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12 agosto 2008

El manifiesto y la normalización (y III)

El pesimismo de X.M. Sarille (A impostura e a desorientación na normalización lingüística) cuando analiza el papel de los ayuntamientos democráticos a la hora de hacer una política lingüística que captase hablantes es muy notable. Resalta que las administraciones municipales se han limitado en la mayor parte de los casos a la creación de un puesto de trabajo para un filólogo y lamenta, aunque no lo diga así de claro, que la militancia normalizadora brille por su ausencia; en el caso del ayuntamiento vigués, gobernado durante años por el nacionalismo, o idioma acabou converténdose nunha liturxia. Ya era hora de que desde ese mundo alguien se cargase de razones como para decir esta frase y que no le llamen facha, que es lo que ocurre normalmente. De las universidades gallegas el autor tiene una opinión similar, la titulación de los filólogos no es la apropiada para actuar como propagandistas, se queja de que sólo aprenden fonética, sintaxis y no tienen aptitudes ni actitud para la captación. Ni que decir tiene que la Real Academia Galega y sus aledaños son nidos traición, como ejemplo les refiero la opinión que le merece al autor el hecho de que el presidente de la RAG respondiese a unas preguntas en la misma lengua en la que le fueron hechas: ¡vaya forma de promover el idioma! La laudatio de la MNL es continuada y los lamentos sobre la incomprensión hacia sus desvelos, continuos; en el mismo paquete se incluyen a todos aquellos próximos y lejanos que, habiendo sido invitados al convite, hayan renunciado a la participación. A lo mejor es que la demanda no era tan acuciante y, ni gobernantes ni gobernados, se sentían pletóricos de ansias para convencer al incrédulo de que no hablaba como debía. Termina su alegato el autor con un conjunto de similitudes entre la situación del gallego con la del Titanic hundiéndose. La culpa es de los nacionalistas tibios que no se toman en serio esto de meter en vereda al país -a lo mejor es que le tienen miedo al país-; también comparten delito el resto de los miembros del cuerpo legislativo y ejecutivo, panda de incompetentes de fama internacional; los medios de comunicación son tan insensibles como la piedra pómez, no hacen nada bien a favor del idioma. Por lo tanto y como corolario se nos presenta el futuro del gallego íntimamente vinculado al portugués, para así demostrar su utilidad. Sin más comentarios. Visto lo visto, y si a la fecha en la que estos folios vean la luz, nadie me ha persuadido de lo contrario declaro públicamente que esto no tiene solución, que los que habrían de buscar fórmulas de entendimiento entre las lenguas y que sirviesen para lo que nacieron, para decir cosas, emitir mensajes y recibirlos, no se preocupan ni creen que eso sea posible, que conmigo no cuenten. Así pues, a pesar de que al Manifiesto por la lengua común le hayan salido admiradores y defensores impresentables, a pesar de que todos los pisuergas posibles sirvan para sacarle punta, a pesar de que las ascuas se arrimen sin vergüenza ninguna a las sardinas políticas que convenga, a pesar de todo eso, le daré mi apoyo a la literal redacción del Manifiesto.

05 agosto 2008

El manifiesto y la normalización (II)

