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Como siempre,
en este año que ayer comenzaba, hay que hacerse buenos propósitos, quien no
haya desistido del gimnasio, el inglés y la dieta puede consolarse buscando
nuevos alicientes para abordar la cuesta que le viene encima. Gastarse los
euros coleccionando miniaturas bélicas y fascículos de los quioscos puede ser
una alternativa, darse una vuelta por las últimas noticias que pueda haber
perdido, es otra.
No se han
encontrado en Hendaya como aquel alemán, austriaco de nación, y el de Ferrol
con la voz de pito; se han encontrado en el camino de Santiago, la alemana y el
gallego. Corren por la red decenas de gracietas al respecto con mayor o menor
éxito, pero no se puede poner en duda que ambas escenificaciones fueron muy productivas
para sus participantes germanos. El encuentro del año 40 intentó salvar la
imagen de un régimen fascista naciente que no tenía ya mucha carne de cañón
para ir a matar ni para dejarse matar, la represión interna, el hambre y la
miseria se iban encargando del resto; parece ser que acordaron lo de la División Azul y Franco hacía
ademanes de ponerse al pairo.
El encuentro
de Labacolla en Santiago también tiene su enjundia, no sé si más transparente,
pero no hay duda de que el gallego le está sacando jugo propagandístico para
hacernos olvidar el otoño y el invierno con el que nos amenazó hace poco; en
resumen, que no han acabado su faena y que las tijeras siguen en ristre, como
bien se ha demostrado hace poco en Francia.
Por lo
tanto, olvídense de brotes y rebrotes, que les viene encima otra andanada de
sacudidas a sus condiciones de vida, átense los machos, aprieten los dientes,
defiéndanse como puedan y que el agua no les pase del cuello, que no será un
buen año.
No se
alegren tanto de que Rouco salga menos en las portadas, no me creo nada, su
capacidad para gobernar marionetas no está desmontada y sus ansias de devolver
a España a los años 50 siguen estando vigentes, no solo para obediencia de sus
leales, sino para martirio de los que nada tienen en común con él mas que
pertenecer a la especie humana, aunque a veces no lo parezca.
Si ninguna
de las alternativas que les proponía antes causan furor, puedo sugerir alguna
más que me viene al magín ahora que hablo de los cincuenta y del cardenal.
Pienso en un par de obras publicadas por la editorial Siruela de las que son
autoras Rosa Ribas y Sabine Hofmann: Don
de lenguas y El gran frío. Estas
cuatro manos de filólogas están consiguiendo cautivar al lector con una suerte
de novelas de ambientación histórica en los años cincuenta y trama negra, las
vísperas del Congreso Eucarístico de Barcelona en 1953 y el misterio del mundo
rural subdesarrollado en un pequeño pueblo del Maestrazgo. Hasta aquí podrían
decirme que no hay nada nuevo, pero sí encontramos en su lectura amplitud de
horizontes hasta ahora poco frecuentados. La protagonista de los trhiller que han creado es Ana Martí,
periodista, hija de colega represaliado, hermana de fusilado, que se abre
camino en el oficio investigador para ser reconocida en un ambiente hostil por
ser mujer tratando de introducirse en un mundo controlado por los hombres,
periodistas y policías, mudos ante un escenario infectado de corrupción,
injusticia tiránica, de prejuicios y supercherías religiosas. Como ven poco
nuevo bajo el sol.
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