07 marzo 2006

La óptima convivencia televisiva

Los bienaventurados que gobiernan nuestros ocios televisivos pretenden amplificar la cobertura de nuestras entendederas y convencernos de que malcriamos a nuestros hijos y de que nos alimentamos sólo con el abrelatas. Para solucionarlo nos proporcionan desde hace meses muchos programas de cocina, más o menos equilibrada, para que sepamos hacer croquetas o que alarmemos a la familia con las frivolidades del último grito en robot de cocina que sintetiza medio puerro, poca nata, sal y pimienta negra, con chorizo y medio. Quieren convencernos de que estimular el paladar es el remedio de todos los males físicos y psíquicos. Pero como eso parece que no es suficiente, nos proporcionan alguna teleinstitutriz mediosajona y muy estirada que aspira a postularse para conseguir la happy family. Comprobamos que la capacidad de creación de los guionistas progresa exponencialmente, nos inoculan a un sucedáneo de Mary Popins cuya magia consiste en modificarle la conducta a una criatura celosa y destronada. El método es infalible, no hace falta más que una amplia lista de obligaciones pegada en la nevera destinada a uso padres inseguros y a un crío que no sabe leer. Por supuesto siempre triunfa. (...)

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