Disculpen
este titular, la obra y sus personajes gozan de buena salud; pero tenemos que
agradecer los catorce años de trabajo de Andrés Trapiello empleados en la traducción al castellano actual de las
andanzas del hidalgo y su escudero, que servirá de vitamina revitalizante para
la novela. Solamente hemos podido leer algunos fragmentos a salto de mata y
parece mentira que nos hayamos pasado generaciones y generaciones venerando una
obra que precisaba miles de notas aclaratorias a pie de página para ser
comprendida. Ni Shakespeare ni Molière han tenido que esperar tanto para ser
asequibles al común de los lectores; no hablo de adaptaciones escolares, entre
las que hay buenas y malas ediciones, sino de la fiel traducción de adarga por
escudo.
Esperamos
que el número de conocedores y lectores relajados aumenten con estas facilidades
y de paso, además de sonreír con las aventuras –con el Quijote es inevitable-
esta nueva lectura debe servir para que los nuevos lectores reflexionen y
extrapolen a nuestros días la vigencia de los ejemplos ideados por don Miguel,
ese del que dicen que Ana Botella se apresuró a exhumar sus supuestos huesos
para hacerse la foto de fin de una campaña personal para un cargo inexistente.
Es una
lástima que se haya perdido la hidalguía y se haya sustituido por la
astracanada de la noble Esperanza Aguirre, con su cólera que le precede y el
reguero de pólvora que la persigue.
También es
una pena que en la hoguera del cura ardieran los libros de Alonso Quijano y
ahora nos encontremos con amenazas legislativas
que coarten la libertad de expresión e información e impidan, por
ejemplo, la publicación de reportajes incómodos para el señor Monago, que no
podamos ver al señor Rato, sin esposar, detenido por quedarse con lo que no es
suyo…
Evidentemente
es deplorable que no tengamos aún un buen gobernador en cada Barataria, que,
con el sentido común de Sancho en plenas
facultades, se aplicase a estrujarse las meninges –aunque aún no se disponga de
vacuna pública- para resolver los problemas más acuciantes, que haberlos haylos
y muy próximos.
Los
entuertos que defendía nuestro caballero estaban amenazados por la firme
decisión del protagonista para deshacerlos, costase lo que le costase; ahora
vemos buenas voluntades y realismo en algunos casos, pero seguramente tendrá
que llegar el pragmatismo, antes y después, del día 13 de junio, de suerte que
las esperanzas depositadas en las urnas no se vean defraudadas y queden las
vergüenzas, los egos desorbitados y las ambiciones desmedidas, al aire. Que la
generosidad del hidalgo triunfe de nuevo.
Es cierto
que hace falta savia nueva, pero también sabias
y rectas cabezas con los pies en la tierra, que reflexionen con tino
como el fantasioso hidalgo en su último lecho.
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