14 noviembre 2006

Tres paradojas lingüísticas del país

Hace días que me corroe la noticia de que diputados y alcaldes nacionalistas quieren subvencionar la traducción de las lápidas de los cementerios y que los epitafios estén en la otra lengua del país. Seguramente es muy loable que los deudos tengan en cuenta esa última voluntad y que los marmolistas tengan que hacer el cursillo de perfeccionamiento, ya estoy viendo lecturas de testamentos ante los notarios y litigios varios como si de leiras, partijas y mayorazgos se tratase. Casi concluyo que sería mejor, aunque me tachen -sólo- de demagogo que tales fondos se empleasen en hacer campaña para que se donen los cuerpos a las facultades de medicina. También me quita el sueño que los apellidos tradicionales gallegos, esos nuestros patronímicos autóctonos y de calidad, se estén perdiendo. Pero, vamos a ver, jolines, quiero saber dónde y quién reparte la galleguidad; hasta donde llega la tradición oral de mis mayores, ninguno ha dejado de tener el domicilio fiscal en Galicia. Quizá pretendan que cambie la consonante velar fricativa sorda de mi primer apellido por una prepalatal o que use la geada en el segundo, pero no creo que sea buena solución, a mí no me serviría de nada, a mi parentela menos y la patrimonio lingüístico gallego se la trae al fresco.(...)

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