervo y el señor eran curiosamente recíprocas, siempre vi en el siervo algo de funcionario, ofrecía su fuerza de trabajo, sus cosechas, acompañaba al señor conde a matar moros y éste le protegía de las razias enemigas, durante siglos y siglos, renunciando a una parte de su libertad, hasta que algunos se arriesgaron a independizarse de su buen señor y procuraban acumular, doblones, cuartos, blancas y maravedíes valiéndose de su buen oficio, mas entonces su defensa quedaba al albur del gremio si lo hubiere, de la solidaridad de su vecino, si no era su rival; pero ya no podía reclamar aquella buena guarida que le proporcionaba una especie de primitivo Estado protector. Durante siglos o eras siervo o eras burgués.

He de confesarles que terminé el bachillerato de letras sin saber bien quien era el Arcipreste de Hita ni qué rayos pasaba en el siglo XIV con ese mundo medieval en descomposición, también les cuento que su poema "las propiedades que el dinero ha" se pasaba de mano en mano y sin el nombre del autor, clandestinamente y que cuando se supo que Paco Ibáñez lo cantaba, se ponía el volumen muy bajo. Menos mal que después se pudo estudiar lo que el bueno de Juan Ruiz pensaba sobre el vasallaje y qué quería decir con aquello de: Hace mucho el dinero mucho se le ha de amar,/ al torpe hace discreto y hombre de respetar; / hace correr al cojo y al mudo le hace hablar; / el que no tiene manos bien lo quiere tomar.

Ni que decir tiene que cuando el mismo vasco de la voz quebrada cantaba aquello de Poderoso caballero es don dinero se interpretaba como un alegato anticapitalista, menos mal que hoy a los jóvenes se les cuenta la verdad y se les dice que aquel bueno de Quevedo, hoy muy conocido como personaje de Alatriste, ponía su funcionarial pluma al servicio de sus buenos señores, aquellos nobles validos de los últimos austrias del XVII y que aquello de "Madre, yo al oro me humillo; / Él es mi amante y mi amado / pues, de puro enamorado, / de contino anda amarillo; /que pues, doblón o sencillo, / hace todo cuanto quiero, / poderoso caballero / es don Dinero." no era propaganda antiglobalización ni atacaba al capitalismo salvaje.

Y qué decir del momento en el que cantaba la réplica compuesta con los versos de aquel jugador empedernido, de rostro patibulario con su nariz aguileña, de mente brillante y orgullosa, del genio lúcido y verso tenebroso, del Góngora que en sus letrillas se desentendía de lo público, como cualquier idiota, y procuraba su bienestar personal e intransferible en Traten otros del gobierno / del mundo y sus monarquías, / mientras gobiernan mis días / mantequillas y pan tierno, / y las mañanas de invierno / naranjada y aguardiente, / Y ríase la gente.

Quizá falte algún ejemplo de poema que cante a la síntesis, que implemente -como dicen los cursis de ahora- que ponga a funcionar una maquinaria que aúne las dos tensiones y tendencias, una especie de canto al plato y a la tajada o "Al sol que más calienta y en bañador".

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