Recuerdan que el martes pasado les comentaba mis dudas e impresiones sobre el Manifiesto por la lengua común y les anunciaba mi intención de sopesar ahora mi opinión sobre el libro del profesor Sarille sobre la normalización lingüística (A impostura e a desorientación na normalización lingüística) En primer lugar pongo sobre la mesa la sinceridad y el cambio de tono con respecto a todo lo que nos tienen acostumbrados los gurús del tema. Percibo varios detalles, el primero es el escaso eco que ha tenido la obra; si fuese de autoría de algún nacionalista de carné, este hombre tendría la agenda más repleta de actos para explicar sus teorías que el Planeta de turno. O muy mal informado estoy o no se come una rosca. Las causas del desplante pueden ser dos: el análisis pesimista que hace de los progresos normalizadores del gallego y las críticas sin piedad a quien él considera culpables. Vayan a la fuente original; pero, para hacer boca, les contaré mi visión de la jugada descrita por el autor. Ya en el prólogo arremete contra los filólogos, llevan leña todos, supongo, que por pasar el tiempo mirándose el ombligo sin preocuparse de ganar gallegohablantes. Entrando en harina y analizando las causas que él observa nos encontramos con los gritos de rigor sobre la presión (ojo, no dice opresión) del español como era de esperar. Pero también critica algo que no es tan común: el seguidismo catalán y, por lo tanto el bosque de equivalencias inmersoras traídas de Québec, el Benelux, Israel ? No le duelen prendas en decir que aquí se malgastó el dinero público a espuertas, gobernase quien gobernase la política lingüística, montado chiringuitos subvencionables. Sistematiza después en dos periodos el fracaso normalizador: el Período Débil hasta la llegada de Fraga al poder y el Período Clientelar a continuación. Con respecto al primero hace las alabanzas oportunas a las leyes elaboradas -Estatuto, Ley de Normalización?- deja claras sus influencias catalanas, destaca la creación de los cargos oportunos -Direcciones Generales? y se detiene en las normativas dedicadas a la enseñanza, a la creación de la TVG? Con respecto a los gobiernos de Fraga, los clientelares, apunto de mi cosecha que no fueron clientelares en temas lingüísticos solamente, sino que era su sustancia de funcionamiento. Sostiene dos afirmaciones aparentemente contradictorias: el PP no quiere que se extienda el uso del gallego, pero inyecta pesetas sin control a tal fin, el de callar las bocas presuntamente discrepantes, 3.000 millones al año. Por otro lado, parece alabar la labor de la Mesa pola Normalización Lingüística, presidida por él desde el 86 al 97, como único bastión de integridad normalizadora. En resumen, y por lo de ahora, no ha aumentado el número de gallegohablantes -presumo- porque a ellos no les ha dado la gana. www.lafelizgobernacion.blogspot.com

30 julio 2008

El manifiesto y la normalización (I)

Amenazo con aburrirles algunos martes de verano con la polémica del Manifiesto por la lengua común. Para no dárselas todas desde el mismo lado trataré de comentarles mis impresiones sobre otra breve lectura en la que llevo enfrascado una temporada, A impostura e a desorientación na normalización lingüística de Xosé Manuel Sarille, presidente de la Mesa pola Normalización Lingüística desde 1986 a 1997.Empecemos con el manifiesto, les confieso que una vez publicado y leído sólo por encima, mis ansias por firmarlo casi me arrebatan, en esas breves páginas se resumen sin acritud hechos, deseos y voluntades por muchos compartidos. De hoy para mañana lo vas dejando, no sabes si firmarlo y proclamarlo a los cuatro vientos, si firmarlo a escondidas para que te quede la conciencia tranquila?te paras a pensarlo más y ves cómo los buitres se apropian del manifiesto, desvirtúan su contenido, argumentan lo que no dice y ese estado de cosas te retrae: si firmas ¿sólo firmas lo que dice allí o te adhieres a todos sus apócrifas apologías?A fin de cuentas con lo que les amenazo es con unas reflexiones en voz alta para ver si me ayudan a decidirme a firmar o no, si es que aún no lo tengo claro. De paso a lo que sí les animo es a leer con detenimiento ambos textos.De verdad les aseguro que el Manifiesto por la lengua común es más simple que la maquinaria de un chupete, sólo dice verdades de Perogrullo, como las que figuran en sus premisas: que hay una lengua común que presuntamente todos conocen, que eso es importante en España y fuera de España; en segundo lugar habla de los derechos de los hablantes, sea cuál sea la lengua que hablen o hayan decidido hablar, en tercer lugar se constata que está feo eso de torcerle la voluntad a nadie para que hable una lengua que no quiere y un corolario intachable, que hay que respetar el artículo 3.3 de la Constitución. Para cumplir todo ello el manifiesto postula una serie de puntos más concretitos sobre la lengua en la educación, en la administración pública?todos muy garantistas tanto para los óptimamente bilingües como para los forzosa o voluntariamente monolingües.¿Cuál es el problema? Desde el punto de vista legal, escaso; desde el punto de vista político más grave. Sin ánimo de ofender, la derecha se tomó el contenido del manifiesto como aquello de la furgoneta Kangoo o el ácido bórico causantes de todos los males del 11-M, es decir, España se rompe a cachos y yo soy el único pegamento. Los nacionalistas se encomendaron a todos los santos vernáculos y el gobierno embistió contra los molinos de viento, contra sus propias alucinaciones sin contradecir el espíritu del texto en cuestión y sin poner nada de su parte para corregir los desfases que denuncia el manifiesto.Argumentos peregrinos se han oído y leído a espuertas estos días, pero lo que más pena me da es que el poeta Antonio Gamoneda se haya desvinculado de la firma del manifiesto por la utilización de su nombre por parte de El Mundo y de la COPE.